¿Y de la Selección Vasca, Qué?

Lunes 18 de marzo de 2024

La pancarta es de este fin de semana. Fueron varias. Es clara y refleja un hartazgo. Emolumentos millonarios, perpetuidad en el cargo, obstáculos y no defensa de la Selección Vasca, machismo, defensa de Rubiales, y el tupé de querer volver a presentarse. Algo inaudito e inadmisible.

Soy socio del Athletic y tengo derecho a la crítica interna y externa y no me gusta lo que veo. Se prohíbe reivindicar en el campo una Selección Vasca pero  no así  la española. Su director de comunicación Igor San Román habla de que solo es admisible jalear al Athletic como si la Selección no fuera una demanda consustancial a una historia, recordando a  un jugador del Athletic como lo fue José Antonio Agirre.

La argumentación de la directiva me recuerda al Neguri del franquismo. Cuando Oraa, presidente del Athletic prohibía a los jugadores pasar debajo de la ikurriña, como lo hizo en Caracas. Ahora es negar a la Selección. Y me recuerda al discurso de  Egidazu en 1977.Creen que somos tontos y han de tratarnos como menores. ”No” no hay  que politizar, solo jugar y animar”. Como máquinas. De acuerdo, pero hay cosas previas. Y una es trabajar y reivindicar una Selección Vasca, algo que para esta directiva debería ser consustancial con la filosofía del Athletic como en 1977 lo fue la ikurriña.

No crean que la gente va a seguirse chupando el dedo.

Los puentes se construyen entre ríos, no sobre océanos

Domingo 17 de marzo de 2024

Decía Chesterton, ”el inconveniente de los hombres que no conocen el pasado, es que no conocen el presente y conocerán menos el futuro”. Desgraciadamente la sociedad está llena de ellos. Buena frase. También la de Mitterrand. ”Tú tienes que lograr hacer el pleno con los tuyos. Y desde ahí crecer a los lados”.

Juan Ignacio, uno de los hermanos de Don Manuel de Irujo, fue cónsul  general de la República española  y encargado de negocios del Gobierno Vasco en Jerusalén. Consiguió en aquel 1938, nueve años antes del nacimiento del estado de Israel, que árabes y judíos acudieran juntos a una de las conmemoraciones del aniversario de la República.  Más tarde fue nombrado cónsul en Argel, donde le sorprendió el fin de la guerra civil y desde allí se exilió a Venezuela. Koldo San Sebastian me ha facilitado una carta de Irujo dirigida desde Jerusalén  a Antón Irala en París el 1 de abril de 1938. Extracto uno de sus descriptivos párrafos.

“Entre los judíos, desde luego, la República tiene mucho ambiente, no específicamente sobre el problema vasco, aunque a muchos les he oído hablar de Guernica. La mayor parte de los periódicos están bien. The Palestina Post, del 29 de marzo, publica un pequeño comentario sobre las sentencias de muerte dictadas por Franco en el País Vasco, con notas, que creo  de un folleto que les mandé .Lo hice porque es muy reciente, aunque muy breve. De Guernica ha hablado anteriormente varias veces .Otros periódicos en hebreo  y principalmente Davar y Harets, de tendencia sionista – laborista, se ocupan constantemente de la guerra, defendiendo la República contra la intervención extranjera. Los árabes por el contrario, están con los sublevados, por su relación con Italia. Y hay algún grupo demócrata que está con la República y lamentan que los marroquíes sean los mercenarios de Franco. Pero son los menos. Los periódicos árabes todos están en contra de la República. En Siria, los árabes demócratas están organizados y un periódico, la Voz del Pueblo, favorable a la República, publicaba una foto de unos soldados vascos  diciendo que “los soldados vascos defienden su Patria contra la invasión extranjera”. Creo que en la política árabe se podía haber influido mucho más. Lo juzgo por lo de aquí y por lo hecho en Siria, donde no se ha hecho nada. Supongo que en Argelia se habrá hecho más”.

Modestamente creo, como tantos expertos que hay ahora, a nadie le había oído hablar de Irujo como cónsul en Jerusalén. Sabemos muy poco de todo. Y lo que se observa en esa carta es esa fotografía que nos ha acompañado décadas resumido en simpatía por la causa judía, rechazo a unos árabes apoyando a Franco. Blanco y Negro. Lo vimos durante la dictadura franquista con Franco paseando con su “guardia mora” y su “inveterada amistad con los pueblos árabes”. Los judíos pueblo irredento contaron incluso con un buen espacio hagiográfico en el libro blanco de ETA.

Hoy, toda persona normal con sentimientos, valores y sensibilidad rechaza la masacre israelí en Gaza, con miles de muertos, niños y ancianos asesinados y con hospitales, escuelas, aparato productivo y esa obsesión de Nethanyahu, como conté aquí en Deia narrando  una reunión en su despacho, de “ellos o nosotros”. Y todo ese mundo que he descrito, el mundo de la gente normal, aborrece asimismo  la matanza de Hamas el 7 de octubre, el secuestro de israelíes en un kibutz y en una fiesta, de esos túneles construidos desviando  las ayudas para prepararse ante una guerra de exterminio, porque está conjurados con acabar con el estado de  Israel como sea. Pero ni Netanyahu y su enloquecido afán de acabar con Gaza hace honor a la perseguida causa judía, ni Palestina es Hamas, aunque los que solo critican a Israel y enarbolan a todas horas la bandera Palestina  y usan su pañuelo, curiosamente, como en tiempos de ETA, solo ven  culpable a uno de los contendientes. Nada nuevo en una Euzkadi con un falso progresismo sin alma que ve bien una violencia y no otra, cuando las dos son detestables, aunque sus orígenes sean distintos.

Rabin, “El Comandante de la guerra de los seis días”

En febrero de 1994, solo teníamos como precedente de un careo de tú a tú  con un primer ministro la visita de Margaret Thatcher que se encerró con los portavoces parlamentarios y buscó el cuerpo a cuerpo dialéctico. En esta ocasión fue Isaac Rabin  que buscaba explicar el proceso de paz de Oriente Medio en su visita oficial, y también por esta razón, durante una hora nos dio cuenta de la inmensa aventura en la que se había metido, diciéndonos que para hacer lo que trataba de realizar  no pensaba mirar ninguna encuesta de opinión, sino cumplir con lo que creía era su deber. Había sido elegido, por segunda vez, primer ministro en 1992.

A pesar de su larga rivalidad que rayaba en la enemistad, había nombrado a Shimón  Peres como su Ministro de Asuntos Exteriores, quien decidió revivir las alicaídas conversaciones de Madrid, por medio de unas negociaciones secretas celebradas en Oslo, en un principio entre intelectuales israelíes y miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y posteriormente con la intervención de representantes oficiales israelíes, encabezados por el propio Ministro de Exteriores .

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Peres logró convencer a Rabin para que superara su natural aversión al líder de la OLP, Yasser Arafat, a quien consideraba jefe de una banda terrorista; y con una gran dosis de pragmatismo y contando con el aval de los Estados Unidos, aceptó las negociaciones secretas, que condujeron a los acuerdos de Oslo firmados en Washington el 13 de septiembre de 1993. Al cabo de los acuerdos, Arafat regresó a Gaza como titular de un gobierno autónomo con autoridad inicialmente sobre la Franja de Gaza y Jericó, que posteriormente se iría extendiendo a otros territorios de Cisjordania. Rabin firmó también el Tratado de Paz alcanzado con el rey Hussein de Jordania, el 26 de octubre de 1994. Sus esfuerzos fueron reconocidos con la concesión, junto a Yasser Arafat y a Shimon Peres, del Premio Nobel de la Paz del año  1994. Uno de los efectos colaterales del proceso de paz fue la reconciliación entre Rabin y Peres, que pasaron a ser confidentes e íntimos colaboradores, con una misma meta en común.

Durante su segundo y crucial período de gobierno, Rabin experimentó una profunda metamorfosis, al pasar de una concepción puramente militar del conflicto entre israelíes y palestinos, mantenida con  su firme lucha contra la intifada como ministro de Defensa, a un convencido promotor del difícil acercamiento a los palestinos en busca de la paz en la región. Su fórmula “paz a cambio de territorios” aspiraba a proporcionar a Israel unas fronteras seguras, una normalidad en las relaciones con los países vecinos y una aceptación por la comunidad internacional, a cambio de ceder a los árabes parte de los territorios conquistados en los sucesivos enfrentamientos bélicos.

Cuando estuvimos con él y tras  escucharle, Isaac Rabin tenía una voz grave y agradable. Parecía el bajo de los Platters. Embajador de gran calibre en Washington en 1968 y posteriormente ministro de trabajo, Rabin fue el primer sabra (nacido en Israel) que llegó a la jefatura del gobierno tras la hecatombe de la guerra del Yom Kippur que a él le había encumbrado como soldado-estadista: fue el general que adquirió para Israel en una guerra relámpago territorios tan estratégicamente vitales y tan emocionalmente significativos que paradójicamente, como decía Shlomo Ben-Ami, «se encuentra hoy negociando el futuro de esos mismos territorios, solo que ahora lo hace en nombre de una estrategia de paz que, desde luego, requiere no menos coraje y visión que la guerra». A los 31 años fue el general más joven de la historia del ejército israelí.

Rabin nos repitió que Israel era la única democracia por aquella zona y que no había una sola democracia árabe. Nos habló de Jerusalén, destacó que el proceso empezaba con el reconocimiento mutuo, evidenció que Palestina tendría una autonomía separada y diferente, comentó el recrudecimiento del terrorismo por parte de quienes no deseaban que el proceso prosperara, pidió ayuda a Europa, apuntó que no deseaba aliarse con la OTAN, y se prestó a contestar a todas nuestras  preguntas.

Como me encontraba en una esquina me tocó el primero y aunque tuve ganas de inquirirle sobre su relación con Arafat le pregunté si pensaba que éste podía controlar el proceso y si, una vez retirado el ejército israelí, los palestinos iban a poder controlar el orden público. Le hice preguntas sobre aspectos económicos y al final le dije que siempre habíamos tenido una gran admiración por la causa israelí y le recordé como en 1947, capitanes y marineros vascos, habían llevado judíos a Israel.

Rabin agradeció esta mención, y la aprovechó para mostrarnos su preocupación por el crecimiento del racismo y el antisemitismo. «Tengo 72 años -dijo- nací en Jerusalén. He vivido en Israel toda mi vida, salvo la época en la que fui embajador. Sé lo que fue Palestina bajo mandato británico y sé también lo que fue el Holocausto y esa es una memo­ria que nunca se borrará, pero a pesar de ello hemos hecho todos los acercamientos hacia Alemania que fue la responsable de algo terrible…..».

El 4 de noviembre de 1995 lo asesinó Igal Amir, un estudiante judío de la Universidad de Bar Ilan, perteneciente al movimiento juvenil sionista religioso Bnei Akiva, de la derecha radical israelí, y opuesto a las ideas de paz de Isaac Rabin.

Me quedé con dos de sus reflexiones. ”Se negocia con el enemigo, no con el amigo” y “los puentes se construyen sobre los ríos, no entre los océanos”.

No sé cómo sería hoy la historia de esa parte del mundo si no hubieran asesinado a Rabin y si Arafat hubiera sido un líder de verdad, lo digo porque no tuvo coraje de separarse del personaje que había creado con su metralleta y su ramo de olivo.

¿Habrá algún día una salida?

A modo de broche de estas experiencias en Medio Oriente, pasado el tiempo, en octubre de 2022, acudí a una conferencia del profesor Alberto Spektorowski. Politólogo, fue asesor del ministro de Exteriores Shlomo Ben Ami  y miembro del Grupo de Contacto presidido por Brian Currin para el cierre de la actividad armada de ETA. Uruguayo de nacimiento, su conferencia fue muy buena.

Le pregunté sobre el papel de Europa y sobre si la situación en Oriente Medio  iba  a cambiar con Ucrania y su guerra en la frontera, al lado, Rusia, China e Irán más agresivas que nunca, nuevos drones, armas nucleares y un armamento cada vez más sofisticado. Nos habló de Arabia, Irán, las relaciones Putin-Tel Aviv, Turquia y las visiones del país de Ben Gurion, Menahem Begin, Benjamin Netanyahu.

Habló y contestó a todo. Me quedé  asimismo con  dos coplas. 

El  lobby judío en USA no es tal, son los evangelistas los que llevan esta bandera cada vez de forma más agresiva y que no todos los norteamericanos están de acuerdo con el gobierno israelí y la política de asentamientos y el muro construido.

Y la segunda, que me llamó la atención fue que frente a todo lo que dicen los pro palestinos totales, pañuelo incluido, los israelíes no quieren convertir Gaza en un campo de concentración sino precisamente en todo lo contrario. Quisieran de vecinos en Gaza una nueva Singapur. Quieren tener vecinos en el Gaza y en Líbano que en lugar de hacer túneles y disparar estén preocupados por el bienestar y por vivir mejor. Pero claro, mientras sigan a fanáticos de Hamas que solo buscan la destrucción de Israel esto, de momento, no se producirá. Tiene sentido. Nunca lo había oído.

Posteriormente estuve con él. Nos dijo que se encontraba muy asombrado y contento de la evolución de la sociedad vasca a mejor tras la desaparición de ETA, y, también, constatar el hecho de que como en el estado español y en Euzkadi no se vive en ninguna parte del mundo. Y conoce todo el mundo.

Necesitamos un fondo soberano vasco

Sábado 16 de marzo de 2024

Por Alexander Zapirain

A la hora de elaborar una planificación económica, todo gobernante se enfrenta a la incógnita de saber cuál será el futuro en el que su país tendrá que competir. A día de hoy, y en un país como el nuestro, es imprescindible que quien confeccione las políticas económicas apoye el emprendimiento y las economías basadas en el conocimiento y la innovación. Sin embargo, acertar no es tarea fácil puesto que la innovación no es una técnica lineal y la inversión en ella contiene riesgos. Como ejemplo de lo que digo, es paradigmática la editorial publicada en 1939 por The New York Times ante el debut de la televisión en la Feria Mundial de ese año, donde señalaba que “la televisión nunca será un serio competidor para la radio puesto que la gente debe sentarse y mantener la vista pegada a la pantalla”. Lo dicho: las innovaciones transformadoras son siempre difíciles de predecir.

No obstante, debemos poner el foco en la innovación, que resulta un catalizador de la productividad y genera una competitividad sostenible a largo plazo. Para eso, los gobiernos deben ejercer un papel estratégico en el fomento de la investigación y en las iniciativas que puedan transformar el tejido científico e industrial.

Una de las propuestas para profundizar en lo anterior es la generación de ecosistemas frente a la apuesta por empresas concretas. De hecho, países como Corea, que en los 80 triunfaron apostando por la creación de grandes empresas (Samsung, LG…), hoy en día financian ecosistemas (incubadoras, aceleradoras, parques industriales-tecnológicos etc.).

Para crear este conjunto de ecosistemas, es importante configurar medidas concretas dentro de seis líneas estratégicas:

– Financiación: Debemos generar un entorno con pluralidad de instrumentos para canalizar las inversiones, tales como la toma de participaciones en capital, la garantía recíproca, el gasto público en innovación y desarrollo y, lo que en mi opinión debe potenciarse en Euskadi, los préstamos participativos y un fondo de capital riesgo público.

Esta financiación puede realizarse en diferentes etapas de la vida de una empresa, pudiendo encontrarnos ante: capital semilla que permita desarrollar una idea o un prototipo de producto, rondas de financiación en las que comience la producción comercial y el marketing, el capital de crecimiento o growth capital en procesos de expansión, y el momento de consolidación a través de los procesos de modificaciones estructurales.

Como decía, debemos crear un fondo de capital riesgo público o Fondo Soberano Vasco (FSV) que vehiculice las inversiones estratégicas del país. Este instrumento invertiría, además, con un criterio de Inversión Socialmente Responsable que valore no solo la propia inversión sino la capacidad de esas empresas para realizar cambios en la sociedad, aportando beneficios económicos y sociales. De esta manera, y a diferencia de una inversión cuyo único objetivo es el rendimiento financiero, el retorno se conseguiría a largo plazo en forma de productos o procesos de innovación que permitan el acceso de nuestra economía a nuevos mercados.

En cuanto a la estrategia de inversión del FSV, esta debería enfocarse en los inicios de la financiación o fases semilla y en la consolidación sectorial de empresas, no siendo un mero prestamista. ¿Por qué? Porque manejar una cuota del capital de un proyecto exitoso que se enfrenta a un proceso de compra por parte de inversores extranjeros permitiría atar el centro de decisión de la empresa al país que le ayudó a nacer. Esta cuota de control es más asumible al comienzo de la andadura de una empresa que al llegar a una etapa de madurez.

Aunque la propuesta suponga un esfuerzo altísimo, tenemos agentes en Euskadi, como las fundaciones bancarias, los fondos de las EPSV o la posibilidad de realizar transferencias fiscales para nutrir el fondo soberano. Las experiencias de ITP, Gamesa, Ticketbis o Arcelor Mittal son el ejemplo de la realidad que debemos gestionar, sobre todo si pretendemos convertir Euskadi en un ecosistema emprendedor en vez de en un escaparate de venta de las start-ups o empresas que tengan éxito.

Por lo tanto, la creación del FSV nos permitiría: Contar con un instrumento de financiación para potenciar la innovación y el emprendimiento, dirigiendo el desarrollo industrial hacia lo que estimemos sean ejes estratégico-tecnológicos; y ejercer una minoría de control para que nuestras empresas no sean deslocalizadas ni desplacen sus centros de decisión como consecuencia de un previsible proceso modificación estructural (fusiones o adquisiciones).

– Fiscalidad y regulación. Siguiendo con las acciones de las líneas estratégicas, medidas como las ventajas fiscales para inversores particulares, créditos fiscales en favor de este tipo de inversiones o del gasto privado en innovación y desarrollo son medidas realizables a corto plazo.

– Fomento de la clusterización y los centros en red. Dotar de un espacio físico a ese ecosistema es vital. Para ello, los parques tecnológicos, las redes y asociaciones de capital riesgo, las aceleradoras e incubadoras y los institutos de investigación públicos son elementos centrales. Tras una potente política de clusterización en Euskadi, es tiempo de concentrar los recursos y desatomizar ese sector para ganar en músculo, volumen y competitividad. Debemos tener valor añadido, pero debemos ir pensando en adquirir tamaño. El mundo es muy grande.

– Atracción del talento. Es un tema recurrente, pero faltan medidas concretas. Iniciativas como la aceleradora líder latinoamericana Start Up Chile o los visados para emprendedores son medidas que generan fuerzas atractivas y deben ser imitadas.

– Educación. Debemos introducir la cultura del emprendimiento en el modelo educativo y hacerlo con medidas concretas tales como internships universitarios en start-ups, la orientación de la enseñanza universitaria a las necesidades de nuestras empresas, programas de desarrollo de habilidades inversoras o la introducción de un currículum tecnológico serio en la educación obligatoria.

– Infraestructuras tecnológicas. Hay que pasar de ser ciudades o territorios amables a ser ciudades o territorios inteligentes. Iniciativas como las conexiones a Internet de gran velocidad, recursos de software libres, open data públicos o la creación de living labs o ecosistemas de innovación abiertos son acciones que podemos encarar en el corto plazo y que pueden ensanchar nuestro ecosistema innovador.

En conclusión, debemos apuntalar una economía basada en ventajas competitivas de carácter tecnológico que tenga un horizonte a largo plazo, y ser capaces de ofrecer inversiones atractivas y de valor añadido. Además, se debe intervenir mediante un Fondo Soberano Vasco que sirva tanto como tracción de este proceso como de cortafuego ante los riesgos que enfrenta un territorio que comprometa recursos en crear estos ecosistemas competitivos: la deslocalización y la pérdida de sus centros de decisión. ¡Pongámonos en marcha!