Jueves 31 de marzo de 2016
He estado en Sevilla. En el aeropuerto compro El País. En su página 25 dedicada a Cultura y bajo una fotografía de Ignacio Chillida, este título:
«Los Chillida critican el trato dado a su padre en Euzkadi».
Leo el texto y me indigno. Es muy fuerte y muy injusto y muy poco veraz. Dice así:
Un bronce de 1948 y varias gravitaciones en papel de 1997 acotan en el tiempo la exposición de 40 obras de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) que acoge la madrileña galería Cayón. Los papeles, las lurras los alabastros, los hierros del escultor donostiarra, la mitad de ellos procedentes del Museo Chillida-Leku (cerrado desde 2011) y la otra de diversas colecciones particulares, conforman un reducido y a la vez exhaustivo viaje por su obra.
Otra acotación: los precios van desde los 40.000 hasta el millón de euros. Chillida sigue cotizando al alza. Y la familia sigue dando salida a algunas de las obras que antaño (y hoy, aunque menos) eran visitadas por el público en el caserío de Zabalaga, cerca de Hernani (Gipuzkoa).
Pero no es oro, ni siquiera bronce ni alabastro, todo lo que reluce en el universo Chillida. Ignacio, hijo mayor del artista y responsable no solo de la mayor parte de las exposiciones dedicadas a su padre sino también grabador y autor del monumental catálogo razonado en curso (el segundo volumen está ya a punto), se muestra satisfecho con la exposición:
«Ha quedado bien, un poco compactada, este es un desarrollo escenográfico del galerista, no es la mía, yo tendría otra, aquí se han tomado ciertas licencias que yo no suelo permitirme pero me parece bien que lo hagan, y el resultado es respetuoso».
Pero Ignacio Chillida no esquiva las espinas y los lamentos. Según la familia del autor de Elogio del horizonte, la huella de aita no ha sido respetada siempre y en todo lugar… ni mucho menos. «La verdad es que a Eduardo Chillida se le ha tratado en España con un enorme respeto… y por todo el mundo lo mismo. Menos en el País Vasco, que es el único lugar en el que no se ha dado ese respeto, ya no por la obra de Chillida sino por Chillida en general… más que nada por cuestiones políticas. Vamos, que ha ocurrido lo contrario de lo que tendría que haber ocurrido, que es que se le hubiera respetado, porque se lo merecía como persona y como artista comprometido que dio mucho por su país. Ahí muchos no han dado la talla». Y ahí queda eso.
Ignacio Chillida admite que el tema Chillida-Leku es complicado: «Va más lento de lo que nos gustaría a todos, pero estas cosas van a tenor de la situación política, las elecciones… y ya sabemos que en octubre hay elecciones en el País Vasco, tontos no somos. Ya nos pasó antes: llegaron las elecciones y se acabaron las conversaciones». Y frente a los rumores de que la culpa la tienen 80 millones de euros, añade: «Nosotros nunca hemos hablado de dinero, ellos sí. Lo primero es salvaguardar Chillida-Leku conceptualmente, que no se modifique ni se convierta en un centro de exposiciones de otros artistas… El futuro es largo y, o lo tienes atado, o apaga y vámonos».
Las Instituciones vascas, de todos los partidos, han tratado de llegar a acuerdos con esta familia a la que les mueve al parecer, no solo el interés de la difusión de la obra de su padre, sino, me da, que la codicia. Suele ocurrir.
El artista fue el padre. Y ellos, no miden la dimensión de la obra de un vasco para Euzkadi.
Es lógico y normal que barran para casa. Pero no que rompan la cuerda. Y han pasado en las negociaciones por representantes del PNV, del PSE, de Bildu. Nunca un acuerdo. Todo es misterio. ¿Todos están equivocados menos ellos?.
¿Se acuerdan de la fotografía del abrazo entre Chillida y Oteiza? ¿De la inauguración en tiempos del Lehendakari Ibarretxe con el canciller alemán al tener su obra en Berlin? ¿Del orgullo vasco de un caserío precioso con semejante obra a su alrededor visitado por medio mundo?.
Estuve solo dos veces con Eduardo Chillida. En una me habló de cómo el jelkide Joaquín Zubiria le salvó la vida a cuenta de una gabardina. Y lo dijo cuando la Fundación Sabino Arana le otorgó su premio anual que él agradeció efusivamente. No se le trató mal. Se le conoció su obra y trayectoria.
No hablaba mal del PNV, ni de nadie. Solo tenía agradecimiento.
Y la segunda en Madrid cuando inauguró en el Reina Sofía su Exposición antológica. Y recuerdo su conversación. Todo lo que me dijo se refería a la importancia que iba a tener su gran obra, Chillida Leku, en el panorama cultural vasco, incluso en el turístico.
Era su obsesión. Lo que de verdad en aquellos años le movía. Dejar una obra imperecedera en Hernani, no en Madrid.
Pero los hijos no deben opinar lo mismo. Y por eso esta familia, lo que hizo el padre, parece que quieren deshacerlo los hijos. Estarán en su derecho pero ese titular de El País es una puñalada trapera.
Y venden, como dice la información de hoy, trabajos del gran artista. Primun vivere. Y lo justifican atacando a Euzkadi y sus instituciones.
Y, lógicamente, en Madrid se frotan las manos.
Miren el titular y lean como agradece esta familia a España donde al parecer se le trata con enorme respeto, menos en Euzkadi.
Pregunta. ¿Si viviera el Aita, ¿qué diría de este forcejeo absurdo en detrimento de su obra y de lo que él quería?.
Y que conste. Es mi opinión personal. Por cierto, muy compartida. No de ninguna institución.
Como ciudadano vasco tengo derecho a quejarme de que Chillida Leku esté cerrado, que se vendan las obras del gran artista y que se insulte y manche la imagen de Euzkadi.
Pues eso.