Viernes 17 de abril de 2015
Me han preguntado varias veces si conozco a Rodrigo Rato. Por supuesto que sí. Fue clave en la negociación de nuestro Si a la investidura de Aznar en 1996 a cambio de consolidar el Concierto Económico, crear Euskaltel, desarrollar el Estatuto, abordar la devolución del Patrimonio Incautado por la guerra, y abordar varias asignaturas pendientes. No fue nada malo aquel pacto para Euzkadi que negoció personalmente él.
No era el Rato de hoy. Era un Rato opositor que accedía al gobierno y al que Aznar le había encargado lograra nuestro apoyo. Y se empleó a fondo envidiando la preparación y el conocimiento del Vicelehendakari Ibarretxe en el conocimiento de la Administración. Anteriormente habíamos tenido alguna relación en la oposición pues él era el portavoz del PP.
Tipo agudo, irónico, señorito, político, sabía negociar. Luego ese trabajo Aznar se lo dejó a Cascos con el encargo de que en aquella primera legislatura le asegurara todas las votaciones. Y éste lo logró.
Vi un cambio en él cuando nos invitó a acompañarle a Frankfurt a la creación del Banco Central Europeo. Fuimos y nos trajo en el avioncito oficial. Pero todas las miradas estaban ya en la secretaria con la que al poco se casó dejando su casa con aquel colgador de ropa cuya foto impactó.
Amigo de Aznar, este comentó que no lo había elegido sucesor por rico. Pero si se fue con él a su casa de Carabaña. Otros tiempos.
También le recuerdo en Zumaia en el funeral de Jose M. Korta, el presidente de Adegi.
Nunca explicó su salida del FMI y ahí empieza su deriva y su inicio de una actividad delictiva impropia de un personaje de esa entidad.
El problema de esta generación es que no han conocido límite a su ambición ya que se creían inmunes e impunes. ¿Pasarle ésto a ellos?.
Esta crisis ha sido un desastre para los débiles, pero también para los fuertes. Está acabando con la impunidad de una Costra, más que una Casta, que sabiendo cuales son los resortes del estado los han usado todos en su beneficio abusando de los bienes públicos y creyendo que todo el monte es orégano.
Su detención, la revisión de su casa y despacho, su humillación pública hubiera sido impensable hace tres años. Cuando le visitamos en Washington como Director del Fondo Internacional, no fuimos a una oficina cualquiera. Aquello parecía la Casa Blanca y nuestro anfitrión un jefe de estado guardado por unos escoltas tremendamente disuasorios.
La imagen de ayer del escolta cogiéndole la cabeza a la entrada del coche, es la imagen de un fracaso humano, pero también el fracaso de un grupo de amigos que se creyeron los dueños del chiringuito.
¿Y para qué?