Fotogénicas tragedias

Las desgracias nunca vienen solas. Está comprobado. A su rebufo traen un cargamento de cámaras y otro de personajes públicos, mayormente políticos, siempre dispuestos a acompañar en el sentimiento a base de palmadas en la espalda y frases de ánimo de todo a cien. Como si los afectados no tuvieran bastante con lo que les ha caído encima, deben soportar que saquen su dolor en planos-detalle o que el Borbón suplente -el titular andaba en Suiza de bisnes– les suelte que ahora lo que tienen que hacer es “levantarse con fuerza”. Nos ha jodido mayo con la escala Richter. Lo dice él, que cuando termine de hacerse el cercano, saldrá pitando para su casuplón principesco, seguro de que lo encontrará en pie. Quitando que ahora las imágenes son en color, las cosas no han cambiado tanto desde que su bisabuelo visitó Las Hurdes.

En todo caso, lo del heredero de la corona española sólo ha sido un número más de la función para entretenimiento del populacho en que, según costumbre, se ha convertido el doble temblor de tierra de Lorca. Los cascotes que no deberían haber sido tan numerosos si se hubieran cumplido ciertas normativas han servido de escenografía para patéticos dós de pecho de actores más bien mediocres. De premio Anti-Max de teatro, la perorata de Zapatero: “El terremoto ha sido fuerte, pero España es más fuerte”. Alguien debería soplarle al oído que, aunque lo que ha sucedido ha sido muy grave, todavía quedan unas cuantas traineras de destrucción para que se parezca a lo de Japón.

Bien es cierto que sería en vano. Jamás dejaremos de estar abonados a la exageración, aunque nos conduzca a la misma antesala del esperpento. Que se lo pregunten al político vasco que, buscando una justificación a la desmesura de suspender la campaña electoral, dijo: “Hay muchos días a lo largo del año para expresar las ideas de uno, pero muy pocos para mostrar nuestra solidaridad con los murcianos”. Y se quedó tan ancho.

Barcina y la pintada

Yolanda Barcina ya tenía una foto en Basaburua. Se la sacó en el mismo rally donde, pasándose por el arco del triunfo el código de la circulación, completó el álbum de instantáneas que atestiguaban que, siquiera por unos segundos, había pisado las 272 demarcaciones sobre las que aspira ordenar y mandar con la vara de su padrino, Miguel Sanz. Pero a la coleccionista compulsiva de imágenes le debía de saber a poco ese retrato apresurado y clónico de los otros 271 que se hizo al lado de las placas con el nombre de los pueblos. Necesitaba que la inmortalizaran junto a un souvenir gráfico con más intensidad dramática, algo que la presentara -sobre todo, ante quienes no la conocen y, por tanto, son más fáciles de engañufar- con ese coraje pinturero de sus ex-socias San Gil, Otaola o Esperanza Aguirre.

¿Qué tal una pared de ladrillo cutremente blanqueada sobre la que una firme mano armada con spray negro hubiera escrito Gora E.T.A., así, con puntos entre las siglas, a la antigua usanza? ¡Fantástico! Esa era la idea. Y allá que se puso en marcha rumbo al norte el Barcibús, sin que nadie se parase a solicitar el pertinente permiso municipal para hacer un acto público. ¿Para qué? ¿Acaso el Séptimo de caballería mandaba una instancia a los pieles rojas para advertirles de su llegada? Esas formalidades no proceden en las acciones de conquista, o sea, de reconquista.

La intrépida comitiva llevaba lo necesario para adentrarse en tierra hostil. Como se sabe, al kit básico -atril, megafonía, carteles- hay que añadirle como elementos imprescindibles unos aguerridos periodistas que cuenten la hazaña al mundo. En este caso, además, era menester completar el lote con un puñado de entusiastas que hicieran de asistentes al mitin, pues no se esperaba que hubiera muchos nativos por la labor.

Todo salió a pedir de boca. La prensa afín da gozosa fe de ello. Sepa la Chula Potra quién reparte aquí las bofetadas.

Basagoiti y la batasunología

Con su habitual gracejo de aspirante a subcampeón de concurso de chistes escolares, Antonio Basagoiti se jactaba el otro día de que no pensaba hacer una campaña electoral de batasunólogos como las que, según él, nos van a atizar PNV y PSE. Apenas dos frases más allá, demostraba la firmeza de su promesa enredándose -también jocosamente, cómo no- con “estos de Bildu, Sortu o como se llamen”, y recitando de carrerilla el potito ideológico de su freudiano padre político (te quiero / te odio) Mayor Oreja: “Hay que impedir que Batasuna esté en las elecciones y bla, bla, bla”.

Eso, en el transcurso de un mismo acto. De aquí al 22 de mayo -¿hay algún pardillo en la sala que se apueste algo en contra?- diecinueve de cada veinte bocachancladas del líder del PP vascongado que veamos entrecomilladas incluirán las palabras ETA, Bildu, Sortu, Batasuna o cualquiera de los neologismos chisporroteantes paridos por el ínclito (Batasortu, Batabildu...). Si el programa de la formación gaviotil en España es igual a conjunto vacío con plumas de faisán, en Euskadi la nada es todavía más evidente. Les sacas a los malísimos de la ecuación y los mítines les duran lo que se tarda en decir hola y adiós. Que levante la mano quien conozca media propuesta vascopopular -en economía, educación, vivienda, da igual- libre de mojopicón identitario.

Otra campaña igual

No nos venda, pues, la moto, don Antonio, que la seguirá necesitando para hacerse reportajes melosos en la revista Telva o para poner de los nervios a López cuando acude a verlo dando el cante por la AP-68 cual Ángel del Infierno vestido de Tucci y cuero. Si algo va a haber en su cuestación de votos de cara a las municipales y forales va a ser batasunología. Hondonadas, que diría el gallego de Airbag, y en su versión más parda, además, que es en la que tiene el doctorado y los postgrados. Tampoco tiene que avergonzarse por ello. No va a ser, ni mucho menos, el único. Todos los partidos morderán el mismo polvo otra vez. Llevamos ya media docena de campañas fotocopiadas.

¿Cómo se corta con esta espiral de “no quiero hablar de ti pero hablo al decir que no quiero hablar de ti pero…” y así, ad infinitum? Sencillo: se deja de una pajolera vez que la izquierda abertzale ilegalizada se presente y se acaba la vaina. Los que tengan necesidad de pasar por dignos, pueden patalear un par de días, pero al tercero, se hacen a la idea de que ha empezado un tiempo nuevo y salen a la calle, como todo quisque, a tratar de camelarse al personal con propuestas. Si las tienen, claro.