¿Cuántas veces tenemos que desmorrarnos en la misma piedra para aprender algo? Infinitas, me temo. Perdonen, de nuevo, que ejerza de cenizo, pero se me ponen las rodillas temblonas al asistir al enésimo festival de triunfalismo ante la evidencia de que la tercera ola va cediendo. Es verdad que venimos de números terroríficos, pero las cifras actuales siguen siendo escandalosas. Están muy pero que muy lejos de los parámetros que permitirían pensar en algo que, aun así, sería remotamente parecido a nuestra vida anterior al desembarco del virus. Todo eso, sin dejar de lado la enorme e impía ligereza que supone anotar casi a beneficio de inventario los casi 5.000 fallecidos por covid —datos oficiales; los reales son más— que sumamos en el sur de Euskal Herria.
No. Por supuesto que no digo que no sea motivo de alivio ver cómo las gráficas confirman de día en día el camino descendente. Eso es tan esperanzador como la certificación de que las vacunas, incluso al ritmo seguramente muy mejorable que llevamos, empiezan a manifestarse efectivas; las curvas de contagios en las residencias, por ejemplo, han caído en picado. Soy el primero que se alegra al comprobar que también hay buenas noticias. Por eso mismo, para que siga habiéndolas, ruego a gobernantes y gobernados que esta vez vayan (vayamos) con tiento.
Encontrar científicos españoles asentados y con medios es tan difícil como topar con nadadores olímpicos en Zimbawe.
Casi 12.000 españoles de esa rara avis han tenido que salir del país desde 2010 para poder dedicarse a su vocación cobrando un sueldo decente y contando con medios para desarrollar su gran potencial.
Es decir, se han formado con dinero público en muchos casos y cuando habría que mirmarles se les impulsa a escapar.
Decía una científica española que había regresado con una Beca RAMON Y CAJAL, que el problema de España es que la investigación no tiene un retorno económico rápido como el turismo o la construcción y por eso ningún gobierno español de ningún color se lo ha tomado en serio.
Un país en el que se ha explotado a los sanitarios hasta la extenuación, en el que la clase política ha dedicado muchos esfuerzos a sacar rédito de las muertes mediante el acoso brutal a quienes toman las decisiones, erróneas o no, demuestra que ni ha aprendido de todo esto ni quiere aprender.
El estado español dependió en su momento de China y de especuladores para disponer de mascarillas, equipos de protección, respiradores…
Ahora contempla con cara de estupidez supina que también depende en grado extremo de otros países para obtener vacunas, en un mercado farmacéutico inmoral.
Así pues, esperar responsabilidad y memoria es algo utópico. Sólo el miedo a lo inmediato estimula esa responsabilidad.
Sin ninguna previsión para el futuro en un país aficionado al pelotazo rápido.
Mejor ser youtuber que empollón. Esa es la filosofía.
La gripe A fue un aviso serio. ¿Qué hicimos con aquél aviso? Ah, ya. Ha pasado a la historia como si las autoridades sanitarias fueron alarmistas y que se buscaba el lucro de la farmafia. ¿La consecuencia? Esta vez se han tomado las medidas mucho más despacio en muchos países. 2 millones de muertos y subiendo.
No tengo ni la más mínima duda de que lo raro de esta pandemia de virus respiratorios, no ha sido que ocurriera, sino que desde la gripe de Hong Kong al Covid-19 pasaran la friolera de 51 años. Hemos tenido una suerte inmensa con esta desviación estadística. Pero, una cosa, las desviaciones estadísticas pueden ocurrir en la otra dirección.
Una nueva gripe aviar se contagió a humanos en Rusia hace dos meses. No se ha propagado, de momento.
¿Recuerdas la reaccion de las patronales española y vasca cuando Sánchez anunció el cierre?
Recuerdas el “salvar el verano” y el “salvar la Navidad” que vino después?
Ahora ha venido el amigo Luis Angel Garrido a salvar la hosteleria (por favor, que alguien nos salve de los jueces que gobiernan por encima de los gobiernos), y después alguien propondrá salvar la Semana Santa…
Me uno a tí en la alegría por la bajada de casos, en la esperanza que nos traen las vacunas y en el ruego a gobernantes y gobernados.
A los jueces mejor no les ruego nada. Se me ocurre un homenaje: ponerle a la depuradora de fecales de Galindo el nombre de Luis Angel Garrido.
Quien hace un año, hubiera dicho que un mes después estaríamos confinados en casa, excepto para la compra de alimentos y fármacos, por la aparición de un virus mortal e incontrolable, hubiera sido tratado de loco.
Realmente ha sido un año duro, tanto físico como psicológico.
Se han perdido vidas de familiares, amigos y conocidos, y donde nuestra manera de vivir, ha sido cambiada radicalmente para disgusto y malestar de todos.
Ahora con la aparición de las vacunas es el momento de tener mesura, grandes dosis de paciencia, y adoptar toda clase de prudencia, para que más pronto que tarde, volver a ser los de siempre, pero con algo aprendido y bastante más humildad.
Es el momento de hacernos todos autocrítica, y reconocer que como humanos no somos perfectos, pero que lo vamos a intentar para no desmorronarnos más veces.
Un saludo.
Se dice que el hombre (y la mujer) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
¿Por qué será?
Tal vez por eso de ser animales inteligentes, nos creemos que lo sabemos todo, que dominamos todo, que todo está para nuestro uso, abuso y disfrute.
Y así nos va.
Nos falta humildad, nos falta sensatez, nos falta imaginación, nos falta respeto a todo lo que la naturaleza nos da para poder sobrevivir y que la especie humana no sucumba como consecuencia de todo ello.
¿Aprenderemos algo de esta pandemia?
Tengo mis dudas.
Y quiera, Dios, que esté yo equivocado.
¿Cuántas veces tenemos que desmorrarnos en la misma piedra para aprender algo?
Me siento identificado. menos mal que Vd. corrige mis excesos, espero que sea la última vez.
Pues si bajamos de los 100 en un mes ya estamos zumbando para Nafarroa, la rioja o Revillalandia en semana santa, dicen…
personalmente pienso que el error mayor fue el de navidad, me sorprendió aquello de las reuniones de 10 y los «allegados». Personalmente pienso que si alguna fecha es propicia para restringir movimientos es la navidad, más que la semana santa o las vacaciones de verano. Todo no puede ser y sin la ola navideña que acabamos de «pasar» la situación sería otra en estos momentos, en los hospitales, sobre todo.