La (in)Justicia es así

No hacía falta leerse los miles de folios del sumario. Bastaba haber escuchado las grabaciones de las patéticas conversaciones —amiguito del alma por aquí, besito por allá— para ver toda la inmundicia en la que andaba metido Camps. Pues ahí lo tienen, libre como el viento y agradeciendo con su sonrisa vampiresca, ¡vaya huevos!, el apoyo de la “España limpia” (palabras literales) que le ha quitado de encima el marrón. Es “no culpable” porque lo han decidido cinco tipos elegidos al azar de entre un censo que, eso sí que duele, lo votaba por mayoría absoluta a pesar de (o tal vez por) su currículum con olor a podrido. Viene a ser como si los socios del Madrid tuvieran que imponer una sanción a Pepe por el pisotón alevoso a Messi. Un atropello a plena luz del día y con recochineo ante el que, para colmo, hay que callarse so pena de ser tildados de irrespetuosos con el sacrosanto Estado de Derecho funcionando a pleno pulmón.
Pues que le vayan dando al tal Estado de Derecho con E y D mayúsculas. Bastante bien lo conocemos en esta tierra donde si se oye ruido en la puerta a las cinco de la madrugada nunca es  aquel lechero que decía Churchill. Cualquier intento de tener un gramo de fe en las togas se nos ha ido por el desagüe a fuerza de tragar una arbitrariedad tras otra, no pocas veces acompañadas, además, por una ración de jarabe de palo. Y si alguna vez hemos salido bien librados de una, ha sido más por pura chamba o porque había una riña de familia político-judicial que por aplicación de los fundamentos de legalidad.
Pero como no hay situación horrible que no sea susceptible de empeorar, el mismo día de la suelta con todas las bendiciones de Camps, el nuevo ministro español de Justicia ofreció un menú degustación de lo que se nos viene encima. Cadena perpetua, doctrina Parot a todo trapo y, de propina, establecimiento de tasas para que que sólo litigue quien se lo pueda permitir.

Elogio de Rajoy

No, no se han equivocado de periódico. Y tampoco vean el menor asomo de ironía en el título que encabeza estas líneas. Es cierto que hay un tantito así de ánimo provocador en el enunciado, pero hay más de aviso a navegantes confiados. Quien tenga al líder del PP por ese individuo gris, indolente y hasta calzonazos que nos han pintado y por ello lo arrumbe inofensivo, que vaya temblando después de haber reído. El seguro futuro presidente del Gobierno español es, bajo esa apariencia de encarnar justamente lo contrario, uno de los políticos más competentes y habilidosos que ha dado la piel de toro en los últimos años. Sería una temeridad que lo pasaran por alto los que, a no tardar mucho, habrán de vérselas con él en el cuadrilátero.

Mucho ojo con el registrador de la propiedad pontevedrés. No es que las mate callando, es que directamente convierte la eliminación de michelines en una de las bellas artes. Ya lo tenía acreditado con la fumigación inmisericorde de buena parte de la vaquería sagrada del partido. Sólo Álvarez Cascos, que es otro Godzilla de la vida pública, se le ha ido de rositas. Ya habrá tiempo de que le aparezca en la cama una cabeza de caballo como la que encontraron en su día Zaplana, Acebes o la misma San Gil, que todavía anda ladrando su rencor por las esquinas del ultramonte donde le dan bola.

Pero si Rajoy consiguió que la poda de la vieja guardia casposa pareciera un accidente, con la ejecución sumarísima de Francisco Camps se ha superado. Directamente ha hecho que simulara un suicidio o, como le ha gustado contarlo a la prensa adicta, una inmolación. Sin salir de la sombra, que para algo están los bocachones de corps como González Pons o Soraya, el exterminador con aspecto de viajante se ha librado de un furúnculo y se ha echado un mártir al coleto. Máxima eficacia, nula exposición. Y ahora, a esperar el paso del próximo cadáver por su puerta. Se llama José Luis.