Miércoles 23 de octubre de 2013
Hay cosas muy meritorias que pasan un poco desapercibidas. Una de ellas es, desde el franquismo, el movimiento de las ikastolas. Amparadas por la Iglesia bajo la dictadura, motorizadas por las familias en la legalidad.
El domingo se celebró el Nafarroa Oinez con un considerable éxito. Lo percibido era para ayudar a la ikastola Argia de Tudela que tiene una deuda de dos millones de euros porque no recibe ayuda alguna del gobierno antivasco de Pamplona. Ni ayuda para los comedores, ni ayuda para el transporte. Pero ahí están 150 familias que han sacado 17 cursos a pulso y que son merecedores de un monumento, como en Viana. En autobús buscando chavales por 14 localidades, llevados por los padres, la Ikastola poco a poco ha ido logrando que en aquel páramo castellano se escuche la «lingua navarrorum». Y ha sido un páramo porque entre UPN y el PSN decidieron que en el viejo reino, como en la Sudáfrica del apartheid hubiera bantustanes, es decir, lugares donde se puede enseñar euskera y lugares en los que no. Zona vascófona, zona de lengua castellana. Y el PSN callado.
Tutera ha celebrado por todo lo alto el Nafarroa Oinez, la fiesta con la que la ikastola Argia quiere reconocer la labor de colectivos, particulares, asociaciones, cooperativistas e iniciativas diversas que poyan la expansión del euskera en la Ribera navarra. Una pequeña ikastola, con tres décadas de historia y de lucha por mantener la lengua vasca en un espacio que la normativa antiforal declara «no vascófona». La ilusión de los 215 alumnos y alumnas y del profesorado, del personal no docente, de las familias de todos ellos ha sido el principal reclamo de una fiesta que, con un lema alusivo a la unidad de latidos a palpitar por el euskera, “Taupadaz bat egin”, ha sido un éxito. ¡Zorionak!