Sábado 28 de julio de 2012
Pues sí. Estuve viendo el viernes toda la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, desde las diez hasta casi las dos de la mañana. Valió la pena. Algo así no se ve todos los días. En esas horas hubo un derroche de imaginación, de organización, de buen gusto, de aplicación de técnicas nuevas en lo que se refiere a los espectáculos de masas en una sabia coordinación de la realidad con lo audiovisual, en una perfecta coordinación de mil elementos a la vez, con llamativos golpes de efecto. El de Mr. Bean tocando una tecla, me pareció genial. Por el contrario los comentarios de las locutoras de TVE, María Escario y otra señora, susceptiblemente mejorables. No sabían lo que estaba ocurriendo en ningún sitio.
Estuvo bien que toda la ceremonia comenzara explicando quiénes son los británicos y de cómo el Reino Unido está formado, de momento, por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, con sus paisajes, su música y su personalidad. Nadie se acuerda que en las Olimpíadas de Barcelona hubiera algo tan singular refiriéndose a España, Catalunya, Euzkadi y Galicia.La Marca Españaes Madrid, el Sacromonte y los toros, y como se les adelantó Maragall, no cejarán hasta lograr unos Juegos Olímpicos para Madrid la verdadera España, porque los celebrados en Barcelona, no se considera se celebraron en España, aunque taparan en Barcelona y en todo momento que aquello era distinto, por más que Jordi Pujol quiso sacar cabeza.
Me gustó el numerito del Palacio de Buckingham, el viaje en helicóptero y el supuesto lanzamiento en paracaídas de la reina Isabel II. Es curioso que una señora tan seca y protocolaria se preste a algo tan simpático porque aquí, a pesar de la falsa campechanía, estas cosas no se hacen más que en las parodias. Y es que la monarquía en el Reino Unido es un sistema asentado en los siglos frente a lo de aquí que todo está cogido con alfileres y cercado por la censura.
Bien es verdad que a la actual reina, se le ve como fastidiada y ausente en estos actos y es difícil verle meterse en el personaje que representa con su pose y sombreros y que más parecía como cansada de tanto Jubileo y pase de delegaciones, pero un porcentaje muy mayoritario del pueblo inglés no sabrían vivir sin esa representación del pasado. Me parece incomprensible pero es así. Frente a un rey español comisionista, cuartelero, cazador de osos borrachos y elefantes madrugadores, con una segunda vida, esta buena señora, que tiene pinta de sosa, ha reinado sesenta años sin ningún escándalo de este tipo. Otra cosa son sus hijos, pero ella bastante ha tenido con soportarle al metepatas de su marido. El resto parecería que su largo reinado no ha tenido nada que ver con el borboneo inadecuado de Juan Carlos que ha debido contar con la censura y la manipulación para mantenerse. Por eso cuando los niños sordomudos cantaron el “Dios Salve ala Reina”, todos se metieron en aquella emoción colectiva.
Y ese fue también uno de los datos de la noche. La presencia étnica en su justa medida, la mujer, los jóvenes, los minusválidos, el recuerdo a los difuntos, el sistema de salud, el destacar que el fundador de internet es uno de los suyos, el cierre final de McCartney con su ¡Hey Jude!, la inmensa campana que me la llevaría a Gernika para tocarla cada 26 de abril, la llegada de Beckham por el Támesis, el convertir el pebetero en una llama encendida por jóvenes y veteranos y no por una sola persona, la presencia de Cassius Clay y de distintas personalidades mundiales, la llegada aérea de Mary Poppins, la escenificación de los aros olímpicos y todo el equilibrio del espectáculo estuvo perfectamente concebido.
Los desfiles, interminables, tuvieron su gracia. Me identifiqué con la delegación de Bostwana, ante el silencio de TVE, con la de Puerto Rico que como estado asociado allí estaba con sus deportistas y los liliputienses Mónaco, Liechtenstein, San Marino y las islas Fidji y Seychelles. Seguramente vascos, catalanes y gallegos podíamos haber desfilado y conseguido estos días alguna medalla. Pero eso es otro cantar. Como lo fue verle al hijo de Juan Antonio Samaranch de gran preboste en la tribuna. Estamos ante una monarquía deportiva. A Kurt Waldheim en Austria, a pesar de haber sido secretario general dela ONUy presidente de su país no le dejaron entrar en los Estados Unidos y le cercaron internacionalmente a cuenta de su pasado de soldado del Reich. Otro fue el comportamiento con todos estos colaboradores y jerarcas del franquismo más cutre, como fue Juan Antonio Samaranch, frente a cuyo recuerdo todo son reverencias y comentarios laudatorios como si en ese mundo no existieran personas con un pedigrí menos sucio. Pero España es así Sra. baronesa. Franquismo sociológico en vena. Recuerdo que la última olimpíada, la de Pekín,a aquel viejo camaleón, se le murió su mujer en plena fiesta deportiva, pero él solo acudió a los funerales, porque tenía que estar en el palco. Y hablando de palcos, le recuerdo en el balcón dela Plazade Oriente en la última concentración en vida del dictador cuando asesinaron a Puig Antich y a Txiki. Pura basura. Pero al maniobrero le ha sucedido su hijo y ahí está el tipo tan ricamente. ¿España no tiene más gente decente para estos puestos además de a Urdangarin?.
Me gustaron las txapelas de los norteamericanos y el entusiasmo de las pequeñas delegaciones.
En definitiva todo estuvo muy bien y siento como si hubiera estado en Londres, saludando desde las gradas a mi imaginaria delegación vasca, que con el tiempo tendremos. No lo veré, pero desfilará. Y, a los británicos, ¡Zorionak!. Lo hicieron muy bien.