La decisión de Ferraz

O servidor no entiende definitivamente nada, o el PSOE ha asumido que su papel está en la oposición. No hablo solo de Susana Díaz y los barones tocapelotas de costumbre. De la escucha atenta de lo que van diciendo otros portavoces nada sospechosos de grancoalicionitis, se diría que no se ven montando el mismo psicodrama bufo que tras el 20-D. Si aquello tuvo algún sentido porque la matemática, aunque fuera forzándola, podía desembocar en milagro, ahora no hay caso. Con 52 escaños menos que el PP, la bofetada del hipotético socio morado y el coscorrón de Ciudadanos, rozaría lo patético intentarlo.

La cuestión está en las apariencias. Navajazos y cargas de profundidad aparte, supongo que de eso irá el Comité Federal del sábado. Se trata de buscar el modo más decoroso —o en su defecto, el menos indecoroso— de hacerse a un lado y dejar que gobierne Rajoy. Salir a comunicarlo se antoja la deglución de un sapo con tamaño de elefante, pero alguien tendrá que hacerlo. O eso, o imitar el tancredismo del que sigue estando en funciones, dejar que la cosa se pudra y, vade retro, tener la culpa de la convocatoria de unas terceras elecciones.

¿Llegará tan arriba la riada? Con los precedentes, no me atrevo a apostar, pero sí a apuntar en voz baja que cuanto antes se pase ese trance, antes estarán los herederos del Pablo Iglesias original en la siguiente pantalla del videojuego. Algo que deberían celebrar, teniendo en cuenta que para estas alturas no pocas cábalas daban por consumada la pasokización, o sea, la irrelevancia total. Liderar una oposición leonina al PP y ver qué pasa luego no parece tan mala alternativa.

Ojalá gane Podemos (2)

Arrastro una maldición que, de alguna manera, yo mismo me he labrado. Como soy pródigo en ironías, cuando hablo en serio, (casi) todo el mundo me toma a chunga. Ayer, sin ir más lejos, me hinché a recibir codazos cómplices, guiños, pescozones cariñosos y pulgares hacia arriba en Facebook que, seguramente, no me correspondían. También puyas y puñetazos dirigidos al plexo solar por hacer gracias de cuestiones solemnes. Palabrita del niño Jesús que no bromeaba cuando expresaba mi deseo —diría mi anhelo— de que Podemos arrase en las próximas elecciones generales ni cuando rogaba encarecidamente que se adelante a ya pero ya la cita con las urnas. Léanme los labios: no siendo ni de lejos pablista (y menos, monederista), he llegado al convencimiento de que lo mejor que puede pasar —o si quieren, lo menos malo— es que los morados alcancen el poder cuanto antes.

Para empezar, mucho peor que el PP no parece que lo puedan hacer. Y si la otra alternativa es la gran coalición, que apenas llegaría a mediana, para volver a colarnos la jugada de 1978, qué quieren que les diga: me arriesgo con lo malo por conocer. ¿Cuánto de malo? Pues ahí estará la gracia y/o la desgracia. En los diez meses de fulgurante subida, Podemos se ha comportado como ese cuñado instalado en la certeza de que los demás no tienen ni puta idea. Cualquiera que haya padecido esta peste familiar sabe que la vaina se acaba en cuanto al pavo en cuestión le pones el destornillador en la mano y le dices: “Hala, majo, ahora lo haces tú, a ver qué tal”. Es urgente cederles la caja de herramientas y observar cómo se les da pasar de las musas al teatro.