Viernes 21 de noviembre de 2014
Acaba de aparecer mi libro “Una familia poco ejemplar” dedicado al silencio que nos han impuesto sobre la Familia Real. En la página 249 inicio el capítulo dedicado al Rey Alfonso XIII con una alusión al Duque de Alba, padre de la Cayetana que acaba de fallecer en Sevilla. Quizás les interese. Dice así:
Hace años leí un reportaje en una revista semanal hablando del Duque de Alba, padre de la actual Duquesa. Entre otras cosas decían de él que había sido embajador en Londres representando al régimen de Franco y que había actuado asímismo como un agente del almirante Canaris que era el jefe de espionaje de Adolfo Hitler y que en uno de sus informes había solicitado a los alemanes que a la hora de bombardear Londres tuvieran en cuenta la ubicación de la embajada de España en el barrio de Belgravia y no les enviaran un obús que acabara con ellos.
Aquello me pareció de tal frescura y de tanta inmoralidad que debí escribir algo contra este personaje amigo personal del rey Alfonso XIII. Al poco me llamó el alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen, para decirme que la Duquesa de Alba estaba muy molesta conmigo y que barajaban querellase por los epítetos que escribí contra semejante servidor del régimen. Me recordaba además el alcalde que Doña Cayetana tenía un palacete en el monte Igeldo, Villa Arbaizenea, con preciosas vistas a la bahía de la Concha y que a la ciudad le convenía que la Sra. Duquesa siguiera veraneando y pasando unos días en la Bella Easo.
“Ramón. Te equivocas. No harán nada. La historia es tan vergonzosa y tiene tanta gusanera dentro que lo que menos quieren en esa casa es que se acuerden de ella con estas cosas y además, si no viene, mejor”, le repliqué. Efectivamente, no hicieron nada, y han seguido viniendo a Donosti. En youtube se le puede ver y oir cantando el himno de San Ignacio en el paseo de La Concha y al poco comenzar a tronar.
Pasado el tiempo y ojeando ejemplares en una librería de Bilbao vi expuesto el libro que la periodista Emilia Landaluce le había dedicado a Jacobo Alba, padre de la actual Duquesa. Libro hagiográfico, como de encargo, leí con interés algunos pasajes en los que describía la personalidad y los haceres de Alfonso XIII desde el conocimiento cercano del personaje. Transcribo dos pasajes ejemplares:
“Y mientras este odio crecía, la aristocracia jugaba al polo y se reunía para asistir a las proyecciones de las películas seudopornográficas que Romanones encargaba para el divertimiento del rey”.
“El gobierno de Primo de Rivera había liberado a Alfonso de gran parte de sus obligaciones; así que el rey podía dedicar más tiempo a su rijosidad, ya casi legendaria en las calles de Madrid. No había actriz de tercera, estrella o vedetucha que no hubiese recibido alguna vez flores del monarca”. “Ha salido al padre”, decían los más viejos. María Cristina se desesperaba con su Bubi, pero le justificaba. “Es tan desgraciado”.
Anteriormente un senador del PNV, Rafael de Pikabea “Alzibar”, editor y director del diario donostiarra “El Pueblo Vasco” había escrito una serie de artículos que llamó “Diálogos Insustanciales”, en donde se hablaba de «un príncipe tan vivaz de pensamiento como ágil y audaz en el volante. Los príncipes son de carne y hueso y, por eso, necesitan distracciones y reposo. Pero los súbditos están profundamente preocupados: sus hijos van por las tierras africanas embarcados en una guerra que detestan profundamente mientras el rey se divierte. Será difícil poner al rey de acuerdo con el pueblo si el príncipe todavía quiere, con los tiempos que corren, irse a Deauville, donde no hemos perdido nada, mientras que perdemos todo en Marruecos. Cuando los súbditos lloran, los príncipes no deben jugar al polo». Y por si fuera poco, en París se estrenó una obra, titulada “La lección de historia de Alfonso XIV”, que satirizaba al monarca español en sus diferentes correrías deportivas y eróticas.