Hace cuatro años

Mínimo recordatorio para quienes tienden a pensar que nada cambia. Hace cuatro años, cuando se convocaron las elecciones inmediatamente anteriores a las del próximo domingo, en la demarcación autonómica de Baskonia gobernaba la que aparece como cuarta fuerza en las encuestas actuales con el apoyo hasta hacía poco de la quinta. La segunda o tercera —según qué sondeo miremos— estaba recién relegalizada, pero fuera del parlamento, y la tercera (o segunda) ni siquiera existía.

Por entonces, ya llevábamos sufridos diez meses del rodillo inmisericorde del PP. Bajo la amenaza de la intervención —rescate lo llamaban, ¡qué joíos!— de la Unión Europea, Mariano Rajoy al frente de un ejecutivo compuesto por lo peor de cada casa había acometido la mayor ristra de recortes económicos, sociales y de libertad desde la muerte del bajito de Ferrol. Y era solo el menú degustación de la política de palo y tentetieso que seguiría en una legislatura literalmente interminable; tanto, que a efectos prácticos, y pese a dos citas con las urnas, todavía dura. Aunque ahora suene a pleistoceno, lideraba la oposición solo desde hacía medio año un tal Alfredo Pérez-Rubalcaba. Nada habíamos oído de Pedro Sánchez ni de Susana Díaz. A Pablo Iglesias le conocíamos cuatro frikis y Albert Rivera era una extravagancia de la Catalunya que ya había entrado en ebullición.

Volviendo a lo cercano, ETA aún no había cumplido el primer aniversario desde que parió su eufemismo “cese definitivo de la actividad armada”, y en la Diputación de Gipuzkoa y el ayuntamiento de Donostia gobernaba Bildu. Aunque lo parezca, el tiempo no pasa en balde.

Verstrynge el rojo

No era suficiente con Garzón, el gran ego pisoteador conspicuo y no arrepentido de derechos humanos que funge de lo contrario. Ahora en primera línea de pancarta y de cámara en los programas del rentable género protestil se ha situado Jorge Verstrynge. Entre que unos son demasiado jóvenes y otros, demasiado desmemoriados —o voluntariamente olvidadizos, que tiene más delito—, un jolgorio propio de colegio de monjas el día que se explica lo de la semillita acompaña sus parraplas y sus bravatas. No me joroben que nos va enseñar lo que es la izquierda un tipo que tiene en su currículum algún costillar de rojo quebrado a cadenazos. ¿Que no está probado que los arreó? Venga, va. Pongamos que no tuvo la presencia de ánimo o la ocasión de atizar los físicos. Los intelectuales están en las hemerotecas en publicaciones tan revolucionarias como la revista de Fuerza Nueva y/o en opúsculos varios a mayor gloria de José Antonio y toda la quincalla azul mahón.

“Feerstrynnnge”, pronunciaba de modo inimitable su apellido Manuel Fraga Iribarne, que fue su ídolo, su mentor y el que veinte años después de haberlo amamantado, lo largó de una patada en el tafanario justo a tiempo de evitar una dolorosa traición. Eso también está documentado. El pupilo rebasaba por la derecha al maestro. Se le había quedado demasiado blandita, amén de pequeña para sus aspiraciones, aquella Alianza Popular que no acababa de cobrar la herencia del bajito de Ferrol ni siquiera cuando se vino abajo la tramoya de UCD.

No me hablen del derecho a la evolución, por favor, que eso es algo sagrado y respetable. No procede en este caso, más explicable por el resentimiento —¡Os vais a joder, menudo soy yo!— y un narcisismo que se escapa de los manuales. Así se escribe la historia, es decir, la historieta. No es anécdota sino categoría que el gran defensor de los desahuciados sea un menda con un porrón de inmuebles en propiedad.