Politiqueo bastardo

Los pesimistas irredentos tenemos una máxima que se basa, no tanto en nuestra condición de cenizos, como en la tozuda constatación de los hechos: ninguna buena acción queda sin castigo. La penúltima víctima de la maldición a nuestro alrededor es el recién nombrado consejero de Empleo y Políticas sociales del Gobierno vasco, Ángel Toña. Manda muchísimas pelotas que, además de ver su intachable trayectoria de muchísimos años arrastrada por el barro, haya tenido que poner su cargo sin estrenar a disposición de la Comisión del Código ético… ¡justamente por haber actuado conforme a la ética defendiendo a los más débiles frente a la infame Ley Concursal, que es el complemento y martillo pilón de la Reforma laboral!

Bonito retrato de los que han ejercido de acusicas esgrimiendo un supuesto incumplimiento de la legalidad (española de pura cepa, por cierto) como causa para destituir a Toña. Que Borja Sémper, compañero de mil y un imputados que no se bajan del cargo ni por error, nos suelte una charla sobre la ejemplaridad es un puñetero chiste malo. Pero es mucho peor que EH Bildu, una formación que reclama la insumisión a las leyes injustas y se dice aliada de los currelas, saque el zurriago contra un tipo que actuó en conciencia para evitar a los trabajadores los daños de una norma arbitraria.

Queda como consuelo que allá donde el politiqueo se ha demostrado cutre y bastardo, hayan venido los cuatro grandes sindicatos en una unidad muy poco frecuente a respaldar sin fisuras y con un lenguaje rotundo la conducta de Ángel Toña en el caso por el que se le ha querido enmerdar. Ese gesto sí es honrado.

426 euros

La España de Los santos inocentes no pasa de moda. Qué magnánimos son los señoritos del cortijo, que en vez de gastárselo en aeropuertos sin aviones o juguetes de matar, dan una limosna a esos menesterosos que para no ofender la sensibilidad de los castos y pacatos llaman “parados de larga duración”. 426 euros al mes hasta junio, a ver si pican, y en mayo florido estos desgraciados echan en la urna la papeleta correcta. Populistas, ya saben, son los otros. Los dueños del trigo no tienen que predicar; les basta soltar unos granos en el suelo y convocar a las gallinas: pitas, pitas, pitas…

¡Ayuda! Nos colocan como ayuda un miserable aguinaldo durante medio año que, para colmo, ni siquiera llegará a la inmensa mayoría de sus teóricos destinatarios. De entrada, despídanse los parados de las demarcaciones autonómica y foral de Euskal Herria, porque el óbolo es incompatible con los respectivos sistemas de protección básica. Eso viene en la letra pequeña, junto a dos docenas de excepciones que limitan hasta el mínimo el número de posibles beneficiarios.

Lo tremendo, aunque no sorprendente a estas alturas de la claudicación sindical impúdica —¿o se trata de venta sin matices?— es ver en la foto del acuerdo las jetas de los barandas de UGT y Comisiones Obreras, más sonrientes incluso que Rajoy, Báñez y la dupla patronal, compuesta por Rossel y su antagonista Garamendi. Si esos son los agentes sociales, mejor no saber cómo serán los antisociales. En los días en que estamos, la imagen ilustraría perfectamente un christmas: Méndez y Fernández Toxo, qué pena y qué rabia tan grandes, posando en su pesebre.

Pecados sindicales

Lo malo de guardar cadáveres en el armario es que un día se revienta el cierre y toda la colección de esqueletos queda a la vista, entre otros, de quienes llevan anotadas en la libreta negra dos docenas de cuentas pendientes contigo. Es lo que les está pasando estos días a Comisiones Obreras y UGT, que por haber sido malos convocando una huelga, tienen a la caverna en pleno sacándoles los colores so pretexto de los liberados. Hay en la cacería, claro, quintales de demagogia y no hace falta ser Pitágoras para deducir que las cifras de vagos con carné que alimentan los escandalosos titulares están atiborradas de Botox. Pero hasta la conciencia más obrerista del orbe sabe que, esta vez sí, algo debe de tener el agua cuando la maldicen.

La ecuación “enlace sindical igual a tocapelotas profesional” no es patrimonio ni invento de la propaganda de los enemigos de clase, si es que sigue habiendo tal cosa. Cualquiera que haya pasado una temporada en una empresa -no te digo nada si es pública- sabe que no es una leyenda urbana lo de los jetas que alargan sus vacaciones hasta infinito gracias a las horas que presuntamente son para la defensa de los intereses de sus compañeras y compañeros. Lo incomprensible es que esta fauna conviva en aparente armonía con quienes sí se dejan las cejas en la mejora de las condiciones laborales. Y más aún, cuando los auténticos esforzados de la pelea obrera tienen que arrastrar el mismo sambenito de gualtrapas rascabarrigas que quienes han acreditado serlo.

Los sindicatos tienen mil asignaturas en quinta convocatoria, pero tal vez una de las más urgentes sea la de sacar a latigazos de su templo a los mercaderes y trapicheros que han hecho nido fácil en ellos. Negar la evidencia, mirar hacia otro lado, hacerse los ofendidos o las víctimas de no sé qué campañas orquestadas por el malvado capital no les va a hacer favor alguno. Su ya pésima imagen crece al ritmo de la de “El Rafita” y su credibilidad va camino de la fosa de las Marianas.

Hace unos meses, después de una entrevista, le solté toda esta perorata en privado al secretario general de una de las centrales. Su respuesta fue que, a pesar de todo, cuando los trabajadores tienen un problema, siguen dirigiéndose a su sindicato para que se lo resuelva y que las cifras de afiliación se mantienen en unos niveles más que satisfactorios. Sin darse cuenta, me estaba diagnosticando el problema: hoy los trabajadores pagan la cuota a los sindicatos porque les sale más barata que la de Legálitas.