Jueves 24 de septiembre de 2015
Por Xabier Leizaola
«La aventura de Radio Euzkadi II en Venezuela fue, sin duda, una etapa del nacionalismo vasco del siglo XX que dice del sentir y del hacer del pueblo vasco en su historia de supervivencia y defensa de la identidad y de la libertad. Recordar en el siglo XXI la historia del siglo XX nos ayuda a constatar un renacimiento como el que surgió en el siglo XX, después del XIX, tras las guerras carlistas que dieron nacimiento a Chaho, Campión, Arana Goiri y, más recientemente a los Aguirre, Leizaola, Irujo, Rezola, Landaburu y, en nuestros días, los Garaikoetxea, Ardanza, Ibarretxe, Arzalluz. Siempre encuentra el pueblo vasco, en sus circunstancias difíciles los hombres que defienden su identidad nacional.
La larga lista de colaboradores de Radio Euzkadi III, presentes por más de 10 años, demuestra la entrega desinteresada del vasco en defensa de su ser y de su entorno. El hombre que fue el faro de Radio Euzkadi, Joseba Rezola, tiene las características del hombre de fe, de esperanza y de generosa perseverancia. Esta generosa perseverancia contrasta con la perseverancia egoísta del dictador.
Haber tenido que refugiarnos en Caracas, tanto en San Bernardino, como en Socarrás, en Altamira como en la Libertador para grabar diariamente una cinta de emisión de una hora que, ora unos, ora otros teníamos que llevar hacia el monte, a 60 kms. de distancia, atravesando la Fila de Mariches, el puente Pichao sobre el río Guaire y los cerros de Santa Lucía, con los modestos medios de cada uno, salvo honrosas ayudas, representa la aventura de 4000 días en la soledad del exilio. El informador, el escritor, el periodista, el administrador, el mecánico, el ingeniero, el colaborador, todos bajo una consigna de silencio, mantenían en pié una bandera, una ikurriña que daba fe, para el mundo, de la supervivencia del pueblo vasco como nación. Hace ya 25 años que arriamos esa bandera erigida en la selva venezolana y, hoy, ondean orgullosas las ikurriñas que tirios y tróvanos admiten porque ellas tiene savia del pueblo, de un pueblo consciente de su identidad nacional.
Fue así:
La carretera de Santa Lucía a Caracas, desde los valles del Tuy, llegando por la fila de Mariches, un poco antes de Petare, deja, entrever, en la hora crepuscular, la silueta del Pico Oriental del monte Ávila. Al ver esa silueta, los que éramos correos, no del Zar, sino de Radio Euzkadi, allá por las décadas del 60 y del 70, sabíamos que llegaba a buen fin nuestro retorno del viaje de traslado del cassette (TALO) que nos habían encomendado ese día, para su entrega a Ixaka Atutxa al hombre solitario de la selva enquistada en la hacienda del generoso venezolano Luis José García.
El hombre solitario, Ixaka Atutxa, esperaba con placer, sin duda, los carteros que le traían el Talo para poner a funcionar la emisión diaria de Radio Euzkadi. En oportunidades, se quedaban a acompañar su soledad compañeros como José Elizalde, con quién había compartido los sinsabores de la Brigada Vasca en Francia en la lucha contra los alemanes, o como Juancho Ortiz, algorteño, que combinaba sus oficios de pastelería en el barrio caraqueño de Catia con los inconvenientes del monte, las serpientes y los mosquitos zancudos. A Ixaka no le disgustaba la llegada de cualquier otro de los del grupo, fuese Félix Berriozabal «Elorrio» con sus cuentos del folklore vizcaíno, o Miguel Briceño, el andino generoso a quien su patrón Julián Atxurra había encomendado esa misión por sobre cualquier otro trabajo; o Julián Atxurra hijo que, después de grabar, tenía de pronto que ir hasta allí como le sucedía a Josu Urresti, nuestro «Jonás», a quién acompañaban, de vez en cuando, sus hermanos Joseba o Paulin.
La visita a Ixaka, sobre todo en fines de semana, la llevaban a cabo otros compañeros a quienes Intza adiestraba para que llevaran alimentos y la compartieran con la amenización de partidas de mus. Así podían acudir los Bingen Amézaga, Tomás Andonegui, José Ignacio Zuazo, Joseba Iturralde, Jon Olabeaga, Andoni Olabarri o los impresores José Luis y Joaquín Morales. Pero las visitas de emergencia, de médico, las realizaban o bien los ingenieros mecánicos, si la planta generadora de electricidad fallaba, allí aparecían de noche o de día, los Juan Mari López Izaguirre, Iñaki Landa, Jon Gómez. Si la planta enmudecía o se acatarraba porque sus transmisores Pedro o Pablo se cansaban de transmitir, los ingenieros de turno electricistas, bien adiestrados por el super-técnico José Joaquín Azurza, Kepa Lekue y Jon Mikel Olabarrieta acudían sin desfallecer.
Para Ixaka era un pequeño placer, al poner en marcha la emisora, reconocer la voz de los locutores. Los de las voces bajas y claras eran Ricardo Líbano, Joseba Arriaga o Antonio Mendiluce. Los de las voces más fogosas: Iñaki Arretxabaleta, José Mari Zugarramurdi o Pello Irujo. Los del euskera: Aita Patxi, Aita Iñaki o Xabier Leizaola. Las de las voces femeninas cantarinas. Maite Garitaonaindia, Mirentxu Solabarrieta y Maite Leizola. Los que tenían que grabar todas estas voces, además de Urresti y Atxurra, eran Iñaki Anasagasti, Jon Mikel Olabarrieta, Garbiñe Urresti (nuestra «GOLDA MEIER»), Txomin Viscarret y Guillermo Ramos.
La preparación de los textos, las editoriales y las noticias, en suma toda la orquestación, la dirigía Alberto Elósegui con su equipo de Jone Intxausi, José Joaquín Azurza, José Abasolo, Bingen Amézaga e Iñaki Anasagasti, nuestro «BRUJO», quién heredó la orquestación y la responsabilidad de terminar de llevar a buen puerto aquella nave, cuando Alberto Elósegui se fue a Londres.
Todo este movimiento funcionaba con los recursos que Jokin Intza arrancaba de aquí y de allá poniendo a trabajar cuanta mano veía proclive a la generosidad con su clásica proposición de sí o sí. Utilizaba su equipo de recaudadores y colaboradores: los Julián Amezcua, Feliciano Aranguren, Aintzane Quintana, Iñaki Erkoreka, Fernando Carranza, Jon Leizaola, Domeka Etxearte, Paul Aguirre, Iñaki Zubizarreta y Aita Boni.
Desde que Iñaki Elguezabal, José Luis Atxa y Jesús Irazabal plantaron aquella antena que ideó José Joaquín Azurza, en medio de la montañosa hacienda de Luis José García, empezaron a correr los largos doce años de vida de Radio Euzkadi, que llegaba hasta Europa todos los días con su saludo de «AQUÍ RADIO EUZKADI, LA VOZ DE LA RESISTENCIA VASCA. HEMEN EUZKADI IRRATIA, EUZKO ERRESISTENTZIKO GUDARIEN DEIA…»
Y dejó de transmitir poco después de la muerte de Francisco Franco, que celebramos en Radio Euzkadi al grito de «abajo la dictadura y viva la libertad». Nos despedimos el 1 de Mayo de 1977 con la satisfacción de haber cumplido con un deber.
Hoy la actual Radio Euzkadi es una emisión digna y eficiente que transmite todos los días en la nación vasca que nos vio nacer a muchos de nosotros y que, desde Venezuela, la generosa Venezuela, podemos captar con orgullo y sin temor a ser descubiertos o maltratados. Y en el año 1992 nos reunimos celebrando el reconocimiento que se le hizo a Radio Euzkadi, por parte de la Fundación Sabino Arana, con el premio «Diáspora 1991». Aquella celebración no tuvo para nosotros la debida resonancia si no llamamos a nuestros corazones a los que tanto colaboraron y se fueron hacia Jaungoikoa aquí en Venezuela: Santi Guruceaga, Julene Urcelay, Eukeni Olabarrieta, Joseba Olabarrieta, Mikel Olasagasti, Rafael Mendizabal y Txomin Llanos, autor del «Talo de Oro» junto con el hoy pianista neoyorquino Jesús Gallastegui. Alia en Euzkadi: se fueron Isaías Acha, Jon Garaigobordil y el bueno de Julen Abando. También nos dejaron nuestros maestros y animadores: Joseba Rezola, Manuel Irujo y J.M Leizaola.
Tampoco pudo estar con nosotros aquella noche en Caracas, los fieles e incansables colaboradores con sus escritos, sus noticias, su tesón en defensa de la libertad. Residen en Euzkadi y en Europa: Urrestarazu, Arrizabalaga, Ibarra, Gerardo Bujanda y Peru Ajuria.
Desde estas muestras sencillas y casi imperceptibles voces de hoy, animados, sin embargo, del mismo espíritu de lucha por la libertad y la solidaridad, vaya nuestro fraterno abrazo, nuestra esperanza y nuestra fe.
