Hubo reunión, pero no la hubo

Bajé hace un tiempo del pedestal a la gran deidad del periodismo Ryszard Kapuściński y, metido en gastos de sacrílego, últimamente me he atrevido a darle la vuelta a una de sus sentencias universales. Decía el polaco, y así se titula su catecismo más famoso, que los cínicos no sirven para este oficio. Yo pienso exactamente lo contrario. Creo que son las almas blancas y puras las que no tienen bola que rascar en el quehacer este de tratar de enterarse de cosas y contárselas a los demás. Sin un cierto grado de retorcimiento en el colmillo, sin conchas de galápago o resbaladizas plumas de pato, sin la malicia para marcar a la derecha con el intermitente antes de girar a la izquierda, no hay forma de resguardar el estómago de úlceras en el mester de juglaría contemporáneo. A veces, ni aún así, que por algo los plumillas estamos entre los mayores consumidores de antiácidos.

Voy de la teoría a la práctica. Tomar esa distancia aparentemente caradura me está ayudando a no terminar hecho un ocho en el penúltimo enredo de las reuniones entre el PSE y la Izquierda Abertzale ilegalizada, de sus consecuentes repercusiones en el pacto sociopular y, en el mismo rebote, en el actual escenario político. Y ahí les acaba de quedar escrita la palabra clave: escenario. No olviden nunca que esto es una función donde tiene que haber arlequines, polichinelas, pierrots y demás personajes, algunos hasta repetidos.

Antón Pirulero

Basándome en esa premisa, que ya es tramposa de origen, soy capaz de pensar al mismo tiempo y sin contradicción que el famoso encuentro se celebró y que no tuvo lugar jamás. Lo primero me consta porque lo ha publicado este mismo periódico y, de propina, el de la acera de enfrente. Lo segundo es más difícil de explicar, así que dejémoslo en que me lo trago porque me conviene, igual que de niño me resultaba más ventajoso creer en los Reyes Magos que no hacerlo. Lo de “La verdad os hará libres” es un buen eslogan, pero no mejor que “El algodón no engaña” o “Si quieres tener salud, come pipas de la Cruz”.

Dejémonos, pues, de grandilocuencias. Sólo estamos una vez más en otra edición de Antón Pirulero, donde cada cual tiene que atender a su juego para no pagar prenda. El PSE y la Izquierda Abertzale tienen que reunirse y decir que no lo han hecho. Al PP le toca ofenderse muchísimo y amenazar con romper la Santa Alianza, sabiendo que de momento no lo hará porque afuera hace frío. Los periodistas cínicos debemos hacer como que el asunto carece de trascendencia aunque la tenga por arrobas.

Anatomía de una gran pifia

La antología de la humillación política tiene desde anteayer un hito -iba a escribir “mojón”, pero la polisemia de tal palabra me frena- difícilmente superable. Relatarían los cronistas deportivos que ni los más viejos del lugar recordaban que un partido de la oposición se permitiera la demasía de hacerle los deberes al Gobierno, dejárselos sobre la mesa y apartarse con gesto torero para que los flashes -”lo importante es la foto”, ya saben- inmortalicen al alumno tardo recogiendo el “cum laude” de mérito ajeno.

Nos dirá el PNV, y le creeremos, que su abnegado empecinamiento negociador a beneficio de terceros prueba que en su escala de valores está primero el interés general y luego los votos. Pero como la miel y las hojuelas a veces son compatibles, no hay que ser Maquiavelo para comprender que además de los 472 millones de euros rascados junto a una transferencia que es prácticamente un incunable legislativo, en la misma jugada ha conseguido hacer que su adversario quede como Cagancho en Almagro. Mérito de los jeltzales, no vamos a decir que no, pero como casi todo gol en propia puerta, producto de una gloriosa cantada de la defensa lopecista.

La moviola

Como la actualidad va a trompicones y la algarabía informativa hace que nos perdamos detalles decisivos, es necesario rebobinar y congelar la imagen, como en la entrañable moviola de Ortiz de Mendívil. El momento crucial, los polvos que trajeron estos barros, la visa para un desastre adquirida por el actual inquilino de Ajuria Enea, se produjo hace aproximadamente un mes. Ante el anuncio de la negociación presupuestaria y el aviso de que los cromos en almoneda eran las dichosas políticas activas, el PSE optó por el pretendido ataque de cuernos. Al quite, la prensa cizañera se comportó como hacen los amigos que convierten en innecesarios a los enemigos: venga y dale con la monserga de la ofensa de Ferraz/Moncloa a su sucursal vasca, raca que raca con la inminente ruptura del gobierno que había devuelto la alegría de vivir a este pedazo de Vardulia.

Cualquier asesor de imagen que hubiera leído las andanzas de Pío Cabanillas, aquel de “no sé quiénes, pero hemos ganado”, habría recomendado ponerse a la cabeza de la manifestación. Si, además, conociera las obras de la moralista Isabel Pantoja, habría aconsejado, de propina, “sacad dientes, que les jode”. Después de eso, cuando el pescado estaba bajo el brazo de Urkullu y Erkoreka, el lehendakari sale con el sello y dice que lo acordado lleva su visto bueno. ¿A que no cuela?