Estos días de puente fui con Naiara a ver una exposición que me dejó impresionado. Era en el Museo Antropológico del Casco Viejo de Bilbao y en ella se exponían las fotografías de una bilbaína singular, Eulalia Abaitua a quien acaban de dedicarle una calle. La tiene merecida.
En blanco y negro Eulalia fotografía fundamentalmente mujeres vascas, de ahí que fotógrafas chicas jóvenes y mujeres, feministas, artista y gente sensible al pasado deberían ver esta estupenda muestra. Maite Redondo dio cuenta de esta magnífica exposición que vuelvo a recomendar.
Es la primera fotógrafa de la que se tiene referencia en Euzkadi. Eulalia Abaitua Allende-Salazar (Bilbao 1853-1943) nació en el Casco viejo de la capital bizkaina, estudió en Catalunya y se casó con un naviero a los 19 años. Pero nunca se conformó con el papel con que le había otorgado la sociedad: ser una burguesa, felizmente casada y madre de cuatro hijos.
Su vida cambió cuando el matrimonio se trasladó a vivir a Liverpool (Gran Bretaña) durante la guerra carlista. Allí tuvo su primer contacto con la fotografía, aprendió la técnica y compró los materiales. Finalizada la contienda y de regreso a la capital bizkaina, montó su propio estudio en el sótano de su casa de Begoña, en el Palacio del Pino, al lado de la Basílica, y comenzó a retratar a las personas que le rodeaban, sus fiestas y sus ritos. Eulalia Abaitua tomó sus primeras fotografías en el año 1873. Sus últimas obras, algunas de ellas en color, están fechadas en 1939, cuatro años antes de su muerte.
Euskal Museoa/Museo Vasco presenta una retrospectiva en la que se incluyen algunas de las imágenes más hermosas de esta fotógrafa amateur, que constituyen un magnífico documento histórico que recoge las costumbres, fiestas, tradiciones y, en definitiva, la vida pasada de nuestro pueblo. De ella ha dicho Alberto Schommer: «Esta mujer que no busca el arte por el arte, ni tampoco el juego de luces o las composiciones rebuscadas, es una auténtica repórter, que ahora sería un gran fotógrafo de la Agencia Magnum».
La muestra reúne 55 imágenes en blanco y negro y una proyección que contiene otras 161 reproducciones -en su mayoría inéditas- pertenecientes al legado, de más de 2.500 obras, de esta fotógrafa aficionada, que también se encuentra depositado en esta entidad museística.
A Eulalia Abaitua le gustaba retratar a las personas sencillas, humildes y casi anónimas. Algunas le han puesto el nombre sus descendientes cuando han ido a ver las tres exposiciones que el museo ha organizado desde 1990 con su obra. Esta pionera de la fotografía vasca ha captado como nadie imágenes de mujeres vascas, de la ría de Bilbao o de familias tradicionales. Como no podía ser de otra manera, las protagonistas de una gran parte de las imágenes son mujeres. Trabajando en el campo, cocinando en casa, en familia o solas, hablan del duro esfuerzo cotidiano, donde a pesar de todo, a veces se dibujan sonrisas.
Eulalia Abaitua tuvo algunos lugares predilectos para sus tomas fotográficas, como la ría de Bilbao, el valle de Arratia y la anteiglesia de Begoña, donde ella vivió durante años. Allí, en Begoña, retrató con su cámara a gente que conocía como a Tomasa y Brígida, que daban chocolate con bolado en la casa de la Novena, a la ponchera, que colocaba su puesto delante del santuario, al escultor Bernabé de Garamendi, con quien hablaba de vez en cuando, a la lavandera Rosario Arabiourrutia del caserío Boni, a los del txakoli Macharratia, a los sacerdotes de la basílica, Juan Cruz Unceta y su sobrino Bernardo Aztigarraga… «En Begoña, Eulalia Abaitua se implicó como reportera gráfica hasta el fondo, fotografiando sin descanso todo lo que acontecía entre los dominios del Ayuntamiento con la plaza pública y el santuario que tenía la campa delante: las celebraciones civiles y religiosas, las ferias de ganado, los bailes, las comidas, el agua de las fuentes, las bodas… Retrató a visitantes nómadas, como los gitanos, que instalaban su campamento en Santutxu y visitaban el Palacio del Pino para vender sus productos. En definitiva, reflejó como nadie la vida diaria», explica Jiménez Ochoa de Alda en su libro.
En el valle de Arratia visitó sus pueblos, sus barrios, sus iglesias y caseríos hasta llegar a las estribaciones del monte Gorbea. Destacan de estos lugares, sus Miradas del pasado, que incluyen retratos de ancianos y ancianas -algunas de ellas fumando, algo muy revolucionaria para aquella época- testigos vivos de la cultura tradicional vasca de aquella época.
También supo capturar con su cámara la actividad de las márgenes de la ría de Bilbao (Bilbao, Sestao, Portugalete, Santurtzi, Las Arenas o Algorta). Las fotografías de Eulalia Abaitua permanecerán en Euskal Museoa hasta el próximo 29 de mayo de 2011.
Me apunto la sugerencia. Hace unos años la descubrí, también en el Museo Vasco (no confundir con el Arqueológico) y me pareció una delicia. Como Santutxuarra, me tengo por begoñesa, y ver retratados en sepia los antiguos habitantes de la república me pareció un ejercicio delicioso de nostalgia, curiosidad, y también de reivindicación feminista, por qué no decirlo. A ver si sacamos un rato estas navidades para volver a disfrutarlo.