Venga, va, la perra gorda para el PSE. Quería atención y la está teniendo. Ha conseguido, efectivamente, que corran ríos de tinta y saliva. ¿Por sus propuestas constructivas? ¿Por sus interesantes aportaciones? Más bien no. La sucursal regional de Ferraz debe su cuarto de hora de fama a un vídeo pochanglero, tan pésimamente hecho, que hasta el mensaje principal llega equivocado al espectador. Se entiende exactamente lo contrario que pretende acotar en su parrapla final —entonada de un modo manifiestamente mejorable— la candidata a lehendakari de una formación que está pregonando a grito pelado su terror a la irrelevancia.
De eso va la cosa en realidad: aunque al primer bote sentí la misma oleada de irritación que cualquiera, pronto la bilis se convirtió en una mezcla de pena y vergüenza ajena con vetas de resignación. Fíjense que ni siquiera creo que tras el artefacto audiovisual haya un asco genuino al euskera como parece desprenderse de su guión y ejecución.
Se trata, y ahí está lo triste, de un producto de siniestro laboratorio o Think Tank, como se dice en fino ahora. Buscando nichos de mercado —y tómenlo en sentido casi literal—, alguna luminaria determinó que el único espacio por pelear era el hediondo limo del antivasquismo más cañí. El mismo, claro que sí, por el que se las tienen a dentelladas los naranjitos, el ultramonte (sobre todo alavés) del PP y, desde luego, esa flatulencia llamada Vox. Más que un insulto, esta torpe incursión del PSE en el Donaldtrumpismo apenas llega a desgarrador último cartucho de quien ha concluido que, después de la dignidad, ya no le queda nada que perder.