El elegido en Caracas

He visto cosas que vosotros no creeríais. ¿Atacar naves en llamas más allá de Orión? Bah, eso es una menudencia al lado de la llegada del adelantado Albert Rivera al aeropuerto internacional de Maiquetía-Simón Bolívar cual si fuera la reencarnación engominada del Mesías. O de Messi, que fonéticamente suena parecido. Flashes para cegar un ejército, cámaras y micrófonos a machaporrillo —cualquiera lo diría, con la falta de pluralidad informativa, ¿eh?—, escoltado por Lilian Tintori, ya más célebre que su entrullado marido, el tal… ¿cómo se llamaba? ¡Y la radio y la televisión públicas de España abriendo a todo trapo con la noticia, lo mismo que cuarto y mitad de los medios privados!

Más allá del patetismo y la insoportable sensación de vergüenza ajena, ese racimo de imágenes acompañadas por las membrilladas que soltó el gachó ofrecen el nivel exacto de lo que es la política española. Un mindundi de pies a cabeza que no ha empatado un partido en su vida aclamado como esperanza blanca de no se sabe qué democratización pendiente de Venezuela. Vuelvo a preguntarme de dónde saca para tanto como destaca, y a no esperar respuesta, por lo evidente: tiene unos chulos con mucho parné el figurín. Será por pasta. Se dejarán lo que sea para hacerlo pasar por un hombrecito, que después del 26 de junio, a medio bien que salgan las cosas, llegará el momento de cobrar con intereses.

Y por lo que toca a la oposición que agasaja con tal exceso a semejante nadería en mangas de camisa, enorme retrato también. Vaya unas personalidades internacionales para darle lustre a su bisnes. Maduro, ríndase, le tienen rodeado.

Poder a Podemos

Como sabrán a poco que le echen un ojo a estas líneas, no soy el fan número uno de Pablo Iglesias, pero empiezo a bendecir la hora en que emergió de entre los lodos para liderar —no caben dudas sobre el verbo— un movimiento que solo con una ceguera cósmica puede ser considerado una anécdota. Mis recelos respecto a forma y fondo, que no son escasos, ceden ante la evidencia palmaria del tantarantán que la irrupción de Podemos está provocando en el cementerio de muertos vivientes que es la política española. Para acrecentar mi sorpresa (y mi gustirrinín), los afectados por el tembleque, en lugar de disimular como haría cualquiera bregado en los mil navajeos del poder, reaccionan con un histerismo que sobrepasa lo patético. ¿Es que nadie les ha explicado el mecanismo del bumerán? ¿No se dan cuenta de que con cada uno de los esperpénticos titulares que le lanzan al colodrillo a Iglesias, amén de no hacerle ni cosquillas, lo único que consiguen es agigantar su leyenda? Poco parecen haber aprendido en la guerra del norte o, más recientemente, en la contienda catalana: un exabrupto grotesco equivale a un simpatizante más de la causa contraria.

Tan atribulados y presos de la congoja están los dueños del balón, que incluso lo dejan por escrito. Ayer el que fuera diario de Pedrojota hasta que el de los tirantes cruzó la última frontera gaviotil remataba tal que así su editorial pro-regeneracionista: “PP y PSOE tienen que capitanear ese movimiento de limpieza política que vuelva a ilusionar a la gente, única forma de impedir el ascenso de Podemos”. Tracatrá. Lampedusa volvió a morirse, esta vez de risa.