Siria existe

Vaya por Dios, Siria existe. O sea, vuelve a existir a efectos informativos. Tampoco se crean que cosa de mucho. Un visto y no visto para variar la dieta. Eso sí, exagerando la nota dos huevas y pico con las advertencias de repertorio sobre la tercera mundial, esa misma que es inminente, con más o con menos visos de certeza, desde que terminó la segunda. Si supiéramos o quisiéramos contar, quizá nos llevaríamos el susto de ver que desde entonces ha habido alguna que otra contienda planetaria más.

Bueno, y si no, siempre está lo de la guerra fría, socorrido apelativo que estos días también ha regresado al vocabulario oficial. Hasta el baranda de la ONU, Antonio Guterres, lo soltó el otro día, después de que se consumara la amenaza del chulopiscinas que manda en la presunta primera Democracia del globo. Al final solo fue la puntita, tres docenas de misiles “bonitos, nuevos e inteligentes” que habrá que mandar reponer para que la economía no se pare. Una de farol, pero sin pasarse, bastante para que Putin suelte unos cagüentales, aunque no suficiente (o eso parece) para que responda con una escabechina.

Todo, no sé si han reparado en ello, como respuesta a la “intolerable utilización de armamento químico”. Como si las otras bombas que hacen picadillo a seres humanos fueran de recibo. Descomunal hipocresía, perfectamente equilibrada, ojo, con la de quienes aprovechan el viaje para desempolvar el rancio argumentario de carril que señala a la malvadísima comunidad internacional, pasando por alto que la mayor responsabilidad de este conflicto en concreto es de las banderías locales que lo protagonizan.

Revival cubano

Ciertamente, no soy un gran experto en política internacional, pero me llega, creo que como a todo al mundo, para comprender el carácter histórico del anunciado deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos… o viceversa. No estoy tan seguro, sin embargo, de que la cuestión se pueda vender como una grandiosa victoria del pequeño y corajudo caimán sobre el monstruo imperialista de siete cabezas. Quizá sí sobre la gusanera de Miami, entendiendo por tal, no a todos y cada uno de los exiliados, sino a los elementos de extremísima derecha que, igual que hace cada colectivo que vive de la bronca, andan ladrando su cabreo por este principio de entendimiento. Tampoco digo, ojo, que se pueda atribuir el triunfo a Washington, porque fue el mismo Obama quien reconoció que  el líder del mundo libre llevaba 55 años haciendo un pan con unas hostias. ¿Y si lo dejamos en un éxito tardío del sentido común combinado, seguramente, con un puñado de intereses que no se dejarán fotografiar?

Siendo, según coincidencia bastante general, el episodio que pondría fin a la guerra fría, resulta sorprendente (o tal vez, ilustrativo) que haya despertado actitudes y proclamas propias de la época que supuestamente se entierra. Desde que los teletipos atronaron con la noticia, se ha desatado un peculiar revival de furibundos anticastristas y procastristas desorejados, los unos con su sulfuro con hedor a fascistela, y los otros, con la proverbial ceguera voluntaria hacia las incontables imperfecciones (sí, es eufemismo) de un régimen que ha demostrado no ser el que muchos soñamos. La verdad, suena todo muy antiguo.