Sábado 25 de noviembre de 2017
Estudié quinto, sexto y Preu del bachillerato en el Colegio Santiago Apóstol de Bilbao. Mi aita y, uno de mis tíos abuelos, fueron alumnos del Chami como así se le conocía a aquel gran colegio derribado y trasladado a Deusto. Hoy allí está la Plaza Bizkaia, en lo que fue la Iglesia la Cámara de Comercio, y en la Plaza un ondulante edificio oficial al que llaman hoy el Microondas.
En el Rincón de Carlos, enfrente del Colegio en la calle Licenciado Poza hemos tenido la comida anual de nuestra promoción. Eran clases de una media de 43 alumnos, que cada año los Hermanos cambiaban de aula, para que todos se conocieran y hemos estado unos 31. Me han dicho que ya han fallecido 49, la mitad por accidentes la otra mitad por causas naturales. La vida pasa y se va. Los que no han podido venir han mandado su adhesión. Algunos de sitios típicos de jubilados. Espero no estén cantando pajaritos.
Lo primero la foto anual y el “que bien te ves”, aunque estemos más feos, más gordos y más calvos. Y todos hablando, antes de los hijos y ahora de los nietos. Y solo uno con aparato para el oído.
En la comida, como es natural, cada uno contaba su vivencia mayor o con los Hermanos, o con el Colegio, o con el viaje de estudios que hicimos a Barcelona y Mallorca, cuando Mallorca era un erial. Y hemos hablado del francés literario y gramatical que estudiábamos condoliéndonos de no haber estudiado inglés porque el francés no nos ha servido para nada. También de la estricta disciplina que nos rodeaba y de cómo nos poníamos de pie cuando entraba el Hermano en clase y como cuando se despedía le decíamos aquello de “Usted lo pase bien”. Y si nos portábamos bien y conseguíamos puntos nos llevaban al Parque, al Pagasarri, a San Ignacio, a La peña. Y hemos comentado de cómo vivíamos felices y contentos sin móviles y sin tener ni idea de lo que era la vida, esa vida que ya los chavales hoy la conocen nada más encender la televisión.
He preguntado si alguien estaba traumatizado por algún Hermano pederasta. Ninguno. Si recordaban a algunos Hermanos que repartían leña con facilidad, pero era propio de los tiempos. Hoy sería acusado de malos tratos. En aquel entonces ibas a casa a quejarte y te daban el doble.
Pero nadie estaba ni traumatizado, ni echando pestes contra la educación recibida en valores y en disciplina.
Cada uno ha vivido su vida sin mayores agobios y en la jubilación uno se dedicaba a bailar, otro a tirarse en parapente, otro a hacer gimnasia, otro a obras sociales, otro a pasear nietos,….Y estaba Bingen Zubiri, con quien fui detenido el uno de abril de 1976, y nos pasamos con Joseba Goikoetxea tres días y tres noches en las celdas de la policía de la calle Gordoniz. Imprimíamos el Euzkadi en un piso de oficinas de la calle Egaña, con ascensor hasta el sótano, y allí, cuando bajamos nos esperaban cinco policías que nos detuvieron.
Al final Miguel Parra, quien con Boraita se toman el buen trabajo de coordinarse nos ha dado un décimo de lotería, un regaliz y la foto del año pasado. Y todos, como chavales, felices y contentos.
Todo pues, sencillo, entrañable y con ganas de poner la moviola y vernos en aquellos años iniciáticos tan cargados de planes, incertidumbres, emociones e ingenuidad. En definitiva, un buen encuentro que te lleva a los años adolescentes.
En el comedor estaba Mitxel Unzueta con su familia al que he saludado. Mitxel es de los pocos que pueden hablar hoy con autoridad y conocimiento de la discusión constitucional y podía haber contado estos días mil y un batallas de cuando se aprobó el Concierto en 1980. Pero, desgraciadamente, las jóvenes generaciones no saben quien es Mitxel Unzueta, y así nos va.