Sábado 15 de junio de 2013
El historiador escocés Niall Ferguson ha escrito que “la gente que vive actualmente presta una insuficiente atención a los muertos”. Quiere decir que, aunque hay asignaturas de historia en todos los niveles de la enseñanza, el conocimiento del pasado es, en general, flaco, débil, y eso tiene consecuencias negativas en nuestra manera de tomar decisiones, como demostraría la actual crisis. Despreciamos la historia y lo pagamos caro. Para comprender el pasado –añade Ferguson– hace falta empatía, sobre lo que vivieron y pensaron los que nos precedieron.
De Bilbao a Lizarra, (Estella) se tardan en coche unas dos horas atravesando un paisaje magnífico. No sé cuanto tardaría ni como se desplazó a finales del siglo XIX Daniel de Irujo cuando al acabar la guerra carlista su familia le envió al colegio de los jesuitas de Orduña donde cursó el bachillerato y conoció a un chaval de Abando apellidado Arana y Goiri con quien trabó buena amistad. Con el tiempo le defendió en los dos juicios que tuvo el fundador del nacionalismo vasco que por si alguien no lo sabe no fue ni Tasio Erkizia ni Pernando Barrena. Daniel Irujo fue posteriormente profesor de la Universidad de Deusto de Historia General del Derecho y en 1894 fue quien organizó, con motivo de la Gamazada (revuelta contra el ministro Gamazo a cuenta de los impuestos en Navarra), el viaje de los incipientes bizkaitarras desde Bilbao a Iruña y Castejón. Defendió a Sabino en los juicios que tuvo en 1895 y 1902.
Su hijo Manuel, también de Lizarra, estudió en Deusto y vivió en Bilbao con sus padres y acudió a Juventud Vasca que según su descripción «era un horno del nacionalismo”. D. Manuel fue diputado y parlamentario foral, ministro, senador y «amigo de Europa», pero por sobre todo, un tipo fantástico que siempre nos decía que antes que en Gipuzkoa y en Araba, Sabino Arana había sembrado el abertzalismo en Navarra y que las ideas sabinianas no eran planta exótica en el Viejo Reino, sino todo lo contrario.
En recuerdo a aquel prócer, Koldo Viñuales se pone cada año su mejor traje y trabaja como maestro de ceremonias en la entrega del Premio Manuel de Irujo que lo otorga su Fundación. Es un acto emotivo donde la Coral de Estella interpreta varias canciones y se pronuncian varios parlamentos, se entrega el premio y luego suele haber una comida en la sociedad “Gure Geroa”.
Este año el premio se otorgaba a Fortunato Aguirre, fundador del Osasuna, alcalde de Estella y fusilado por el general Mola en aquella campaña suya de sembrar el terror. Fortunato fue el anfitrión de la aprobación del Estatuto de Estella en 1931 y un hombre que al darse cuenta que en Iratxe se estaban reuniendo los militares que se iban a sublevar los denunció al gobernador y éste al presidente del gobierno Casares Quiroga. Éste no le dio la menor importancia pero como rezaba la invitación al acto de este año:
«Con tan solo 43 años Fortunato Aguirre Lukin, alcalde de Estella-Lizarra en 1936, murió de dos disparos en el cráneo el 29 de septiembre de ese mismo año, día de San Miguel Arcángel, por quien sentía una gran devoción. Era miembro de EAJ-PNV y un católico declarado, pero su certificado de defunción emitido ocho meses después del asesinato, resalta que «falleció” en Tajonar «a consecuencia de la lucha contra el marxismo». A diferencia de otras víctimas, su familia consiguió recuperar el cuerpo de Fortunato en plena dictadura en 1959 y pudo darle digna sepultura en el cementerio de la ciudad del EGA”. Sus asesinos lo habían dejado tirado en unos trigales.
«Ya habéis tardado, mocetes» comentó el historiador Josu Chueca que diría Irujo al glosar su figura. Han tenido que pasar 77 años para que en su ciudad se reconozca aquel asesinato perpetrado fría y premeditadamente y no solo a un servidor público sino a un padre de familia con cinco hijos. La Cruzada.
Mikele y Mirentxu, hijas póstumas recogieron los ramos de flores y el premio tras la explicación vía pen drive de la biografía de Fortunato dicha con mucha marcha por el historiador Chueca que no paró de pedirle a la alcaldesa de Lizarra, Begoña Ganuza (UPN)) que pusiera placas en el ayuntamiento, en donde se aprobó el estatuto, y en la Plaza de Toros así como remachar constantemente que el nacionalismo vasco en Navarra y en Estella tienen ya más de 118 años y que el baile de la Era estellés fue recuperado por la ikastola de Estella. Fue un acto de justicia y extraordinariamente emotivo.
Víctimas solo las de ETA
Comentando con Txiki Benegas los acuerdos de Aiete II en un programa radiofónico, éste comentó como las heridas emocionales por las acciones de ETA siguen a flor de piel. “Pero no solo las de ETA -le dije- también las de la guerra. El sábado asistiré en Lizarra al reconocimiento de la figura de Fortunato Aguirre en presencia de sus hijos. La familia de Fortunato ¿no es también víctima del terrorismo?». «No -me contestó- eso fue producto de la guerra «. «Pues de guerra tildaba ETA su lucha contra el estado español y guerra fue la de Mola y tan víctima es una de ETA como una familia al que un día le mataron el padre y lo dejaron tirado en un trigal. No hay distingo alguno». Pero para él, si. La ley de Amnistía de octubre de 1977 fue una ley de punto final y ya está. Hubo vencedores y vencidos. Y Fortunato fue un vencido.
Bien es verdad que mucha de esa culpa la tiene una ETA que en su contumaz persistencia no dejó focalizar los horrores en el franquismo y su oprobiosa dictadura pero también, en nosotros, porque las urgencias del día a día hicieron que las víctimas de aquella tragedia fueran desapareciendo silenciosamente sin el más mínimo reconocimiento porque una transición culpable y nada ejemplar basó su éxito en el olvido y en el no «remover aquellos horrores».
Lo acabamos de ver. El pasado viernes 7 de junio se hacía público el giro a la derecha del Tribunal Constitucional al asegurarse el gobierno de Rajoy la mayoría conservadora que interpreta la constitucionalidad de todas las leyes. Rajoy designó a Enrique López y a Pedro González Trevijano como sus dos nuevos miembros habiendo sido González Trevijano el magistrado que siendo parte de la “comisión de expertos» para el futuro del Valle de los Caídos se opuso al traslado de los restos de Franco fuera de allí. Con semejantes demócratas es comprensible que aquí solo se hable de ETA. Videla acaba de morir en prisión y Pinochet falleció en arresto domiciliario, pero aquí los herederos del dictador nos marcan pautas de comportamiento.
El Instituto
Así como en 1936 el primer decreto del gobierno Aguirre fue la creación de la Universidad Vasca, ojalá en abril de 1980 el primer proyecto de ley del gobierno de Garaikoetxea hubiera sido lo que se aprobó el pasado viernes 7 de junio en el Parlamento de Gasteiz. El PNV y el PSE, con la consiguiente objeción de los extremos, aprobó la creación del Instituto de la Memoria y la Convivencia. A unos no les gusta que se hable solo de ETA y a otros que no se hable suficientemente de ETA. Pero la presencia de estos extremos, cuando se vayan democratizando, caerá como fruta madura pues en cualquier sociedad democrática traumatizada por la violencia, un Instituto así es imprescindible.
Jeltzales y socialistas señalaron en la exposición de motivos que les lleva a crear este centro que a lo largo de los últimos cien años la sociedad vasca ha sufrido al menos cuatro experiencias traumáticas marcadas por la violencia: «la Guerra Civil, la dictadura franquista, el terrorismo de ETA y los contraterrorismos ilícitos».
El documento recoge que la memoria es un derecho ciudadano, no una obligación. «Responde a la voluntad de compartir una reflexión crítica ante los acontecimientos de nuestra historia reciente que supusieron una violación de derechos humanos sostenida y socialmente traumática», enfatiza. Asimismo, se destaca que una política de memoria tiene que conjugar dos grandes principios: «por un lado debe asumir la responsabilidad ética y política de recordar, conmemorar y compartir una memoria democrática y, por otra parte, debe canalizar la participación y la expresión del pluralismo en su configuración».
Se entiende el por qué a la derecha española no le gusta ésta necesaria iniciativa. Se hace justicia reconociendo a las víctimas de ETA, pero también a las del franquismo porque ¿no les parece una barbaridad democrática que hayan tenido que pasar 77 años para que en Lizarra se diga que su alcalde fue salvajemente asesinado?.
También al alcalde de Haro en aquella época D. Felipe Aragon junto con su hijo, los dejaron con un tiro en la nuca, sin saber donde fueron enterrados. Por el simple hecho de ser fieles a la Republica. Los horrores de la guerra se dieron en todos los sitios y cada uno los guarda en su memoria. Tampoco determinadas izquierdas hicieron mucho por recordarlo. Esperar que lo haga la derecha – que ellos mismos se acusen- seria un poco ingenuo.