En Zumaia con los Gitanos, San Telmo, y la Familia Zuloaga.

Lunes 9 de abril de 2018

Hoy me he pasado el día en Zumaia. He ido con María Esther. Representantes de Asociaciones hacían una ofrenda floral en el monumento a Ignacio Zuloaga en la Plaza Zuloaga, lugar céntrico donde estuvo el Batzoki y está la parada de taxis. Su sobrino nieto Suarez Zuloaga y su esposa Margarita son grandes dinamizadores de la Fundación Zuloaga y personas con inquietudes culturales y de cohesión y con una política atractiva de abrir la casa del pintor a todos los interesados y de no vivir de espaldas a una localidad tan preciosa como Zumaia.

Y como hemos llegado con tiempo hemos ido andando hasta el final del rompeolas, obra inmensa ejecutada en tiempos del Consejero Josu Bergara y su Director de Puertos Juanjo Olabarria y el alcalde Ricardo Peña. Hoy no habría dinero para hacer semejante obrón que es impresionante. Y al ir hasta el morro hemos pasado delante de una villa, antes del Faro, llamada Kresala que fue del escultor Beobide. Una tarde, con su sobrina y mi ama, en el sótano estuvimos buscando el busto que le hizo a mi madre el insigne escultor ya que vivieron en Zumaia cuando mi aitona era Director del Banco Guipuzcoano de Zumaia.

Estando allí le he llamado a mi tía Begoña, la hermana menor de mi ama que nació en Zumaia para que me contara algo de sus primeros cinco años de vida en este pueblo que este lunes coincidía con las fiestas de San Telmo. Su nieto se llama Telmo. Me ha contado vivencias con el párroco Don Wenceslao Mayora, con Tellería, el autor del Cara al Sol que iba a su casa porque había piano para ensayar, de las reuniones anuales en el pueblo de las que habían nacido en 1927, de Zuloaga y Ortega y Gasset, de la casa de piedra enfrente del banco donde vivían, historias que se las he contado al alcalde Oier Korta, sobrino de Jose Mari, asesinado por ETA.

Al acto han asistido además del alcalde, la Viceconsejera de Cultura, la directora de Turismo de la Diputación de Gipuzkoa, Eneko Andueza del PSE, Amaya Fernández del PP, concejales del PNV y Bildu y Juan Mari Atuxa que iba a ir, tuvo que suspender su presencia pues debía de atender a miembros de Cultura del Gobierno Vasco que visitaban la Fundación Sabino Arana. Y con el Tío Mayor, allí estaban las Asociaciones de gitanos ofrendando a Ignacio Zuloaga que había tenido una gran relación con el mundo gitano, sabía caló y pintó con sensibilidad su mundo.

Sentado, por su edad, estaba el patriarca de la familia Zuloaga, Ramón, que con dos brochazos ha agradecido el acto, ha dicho que lo importante es subir las escaleras de peldaño en peldaño y sobre todo valorar a las personas por lo que son y no por su etnia, o su clase social. El mejor discurso para un acto al aire libre. Su hijo Ignacio, con un megáfono, ha abundado en la idea y tras las palabras del alcalde y la Viceconsejera, y del Tío gitano, se ha producido la ofrenda floral.

Al ir hacia el coche he saludado a un artista vasco genial y extrovertido al que conocí en 1977 pues se presentó en nuestra oficina de Bilbao buscando la intervención del Lehendakari Aguirre en el Congreso Mundial Vasco en 1956. Las conseguí, se las entregué e hizo una colección de cassettes con aquel discurso que era un saldar cuentas sobre lo que habían hecho en treinta años. Nos ha regalado su último CD, nos ha dicho que quiere cantar esas melodías en Argentina, y nos ha contado su historia en cinco minutos. ”Yo empecé en EGI, seguí con los poli milis, allí le conocí a Otegi a quien llamábamos “el gordo”, luego me pasé a EE, y de ahí a EA y ahora vuelvo y voto al PNV porque ese mundo radical todavía no se ha dado cuenta que más que dogmatizar lo que hay que hacer es trabajar y gestionar bien sin perder las referencias pero sin obsesionarse por los dogmas”. Es un cantante muy conocido que trabaja además para superar esa ridícula rivalidad entre Gipuzkoa y Bizkaia y ese enfrentamiento excesivo Real-Athletic con cláusulas de no venta de jugadores al Athletic eso es demencial y hay que denunciarlo. Y soy gipuzkoano”.

De allí a la casa de los Zuloaga hecha sobre una duna en 1914 por el arquitecto Pedro Guimón que solo le cobró al pintor un cuadro de él. Es una casa de estilo rural vasco cargada de riqueza artística en su interior. Un gitano, con gracia me decía: ”tengo que meterme las manos en los bolsillos pues me llevaría todo”.

Ignacio nos ha explicado la saga familiar y enseñado la última adquisición que era el cuadro de una gitana vasca que piensan colocar en un nuevo hotel boutique que quieren organizar en una casa enfrente a la espera de poder gestionar algún día el Museo Zuloaga que debería ser una referencia gipuzkoana y vasca. Y lo hablaba con la directora de turismo. ”Aquí hay una ruta fantástica que empieza en Donosti, sigue en Chillida, recala en Getaria en el Museo Balenciaga, continúa en Zumaia con Zuloaga, pasa a Motriko con Churruka, se va al Guggenheim y termina en la Rioja. ¿Quién tiene esa variedad y riqueza paisajística, cultural, gastronómica e histórica en 200 kilómetros?”. Y sin olvidarnos de Loyola y Arantzazu.

¡Pues a por ello!.

Ignacio y Margarita son exquisitos anfitriones, cultos, cuidadosos, atentos y además sirven la mejor sopa de pescado que he comido en mi vida, superando a la que hacían en el Zapirain de Lekeitio, que desgraciadamente cerró.

Un guitarrista flamenco, servía suavemente de hilo musical, casado con una japonesa que vive entre Madrid, Tokio y Valladolid y que nos ha resultado una persona cultísima, abierta y curiosa por todo y con la voluntad de rescatar un viejo palacio en Castilla. Y un vasco casado con una gitana guapa, y de un amplio registro cultural y muchas conversaciones más del mayor interés porque seguirle a Ignacio Suarez Zuloaga en sus parlamentos es difícil para registrar todas las vivencias, anécdotas, planes, experiencias que atesora y proyecta con un entusiasmo contagioso.

Cuadros del Greco, de Zurbaran, una pieza de Rodin, pajaritas de Unamuno, fotos con Ortega y Gasset y Belmonte, en fin un sitio único que ojalá pronto sea una de las referencias culturales que desborden Zumaia.

Contaba Ignacio de uno de sus antepasados que en una conversación con Alfonso XII éste le recibió sentado con una pierna sobre el reposabrazos del sillón. En una de estas, Zuloaga le pidió al monarca se acomodase pues lo que estaba haciendo era una falta de educación con ésta frase ”Señor, nosotros somos respetuosos, pero no serviles, y lo que usted está haciendo no está bien”. El rey al parecer le hizo caso y le nombró después para un alto cargo.

Dejamos Santiago Etxea, sede de la Fundación Zuloaga, bajo un suave sirimiri y con pesar pues comenzaba un guitarreo y cante jondo que me hubiera apetecido escuchar. Y se me ha olvidado decirle a la ilustre japonesa que cuando vino a Madrid el emperador del Japón, antes de la cena, se le ofreció un recital de flamenco en el Palacio Real con lo mejor del gremio que me hizo comprender la belleza del sentimiento de un mundo tan desconocido para nuestra generación.

Finalizo trascribiendo una de las referencias sobre Zuloaga, los vascos y los gitanos que me entregó Ignacio y que vale la pena conocer:

Egun on Iñaki, mañana puede llovernos, por lo que hay que animarse aún más. Y como en la vida no hay nada gratis, te pedimos colaborar leyendo este texto en algún momento. Jajaja. Abrazos.

De Enrique Lafuente Ferrari  (La Vida y el arte de Ignacio Zuloaga)

  1. 162.  Hojeando los cuadernos de don Ignacio en Zumaya, he encontrado, a veces alternando con dibujos o estudios para sus pinturas, anotaciones de palabras gitanas, con su traducción; he sabido que, con frecuencia, al divisar un grupo de gitanos, se dirigía a ellos con su aspecto de hidalgo campesino y les dirigía la palabra en caló, con gran asombro de los hijos de Egipto. 

Un día venía a Madrid desde el Norte, en automóvil, acompañado de Julio Camba; en las cercanías de Burgos divisó una tribu errante de esos gitanos de carretera, por los que sintió siempre una tierna simpatía.  Paró el coche al llegar a la tribu y les dirigió la palabra en su lengua.  Asombrados los calés, interpelaron a Julio Camba: “¿Quién es ese señor que parece un ministro y nos habla en gitano?” “Pero ¿no le conocéis? -dijo Camba-.  ¡Es el rey de los gitanos de Bilbao!” Y toda su vida, don Ignacio y sus amigos recordaron este ostentoso título otorgado por el gran humorista y, en cierto modo, merecido. 

De su contacto con los gitanos, don Ignacio, sin duda, se hizo supersticioso.  Lo era en extremo; no emprendía nada importante en martes, y en sus últimos días lamentó siempre haber iniciado el viaje de Zumaya a Madrid en ese día nefasto.  Que le hablasen de su buena salud o del éxito de una exposición o de una empresa cualquiera, le ponía nervioso, porque creía que esas cosas hacen mala suerte.  Tenía horror a esas personas que, con justa o injusta fama, pasan por gaffes, y las huía con ingenuo y pueril impulso. 

Cañabate nos ha dicho que ése era el principal motivo de que llevase siempre en la mano un junquillo de madera, aislante de la mala suerte, según la inocente superstición popular.  Estimaba mucho en sus últimos años, como talismán de bolsillo, el pez de plata articulado que le regalo un amigo […]”

 

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