Elogio de Rajoy

No, no se han equivocado de periódico. Y tampoco vean el menor asomo de ironía en el título que encabeza estas líneas. Es cierto que hay un tantito así de ánimo provocador en el enunciado, pero hay más de aviso a navegantes confiados. Quien tenga al líder del PP por ese individuo gris, indolente y hasta calzonazos que nos han pintado y por ello lo arrumbe inofensivo, que vaya temblando después de haber reído. El seguro futuro presidente del Gobierno español es, bajo esa apariencia de encarnar justamente lo contrario, uno de los políticos más competentes y habilidosos que ha dado la piel de toro en los últimos años. Sería una temeridad que lo pasaran por alto los que, a no tardar mucho, habrán de vérselas con él en el cuadrilátero.

Mucho ojo con el registrador de la propiedad pontevedrés. No es que las mate callando, es que directamente convierte la eliminación de michelines en una de las bellas artes. Ya lo tenía acreditado con la fumigación inmisericorde de buena parte de la vaquería sagrada del partido. Sólo Álvarez Cascos, que es otro Godzilla de la vida pública, se le ha ido de rositas. Ya habrá tiempo de que le aparezca en la cama una cabeza de caballo como la que encontraron en su día Zaplana, Acebes o la misma San Gil, que todavía anda ladrando su rencor por las esquinas del ultramonte donde le dan bola.

Pero si Rajoy consiguió que la poda de la vieja guardia casposa pareciera un accidente, con la ejecución sumarísima de Francisco Camps se ha superado. Directamente ha hecho que simulara un suicidio o, como le ha gustado contarlo a la prensa adicta, una inmolación. Sin salir de la sombra, que para algo están los bocachones de corps como González Pons o Soraya, el exterminador con aspecto de viajante se ha librado de un furúnculo y se ha echado un mártir al coleto. Máxima eficacia, nula exposición. Y ahora, a esperar el paso del próximo cadáver por su puerta. Se llama José Luis.

Los que ya no son de los suyos

Un amigo asturiano me envió un sms el día de añonuevo que, para variar, no contenía los edulcorados buenos deseos sobre los que me explayé en mi última parrapla, sino un chiste que corría por la tierra dinamitera: “El PP se ha bebido toda la sidra y ha devuelto los cascos. Toma ya 2011”. Semanas antes había hablado con el remitente de la chanza y ambos habíamos dado por sentado que todo el ruido del Sella se iba a quedar en pocas nueces y que Francisco Álvarez-Cascos sería el candidato de los populares a la presidencia del Principado. Quedan demostradas una vez más mis capacidades proféticas. En mi descargo puedo alegar que no me entraba en la cabeza que un quítame allá esos egos y esas riñas del pasado iba a hacer que Rajoy se fumigase al que todos señalaban como seguro ganador de las próximas elecciones autonómicas. Y tampoco tenía muy claro que, una vez defenestrado, el otrora pintado como doberman iba a romper el carné del partido que él mismo fundó y al que empujó a esa mayoría absoluta de tenebroso recuerdo por estos pagos.

De Vestrynge a Arregi

Que se vayan preparando en Génova 13. La historia de la política, y especialmente la de la reciente, es la demostración de que no hay peor enemigo que la astilla rebotada de la propia madera. En las mismas filas gaviotiles está el caso de Jorge Vestrynge, que cuando recibió la patada hizo en un solo salto el tránsito de la extrema derecha al posmarxismo con toques maoístas. Cierto es que no se comió un colín y tuvo que emigrar a Latinoamérica a pregonar el hombre nuevo. Otros disidentes de sí mismos han hecho mejor fortuna. Que se lo pregunten a Rosa Díez, la consejera viajera del bipartito presidido por Ardanza en los tiempos de la mesa de Ajuria Enea. Todos la teníamos como una dócil aparatera del PSE, pero un día le explotó el ego y aspiró primero a la secretaría general del socialismo vasco y luego, a la del español. Perdidos ambos envites, juró odio eterno a sus antiguos compañeros, y ahí está, haciendo sietes en los cocientes de la Ley D’Hont, amén de como política más valorada en los sondeos del CIS.

Qué decir de Emilo Guevara, que inspiró a Arzalluz aquella maldad sobre los “michelines que sobraban en el PNV”. Con el tiempo, acabó redactando la contraprogramación socialista del llamado Plan Ibarretxe. Y para nota entre los que pasan la segunda parte de su vida arrepintiéndose de la primera, Joseba Arregi, de quien no creo que sea necesario extenderse en explicaciones. Moraleja: cuidado con los que dejan de ser de ser de los suyos.