Ese hombre ve mucho y muy lejos

Domingo 29 de julio de 2012

ANTONIO Cánovas del Castillo no fue un político español cualquiera. En el siglo XIX fue el político conservador clave, autor de la restauración monárquica en la figura de Alfonso XII y de una Constitución, la de 1876, que acentuaba el centralismo, suprimía los Fueros vascos, aprobaba el Concierto Económico, obligaba a los jóvenes vascos a realizar el servicio militar, y establecía la soberanía compartida en las Cortes con el rey. Fue primer ministro, historiador, diplomático, parlamentario y murió asesinado, curiosamente en Arrasate (Gipuzkoa) hará este 8 de agosto 115 años. Lo mató Michele Angiolillo, anarquista italiano, en venganza por la muerte de los anarquistas detenidos en Barcelona a raíz del atentado contra la procesión del Corpus. Fue quien dijo aquello de que «cuando la fuerza crea Estado, la fuerza es el derecho».

De Cánovas, cuenta el sacerdote don Juan de Izurrategi, en carta dirigida el 26 de noviembre de 1930 adon Alejandro de Gallastegi, un hecho sucedido en el verano de 1895: «Salía yo de la misa parroquial de las once de la mañana cuando recibí el Bizkaitarra; lo desplegué e iba leyéndolo hacía el establecimiento (de Santa Águeda) y en esto me llama la atención un señor, don Emilio Nieto, director de penales y gran amigo de Cánovas, y me dice: ‘Señor cura, ¿también usted lee ese indecente papelucho?’ A lo que contesté: ‘Tengo a mucha honra el leerlo, pues Sabino es un íntimo amigo mío y además condiscípulo en cinco años de bachillerato en Orduña, y quiero empaparme bien de su doctrina y de las nuevas orientaciones de los vascos’. Y seguí leyendo. El señor Nieto me replicó: ‘Ahora mismo se lo voy a decir a Cánovas’. A lo que contesté: ‘Puede usted decírselo; pero yo no dejaré de leerlo’.

Poco después me encontré con Cánovas, y aunque me miró como de reojo, no me dijo nada. Estaba en Santa Águeda tomando sus aguas. A los pocos días vinieron de Bilbao no sé sí los diputados conservadores, canovistas o lo que fuesen, a saludar a Cánovas, y estuvieron con él buen rato; y como en aquellos días se hablaba mucho de Sabino Arana, debió preguntar a los visitantes quién era. Un amigo mío que estaba presente oyó que le decían: ‘Ese es un loco, un perturbado’. A lo que contestó Cánovas: Ese no es un loco; ese ve mucho y muy lejos».

Tenía Sabino 27 años cuando un grupo de bilbaínos a los que llamaban «euskalerriacos» le pidieron que explicara de qué iba eso de «Bizkaya por su Independencia». Eran cuatro trabajitos sobre las batallas de Padura, Otxandiano, Gordexola y Munguía, las «cuatro glorias patrias» que analizaban también las uniones de Bizkaya con Castilla. El libro provocó un revuelo en aquel Bilbao de fin de siglo y unos veinte caballeros de los que acudían a la tertulia de la Boticade Cortina, le invitaron a una aparimerienda en el txakolí de Larrazabal, donde aquel joven visionario expuso las bases de su doctrina. Aquellas gentes biempensantes consideraron demasiado atrevidas sus palabras y Sabino bajó, junto a su hermano Luis, triste y preocupado de Larrazabal.

Pero no era hombre de amilanamientos. A los cinco días salía una hoja volandera, Bizkaitarra, que empezaba a ser la artillería de su pensamiento. El periodiquito tuvo 32 números. Las denuncias, los procesos y la cárcel lo hicieron inviable. Recordemos que en 1894 no existía internet ni los móviles y todo era a pulso y con mucho esfuerzo. ¡Menudo mérito!

Entretanto se habían producido dos actos de interés. El primero fue el homenaje al Orfeón Pamplonés en Gernika el 16 de agosto de 1893, día de San Roque. Dentro de los actos, en la comida, se produjeron gritos de «¡Abajo la preponderancia de Castilla! ¡Abajo la centralización! ¡Viva Euskeria independiente!» y algunos «mueras explosivos». Por la tarde, la actitud provocativa de algunos miembros de la «entidad caciquil», que dice Gorostartzu refiriéndose ala Sociedad Guerniquesa, dio motivo a un serio incidente durante el cual fue arrebatada la bandera española y quemada en la calle.

El segundo hecho de interés fue la «Sanrocada». Los diputados navarros que dieron la batalla contra los proyectos antiforales regresaban de Madrid el 18 de febrero de 1894. El autor de estos proyectos era el ministro Gamazo, de aquí el nombre de Gamazada con que se recuerdan los incidentes.

La primera estación de Navarra a que llegaban los diputados forales era Castejón. Y no les esperaban aquí solamente los navarros, sino otros muchos vascos de distintas procedencias que venían a manifestarles su solidaridad. Había un grupo bizkaino, en el que estaban Sabino y Luis junto con siete correligionarios suyos, portadores de una bandera blanca con letras rojas que decía lo siguiente: «Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra. -Bizkaitarrak agur eiten deutse Naparrei.- Dios y Ley Vieja-Bizkaya abraza a Nabarra». La acogida fue entusiasta, y bizkainos y nabarros se fundieron en un abrazo memorable.

Sabino siguió trabajando y estableció el primer centro de reunión y formación en el segundo piso del número 22 de la calle del Correo, esquina al Boulevard en Bilbao, donde se izó por primera vez la bandera de Bizkaya, la actual ikurriña. La habían diseñado los dos hermanos. Eran las seis de la tarde del día 14 de julio de 1894. Al día siguiente se eligió Junta Directiva con Sabino al frente. Los que se asociaron llegaron al medio centenar. Fue el primer núcleo que logró reunir el luchador bizkaino. Se adoptó el lema de «Jaun-Goikua eta Lagi Zarra», y como programa, el de la confederación de los siete estados históricos vascos: Araba, Benabarra, Bizkaya, Gipuzkoa, Laburdi, Nabarra y Zuberoa, con igualdad de derechos y deberes de libertad para separarse. Los lazos confederales se reducían al orden social y en el de las relaciones con el exterior, adoptándose el euskera como idioma oficial.

La apertura de este centro produjo una conmoción en Bilbao. Fue objeto de denuncias; incluyendo la presentada por el exconcejal Filomeno Soltura, que llevó a Sabino a juicio. Y fue clausurado el 13 de setiembre de 1895.

Poco después de inaugurar el Euskaldun Ba-tzokija en Bilbao, se abrió otro en Busturia y, justo al año de la inauguración de Bilbao, el 31 de julio de 1895, se creó el primer Bizkai Buru Batzar, presidido por Sabino de Arana y con el siguiente Consejo directivo: Luis de Arana, Fabián de Ispizua, Elías de Lekue, Juan de Aranburuzabala, Ciriaco de Llodio y Salvador de Etxeita. La estructura del Partido Nacionalista Vasco estaba diseñada; solo faltaba que las demás regiones secundasen a Bizkaia. Su eficacia ha sido demostrada a lo largo del tiempo y las circunstancias.

Recordamos y celebramos pues, este martes, 31 de julio, el 117 aniversario de la fundación del Partido Nacionalista Vasco, de la fundación del nacionalismo vasco. Cuando un partido cumple 117 años no es una improvisación, ni un ente que cambia de nombre como de camisa, ni el producto de una encuesta o un cabreo. Es algo más que un partido. El eje del país.

La llamada izquierda abertzale nunca ha asumido que el nacionalismo vasco no lo fundó ETA, ni Tasio Erkizia, ni Jone Goiricelaia, ni Otegi. Les quema reconocer la evidencia y en esa loca acción de desconocer al fundador del nacionalismo, a un miembro de ETA se le ocurrió que eso de llamarle a Euzkadi, Euzkadi, era demasiado sabiniano y decidió tomar el nombre geográfico y cultural de Euskal Herria, permitido bajo el franquismo, y comenzar a llamar así en sus comunicados y, ahora en su Euskal Herria-Bildu, a nuestro país. Puro antisabinianismo en vena con la falaz argumentación de que Euzkadi solo comprende a los tres territorios dela CAV. Burdamentira. El fundador del nacionalismo vasco creo el neologismo de Euzkadi con las siete provincias o territorios que lo conforman diciendo aquello tan simple y tan redondo, hace 117 años, de que «Euzkadi esla Patriade los vascos». Pero la desgracia de este país es que gentes que se dicen nacionalistas, abertzales, independentistas, por puro sectarismo desconocen la obra de aquel gigante que, como dijo Cánovas, veía lejos. A los 117 años de la creación de este invalorable instrumento de construcción nacional que es el PNV, honrar a Sabino Arana es obligación de todo vasco que se dice abertzale ante los ataques del españolismo más cerril y del supuesto abertzalismo más sectario.

Y es que aquel hombre no estaba loco. Veía mucho y muy lejos.

 

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