Un año y un día desde que ETA anunció, en ese lenguaje suyo que tanto entretiene a filólogos vocacionales y descifradores de posos de café, el “cese de las acciones armadas ofensivas”. La noticia es que no es noticia o que si ha fungido como tal, ha sido simplemente por el apego que le tenemos a los aniversarios de lo que sea. Las efemérides no pasan de moda en el periodismo. De hecho, aquí tienen a otro plumífero enredando -o enredándose- con una. Sería demasiado cínico criticar lo que uno mismo practica.
Como contrapeso a tan poco original proceder, intentaré proponer en estas líneas una mirada que salga de los terrenos trillados por los que casi inevitablemente transitamos los que tenemos acceso a teclado o micrófono con balcón a la calle. Ya saben suficientemente de qué pie cojeamos cada uno y de qué materiales nobles e innobles están hechas nuestras obsesiones. No digo que no les aportemos nada, porque supongo que si se toman la molestia de leernos o escucharnos, sacarán algo en limpio, aunque sea la reafirmación de su discrepancia. Esta vez les pido que den un paso más y traten de escribir, siquiera mentalmente, su propia columna de balance de estos doce meses sin atentados. De eso iba lo del planteamiento novedoso que sugería.
Tal vez no les salga en el primer bote, así que les ayudo espolvoreando algunas de las preguntas que, siguiendo mi método habitual, yo mismo me hubiera formulado antes de ponerme a redactar. Por ejemplo: ¿Estamos mejor ahora que en septiembre de 2010? ¿Ha cambiado algo sustancial en nuestras vidas a lo largo de esta vuelta de calendario? ¿Ha variado el escenario político general? Si la respuesta a lo anterior ha sido afirmativa, ¿quiénes dirían que han trabajado a favor y quiénes se han dedicado a poner palos en las ruedas? ¿Hay alguna explicación a esas actitudes? Pueden añadir los interrogantes que se les ocurran. Ya les he dicho que era su columna.