Los 50 del ‘Preparao’

Agradezco esta columna a los incontables lamelibranquios que, con motivo del medio siglo de vida alcanzado por el hijo del sucesor de Franco a título de rey, se han dejado el espinazo practicando el decúbito borbónico supino. Como verán si tienen la moral y el estómago de leer los títulos de las piezas del género succionador que les anoto a continuación, la monarquía española recién recauchutada dispone de un ejército de entregados plumíferos. Cuerpo a tierra.

Felipe, un rey aferrado a la ética. Felipe VI, el árbitro que pitó fuera de juego al secesionismo. Felipe VI, un rey ilustrado. De autoridad, poder y legitimidad. Un Rey para su tiempo: el Monarca que detuvo el golpe del 1 de Octubre. El Rey de una Monarquía útil y renovada. Felipe VI o el Rey que impuso su ley. El arte de hacer política de Felipe, «el Prudente». Cuando no hace falta ser Kennedy. Felipe VI y la Constitución: vidas paralelas. Felipe VI, un Rey para una España difícil. Abanderado de la mejor generación de olímpicos españoles. «Soldado» Borbón, o cuando «mandar es servir». Felipe VI, el mejor embajador posible para España. La Monarquía, cinco razones por la que es un sistema mejor. El Rey que recuperó el prestigio perdido de la Monarquía. Felipe VI: un reinado intenso y sin escándalos. El Rey que aguantó el desafío. Me gusta ser rey de un país donde todos los días amanece por el lado de la Constitución (viñeta). Lo que come en un día la reina Letizia. Un Rey ante la encrucijada de España. Una monarquía meritocrática. 50 años de la mejor Historia de España. Un hijo leal. El padre que se desarma con sus hijas. (Y tantísimos más.)

Adulando a Galeano

He participado, lo confieso, en los excesos fúnebres, casi juegos florales, en torno a Eduardo Galeano. No me disculparé por ello. Era casi un imponderable físico o aritmético. Incluso, diría, puro determinismo vital. Pertenezco a la última (o como mucho, penúltima) generación que se dejó deslumbrar por lo que llamaron y creo que aún llaman boom latinoamericano. Qué gracioso o todo lo contrario, anoto al margen robándole una idea al gran Bernardo Erlich, que el único superviviente de aquella explosión de la izquierda literaria sea el que pegó el enorme brinco a la derechaza, o sea, Vargas Llosa.

Qué divertido también, sigo señalando paradojas, que muchísimos de los que se vinieron arriba en la hemorragia laudatoria del uruguayo lo hicieran esgrimiendo a modo de biblia Las Venas Abiertas de América Latina. No hacía ni un año que su autor había reconocido sin reparos que en la época en que escribió el libro que tantos tuvimos como verdad revelada, sus conocimientos de economía y política eran manifiestamente mejorables. Aunque aseguró que no se arrepentía de haberlo firmado, sí dijo que sería incapaz de leerlo de nuevo, y añadió: “Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”.

Miren que Galeano fue un mago casi insuperable pariendo aforismos y frases redondas de apenas línea y media, pero encuentro pocas que me digan más que la que encabeza el entrecomillado. Ahí está el retrato de un tipo que no se dejó sobornar siquiera por su legión de aduladores. Bien es cierto —me apuesto algo— que la mayoría no se han dado por aludidos.