Jueves 22 de septiembre de 2016
Alfonso Alonso debe estar contento con su campaña. Nadie le ha recordado el affaire San Antonio, y, criticar a Ritá Barberá, le ha tocado hacerlo a Maroto, asimismo implicado en el asunto San Antonio. Hay gentes como esas sartenes de teflón que no se les pega nada.
Su campaña ha sido a la española. Han sido la quintaesencia de lo hispano en Euzkadi, incluyendo las impresentables declaraciones de su compañero el ministro del Interior Fernández Díaz, en contra de la exhumación extraordinariamente respetuosa de los restos de Mola y Sanjurjo. «Hay algunos que quieren ganar la guerra cuarenta años después» ha dicho este compañero de gabinete de Alfonso. Y Alfonso callado.
Me dijo Arantza Amezaga que no sabía que Mola estaba enterrado en el centro de Iruña. Era un secreto de estado. Ha sido como tener a Jack el Destripador en la Iglesia de San Pablo en Londres. Todo un asesino, todo un terrorista, todo un sádico y un práctico de la venganza, homenajeado en el centro de sus tropelías. Y, los deudos de sus víctimas, cuarenta años callados.
No se quiere ganar ninguna guerra hecha por golpistas y fascistas, sino hacer justicia. Al alcalde del PNV de Lizarra (Estella) Fortunato Aguirre lo fusilaron sin juicio alguno y echaron su cadáver a la cuneta para que los perros dieran cuenta de él.
Alfonso Alonso en su debate en ETB parecía un ministro de España. Lo ha sido, pero, todavía no se ha quitado el traje. Y en ese debate estuvo Miren Larrion de Bildu. Pero cuando ETB preparó un programa sobre el lado humano de los candidatos, Alonso se negó a hacerlo porque estaba primero Otegi y luego Maddalen Iriarte. Es decir, pueden participar en un debate pero no hablar de sus gustos, familia, y hobbys. Y eso que fue un programa amable y con audiencia.
Él se lo ha perdido. Atrapado en su dogma, ha desaprovechado una oportunidad de oro para hacer más amable a su personaje que es la imagen de un político, duro, lejano y sin gracia.
Peor para él.
A veces la dogmática de los partidos hace estas cosas tan peregrinas que luego nadie agradece porque ese mismo día Urkullu recibía en Ajuria Enea a la Asociación de Víctimas y la reunión fue muy positiva.
Creo que Basagoiti no hubiera desaprovechado la oportunidad. Pero Basagoiti vive en Mexico y la política vasca le importa lo que a Donald Trump un tequila.
Alfonso Alonso, político alavés con paracaídas, perdió su oportunidad por no saber leer la realidad de lo que pasa a su lado.