Viernes 27 de enero de 2012
Creo que en todos estos años de estancia en Madrid he ido al cine en cinco ocasiones. Éstas han sido las películas: «Michael Collins» sobre el líder irlandés, «Galíndez”, «El Lobo» “Santa Teresa» y este pasado martes «La Dama de Hierro». Fui con Rut Martínez y compramos una bolsa de palomitas. Los demás se rajaron.
La película está muy bien hecha y la actuación de Meryl Streep es soberbia, pero el guión me decepcionó. Allí se veía a una señora mayor con demencia senil al final de su vida hablando con su fallecido marido y recordando episodios de su vida. No todos, aunque si algunos muy significativos.
El balance final no presentaba a una Dama de Hierro, sino a Dama de Hojalata, enamorada de su travieso marido que le aguantó toda una vida y le apoyó en su carrera política, cosa que está muy bien, pero esta buena señora es la misma de aquellos miembros del IRA asesinados en Gibraltar, la de su amistad con Augusto Pinochet, sus leyes homófobas, y la de las consecuencias de sus políticas neoliberales en millones de personas. Los argumentos de la película juegan en el terreno de lo sentimental: se subraya la lucha de una mujer de clase media-baja por hacerse hueco en un mundo clasista y machista, el idilio con su esposo, sus penas y sufrimientos. Poco más.
Yo he tenido la suerte de conocer a la Sra.Thatcher.
Pasó por Madrid y pidió verse con los portavoces parlamentarios. No era lo usual. Y allí nos vino. Recuerdo que nos dijo que le gustaba el control semanal que le hacían en Westminster porque así lograba dos cosas: enterarse de lo que trataban las preguntas y hacer trabajar a sus colaboradores.
Se sometió a un turno de preguntas hechas por nosotros. Le pregunté por las declaraciones del entonces presidente del Parlamento Europeo Lord Plumb que había afirmado que nació inglés y moriría europeo. Y, la segunda, si creía que Irlanda se unificaría.
A la primera cuestión me dijo que era una tontería lo que había dicho Lord Plumb ya que nació inglés y moriría siendo inglés. Y a la segunda que mientras ella tuviera poder o algo que decir, la respuesta era NO.
Todo un carácter, que no vi reflejado en la película.
Di Stéfano: quien se crea un fenómeno, es tonto
Pako Ruiz le hizo el domingo en Deia una entrevista a Di Stéfano. Buen trabajo. El personaje vale la pena aunque sea seco y poco cariñoso, pero dice verdades como templos. Se le veía que, salvo alguna que otra vivencia, no quería hablar bien del Athletic. Genio y figura madridista.
Pero su filosofía de vida era atractiva. «El jugador que se crea un fenómeno es tonto. El jugador tiene que estar mancomunado con el club, con el entrenador, con sus compañeros. El fútbol es colectivo, no es como el tenis».
Pako Ruiz le preguntó cómo veía el entorno madridista y que se tildara a este Barça como el mejor equipo del mundo. Di Stéfano contesta: ”Eso lo dicen los sabios de la prensa. No conozco a ningún entrenador ni a ningún futbolista que diga que es el mejor, porque si lo dice, es una mierda de persona”.
Sobre si el Athletic es un club diferente por su filosofía y sentimiento, contestó escuetamente lo siguiente: «Indudablemente. Si uno no tiene sentimiento con su casa o fábrica, está jodido».
Obviedades pero que conviene repetirlas porque son aplicables fundamentalmente a la política. Por eso es bueno escuchar y leer a los viejos maestros.
Un profesional en un país de Amateurs
Gregorio Morán tiene una colaboración semanal en La Vanguardia de Barcelona. Ácido y descarnado, escribe muy bien. Le conozco desde su época en Bilbao donde escribió aquel libro «Lo españoles que dejaron de serlo». Hace tiempo que no le veo pero estoy seguro que volvería a pasar una buena velada con él hablando del momento político actual.
Tras la muerte de Fraga y los panegíricos escritos sobre el viejo dinosaurio, analizó al personaje en su página de La Vanguardia y comentó como los taxidermistas habían convertido en estadista a quien solo fue un animal político al ser vicio del poder. La parte final de su reflexión decía lo siguiente:
“No entendió nada, o más exactamente se negó a entender, porque tonto no era, pero le cegaba la soberbia. Que Carlos Arias Navarro, primero, y Adolfo Suárez, después, le llevaran del ronzal, le trastornaba. La formación de Alianza Popular y los Siete Magníficos fue el comienzo de un final largo, a trompicones, donde no acertaba con nada. ¿Los quieren jóvenes y del sur?. Promovió a Hernández Mancha, gracioso como un cantaor por soleares. ¿Quieren mujeres de rompe y rasga?. Ahí estaba Isabel Tocino, con tacón alto y medias sin costuras. Cuando le pusieron a Aznar, lo intuyó y le mandaron a casa, a Galicia, donde la gente es tranquila y no se cree lo que dices sino lo que haces, y pronunció aquella frase inolvidable, «aquí no hay tutelas ni tu tías».
No era capaz de asumir la imposibilidad de que representara al centro. Jamás sería visto como un político centrista, siempre aparecería como el genuino representante de la derecha. Porque la derecha era el franquismo, y a él debía su formación, su espíritu, su todo. Constituían su galería de horrores, a los que no sólo no renunciaba sino de los que se mostraba orgulloso. Por eso le gustaba tanto al macizo de la raza hispana. Un hombre así, con ese brío, era su líder. Pero además quería ser centrista, convencido de que Franco lo había sido. Y ahí pasamos del error al horror.
No es que defendiera a los torturadores que destrozaron a los modestos y casi anónimos dirigentes mineros asturianos del 62; que lo hizo. Sino que además se burló de sus mujeres, detenidas y rapadas, con frases inolvidables sobre lo mucho que lo merecían. ¿Y Julián Grimau?, ¿qué decimos en estos tiempos de revisionismo reaccionario?. Fue más que un error político, fue un asesinato, cometido en abril de 1963, al que Fraga prestó el aparato de intoxicación y basura que había creado su cuñado, egregio superviviente de todas las derrotas, Carlos Robles Piquer. Ellos dirán, con razón, que cumplían con su deber de altísimos funcionarios de un Estado totalitario. Pero ¿y el celo?.
¿Nadie, en estos momentos de taxidermistas, recuerda a Pepe Bergamín?. El terror le obligó a buscar asilo en la embajada de Uruguay. El documento contra las torturas. Como país totalitario, se castigó a los firmantes. Es verdad que todo ya lo había inventado el anterior ministro de Información y Turismo, inefable Arias-Salgado, incluso los Paradores Nacionales, pero fueron Fraga y su cuñado, Robles Piquer, los que convirtieron el trabajo sucio en brillante operación de Estado. ¿Quién ha olvidado los «XXV Años de Paz»?.
Guardo dos momentos estelares del personaje. El primero fue el pregón de Sant Jordi del año 1964. La fiesta del libro tuvo en el ministro Fraga al portavoz más efusivo y brillante. Barcelona entera se inclinó ante aquel talento plurilingüe. Si reprodujera las crónicas, las fotos y los editoriales de los diarios catalanes de entonces considerarían que estoy provocando. Los Pío Moa de la barretina, esos revisionistas del catalanismo subvencionado, aprenderían mucho si leyeran el mitin de Fraga, y sus citas, y sus datos sobre la producción de libros en catalán. Incluso del autor del discurso, probo personaje de la catalanidad. Habría que empezar por el ministro Fraga oficiando el Sant Jordi de 1964. Levantar la alfombra y asumirlo.
Y para cerrar, la sesión de Madrid. Fraga y Carrillo. El tongo entre dos aspirantes fracasados que se homenajeaban a sí mismos, con gran éxito de crítica y público. Yo estuve allí, no me quería perder la escena de Fraga presentando, ante la derecha de toda la vida, a Santiago Carrillo Solares, «un comunista de cuidado», afirmó don Manuel. Eran dos perdedores que se jaleaban mutuamente. Habían perdido la transición, el poder con el que soñaron, y como niños frustrados, allí estaban, en los salones de un lujoso hotel madrileño, explicando a los suyos que la democracia era eso. Aceptaron la Constitución porque no tenían más remedio. La gente ha olvidado los apartados constitucionales que no aprobaron ni Fraga ni sus avezados magníficos.
Los taxidermistas convirtiendo en estadista a quien fue solamente un animal político al servicio del poder. Vitoria, 5 muertos, y otros dos en Montejurra. Un profesional, eso sí, en un país de amateurs. Detrás de Fraga, de su figura, están los secretos, los límites y las frustraciones de la transición. ¡Qué felices se han sentido los protagonistas con su muerte!. Venga, chicos, haced un buen trabajo y dejad al muerto reposando para la eternidad. ¿Se acuerdan de aquella escena de El Padrino, cuando don Vito pide al de pompas fúnebres que le adecente el cadáver de su hijo?. «Para que lo pueda contemplar su madre», dice. Como nosotros.












