De buena tinta

¿Así que Iñigo Martínez al Athletic por un pastón y Garbiñe Biurrun, candidata a lehendakari de Podemos, eh? Con estos ojitos y estos oídos que se van a merendar los gusanos lo leyó y escuchó aquí su seguro servidor. Lo proclamaban a todo trapo los grandes visionarios de este oficio de tinieblas tirando de su proverbial suficiencia de agáchate y hazme una churrupaíta.

No hablo solo de las primeras páginas donde ambos pronósticos fallidos —ofrecidos, ojo, como hechos consumados— han quedado para los restos como monumentos al fiasco anticipatorio. Si cabe, me encabronan más esos y esas colegas (por mentarles de algún modo) que recorren los corrillos impostando gran misterio antes de soltar con soniquete de orgasmo clitoridiano lo que el dúo Gomaespuma llamaba elsupernoticiónquetecagas.

Fui testigo de refilón de cómo varios de estos Nostradamus de lance iban contando a quien les saliera al encuentro que la candidatura morada de la jueza Biurrun era cosa hecha desde el pleistoceno inferior. En su versión, se estaba dejando pasar el tiempo para disimular. Me recordaron un huevo a aquel otro clarividente del copón que la víspera del atentado de ETA en la T4 me aseguraba, citando contactos “de muy dentro”, que la tregua era irrompible. Ni una semana después del bombazo, el tipo presumía de haberlo anunciado. Siguiendo idéntico patrón, hoy es el día en que los difusores del chauchau de la magistrada van con el mentón enhiesto y sonrisa picaruela alardeando de haber tenido noticia antes que nadie del rechazo de la oferta para encabezar las listas moradas al parlamento vasco. No hay quien pueda con ellos.

Teresa en prime time

Supongo que era previsible, pero no por ello menos decepcionante. Antes incluso de abandonar el hospital, Teresa Romero concedió su primera entrevista exclusiva, que en traducción a los usos y costumbres de la prensa de unos decenios a esta parte, quiere decir pagada. Seguramente la auxiliar felizmente curada de ébola ha recibido un pico. Es de imaginar que habría subasta previa con abundancia de postores de chequera alegre. El gramo de intimidad semivirgen tiene un precio, y los que entienden de esto porque están todo el día a pie de mercado sostienen que merece la pena rascarse el bolsillo. Hay tal demanda, que la inversión se rentabiliza casi instantáneamente. Eso también debería hacernos pensar.

Por lo demás, no tengo nada que reprochar a Teresa. Tanto ella como su marido están en su derecho de meterse por su propio pie en la irresistible pasarela de la fama de aluvión. Sospechando que de poco va a servir, les aconsejaría, eso sí, que fueran con tiento. Más que nada, porque los que ponen las reglas son profesionales que no se andan con sensiblerías. En cuanto el respetable pierde el interés, que puede ser muy pronto en un caso como este, se mueve el banquillo y sale a los focos, qué sé yo, la Pechotes, que es ahora mismo una de las piezas más cotizadas de las casquerías mediáticas.

Eso, sin perder de vista los niveles de crueldad que gastan los consumidores del género. Lo suyo no son las medias tintas. Pasan en décimas de segundo y sin causa aparente de la adoración absoluta al odio más visceral. Y cuando eso ocurre, es muy tarde para protestar. Aunque no esté escrito, viene en el contrato.

La discreción y tal

Cuando el miércoles a mediodía escuché que el lehendakari no había querido confirmar ni desmentir si se había reunido con Rajoy, supe que la respuesta era sí. Aposté contra mi otro yo a que esa misma tarde, hacia la hora del Teleberri o los telediarios, el chachau estaría en los titulares. También hice una terna mental de los posibles firmantes del scoop y me sonreí al pensar que en la narración se emplearía la descuajeringante fórmula “fuentes conocedoras del encuentro”, que viene a ser la actualización del “Me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca”. Quizá con la salvedad de que aparecieron más padres de la exclusiva de los que había imaginado, el resto se cumplió milimétricamente. Nadie piense que tengo poderes extrasensoriales ni una capacidad de análisis del copón de la baraja. Es una cuestión de años de oficio asistiendo a la repetición de idéntica jugada, a veces con aburrimiento, otras con cabreo, y las más, con una enorme sensación de incredulidad ante la reiteración de la coreografía.

De este caso en concreto, me queda la duda sobre cuál de las dos partes exigió la discreción y cuál la rompió. Puesto que el Gobierno vasco llevaba pidiendo públicamente la cita desde la noche de los tiempos, intuyo que la solicitud de chitón partió de Moncloa, mayormente, para que no se le revuelva más la talibanada. En cuanto al origen del chivatazo, paso palabra, porque bien podría ser incluso doble, simultaneo y, si me apuran, hasta pactado, como ha ocurrido en tantas y tantas oportunidades.

Si les vengo con este cuento, aparentemente para muy cafeteros, es para que pongan en cuarentena cualquier cosa que les cuenten. O que les contemos, que aquí nadie es inocente. Y como es posible que esto lo esté leyendo alguno de los muñidores del backstage, aprovecho para enviarles un saludo cariñoso y para recordarles que cuando se ha querido, ha habido encuentros de los que no se ha enterado nadie.