Del primer viaje de Humboldt

Viernes 13 de julio de 2012

Karl Wilhelm von Humboldt (Berlín-Tegel, 1767-1835) emprendió viaje a mediados de1799. Alo largo del mismo realizó apuntes con noticias, impresiones, entrevistas, etc., con intención de configurarlos posteriormente de manera múltiple: como informe científico, como viaje literario, como vademécum para futuros lectores o para viajeros a los que sus circunstancias frustraban el viaje. Los informes de este diario -chocante porque no sigue el decurso del viaje y por la atención que presta a los rasgos etnológicos- revelan una gran curiosidad y extrañeza, y apenas hay aspectos de la vida cotidiana que no tengan registro y cabida en él: el estado del clero y de la casta militar, las finanzas, la enseñanza en las universidades, la cría caballar, etc. Se trata, en definitiva, de las reflexiones hechas por un sabio europeo en su contacto con un entorno para él desconocido y diferente.

Los recuerdos de este primer viaje -ocasión tendremos de hablar del segundo, para nosotros más interesante y cercano- están recogidos en su «Reisetagebuch». No fue este diario el único escrito peninsular de Humboldt. «Der Montserrat bei Barcelona» o «Prüfung der Untersuchungen über die Urbewohner Hispaniens vermittelst der Vas-kischen Sprache» serían otros títulos en los que el filólogo, sociólogo y etnólogo se enfrentó. La imagen que transmite el primer diario debe completarse con los enjundiosos apuntes del segundo viaje, el que realiza en1801 aEuskal Herria, país que le había im­presionado sobremanera gracias, sobre todo, al contacto con el euskera en el que, a su juicio, sobreviven restos de la primigenia manera de configuración del mundo a través del lenguaje.

Ciudad hermosa y amable

Al alemán le interesa la situación de los idiomas peninsulares. Así, en Bergara, comprobará cierto retroceso de la lengua vasca: “…se habla ya mucho español, incluso la gente del pueblo, y en Vitoria ya no se habla en vasco. En toda la provincia de Álava, de Vitoria abajo, hay muchos lugares en los que ya ni siquiera lo saben. Parece que este idioma se ve cada vez más reducido”. En Cataluña, por ejemplo, registrará la peculiar situación de convivencia de ambas lenguas: “El catalán se habla como lengua oficial del país y sin comparación más que el valencia­no en Valencia”.

Comenta que la calzada que iba desde Baiona hasta la muga estaba en muy mal estado. No era sólo el peor camino que jamás había visto en Francia, sino que también pasaría por tal en su tierra. Lo mismo sucedía con el puente en Donibane Lohizune, “que está tan deteriorado que sólo permite el paso de transeúntes. No se ha reconstruido y los carros deben ir por los brazos de mar que allí entra en tierra… (…) deteriorado está el bello muelle que va a lo largo de la desembocadura de la bahía, y si pronto no se toman medidas el mar amenazará con echar abajo toda esta parte de la ciudad…”.

Bergara le pareció a Humboldt una bonita ciudad rodeada de montes. Lo más notable que había en ella era el Seminario Patriótico Bascongado, que poco después de su fundación, “era ya extremadamente floreciente”. Sin embargo, le chocó, incluso en una visita superficial como la suya, y pudo comprobar cómo los jóvenes alumnos apenas recibían “ni con mucho una educación suficientemente liberal y orientada a la elegancia externa. Los ejercicios físicos están totalmente desatendidos, están bajo el control de inspectores y curas de aspecto y apariencia bastante vulgar y no pueden sino adoptar estúpidos y torpes ademanes…”.

En Gasteiz le sirvió de cicerone el erudito alavés Lorenzo Prestamero, que le mostró diversos manuscritos de interés arqueológico e histórico y las principales riquezas artísticas de la ciudad: “Muy hermosa, bien construida y amable”.La Plaza Nueva“no es una obra de arte de la arquitectura, pero es agradable a la vista”. Si bien la capital no era muy grande ni populosa, sí encontró “mucho movimiento y vida en ella y parece tener mucha actividad comercial”.

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