Sábado 2 de mayo de 2015
Me importa un pito que haya nacido. Me importa un pito que sea niña. Me importa un pito que sea la cuarta en la línea de sucesión inglesa. Me importa un pito que le den de forma babosa y genuflexa el título de princesa y de alteza real.
Me importa todo ésto, sinceramente, un pito.
Si ya sé que hay mucho imbécil suelto a los que estas cosas les entusiasman, pero les debería importar un pito que Guillermo y Catalina hayan tenido una niña, como les importa un pito si el vecino del cuarto hubiera tenido descendencia.
Lo malo es que ni a los medios, ni a los nostálgicos de la polilla, ni a los que creen en privilegios, les importa un pito. Y son los medios quienes alimentan esta superchería. Unos malos medios como en muchas otras cosas.
Más les debería importar los niños de Nepal, sin padres, huérfanos, con mocos, sin comida, tullidos sin agua, sin futuro tras el terremoto en su país.
Solamente me podía parecer algo comprensible que les interese a algunos lo primero si previamente se han volcado por lo segundo. Es decir: para que esos niños nepalíes tengan futuro.
Si algo hicieron bien los nepalíes hace unos años fue decirle a aquel reyezuelo que quedó vivo tras la matanza de la familia real, hecha por el heredero, fue decirle a aquel sujeto aberrante que tenía un mes para marcharse fuera del Palacio y del País.
Nepal un pueblo listo y afligido.
Me importa un pito que Guillermo y Catalina hayan tenido una cría.
Que les aproveche. Y que con tanta tontería no la conviertan en una imbécil.
Hay ya demasiados.