Viernes 7 de diciembre de 2018
Hoy se cumplen 20 años del primer triunfo electoral de Hugo Chávez. Ese día, la mayoría de los venezolanos que fue a votar, lo hizo por quien ofrecía convertir la democracia representativa en participativa, acabar con la corrupción y reducir la desigualdad social.
Veinte años después se puede afirmar, sin ninguna duda, que la “revolución” encabezada por el hoy difunto Hugo Chávez es un fraude descomunal que ha provocado una auténtica catástrofe en todos los aspectos de la vida venezolana.
La democracia participativa no pasó de ser un enunciado para captar incautos, pero lo peor es que el chavismo acabó con la democracia en el país. Hoy vivimos bajo un gobierno autoritario, que utiliza los tribunales, el Consejo Nacional Electoral, la fiscalía, para burlarse de la voluntad popular, perseguir y encarcelar a los opositores. Los derechos políticos están confiscados y dependen de los caprichos de Nicolás Maduro y la camarilla que lo acompaña.
La voluntad popular fue burlada y desconocida a partir de diciembre de 2015, cuando los venezolanos le dieron la mayoría calificada a la oposición en la Asamblea Nacional. Después impidieron el referéndum revocatorio en 2016, convocaron una Asamblea Constituyente violando la Constitución y le robaron el triunfo a Andrés Velásquez en Bolívar.
Posteriormente adelantaron las elecciones presidenciales luego de inhabilitar a varios candidatos y no cumplir el acuerdo suscrito con quienes participaron en esos comicios celebrados en mayo pasado. Este golpe de Estado ha sido dado a plazos, con la total complicidad del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López y el alto mando militar, corresponsables de todo el desastre que vive el país.
En materia de corrupción lograron lo que parecía imposible. Superar, y por bastante, a la que se produjo durante los gobiernos de Acción Democrática y Copei. Una buena parte de quienes han ocupado posiciones relevantes en el gobierno durante estos veinte años han robado con premeditación, alevosía e impunidad. Y lo siguen haciendo.
Lo que se viene revelando en el exterior, lo que ha sido denunciado en Venezuela por periodistas y diputados, da cuenta de que vivimos, también, en una cleptocracia. Cualquier oportunidad es buena para robar, malversar, dilapidar, derrochar. El país disfrutó el mayor ingreso petrolero de la historia y no fueron capaces de resolver ni mejorar ninguno de los problemas existentes, todo lo contrario.
El sistema sanitario está por el suelo. Enfermedades erradicadas o muy controladas han vuelto a aparecer causando estragos en algunos estados. Los hospitales y centros de salud no cuentan con lo indispensable y quienes allí laboran reciben salarios de hambre.
En la educación la situación no es mejor. Fuga de profesores a todos los niveles, lo que genera una pérdida de la calidad de la enseñanza. Todo ello provocado por unos salarios de hambre. La mejor palanca para lograr la equidad social está inoperante.
De la economía no hay mucho que agregar. Todos los venezolanos viven a diario el desastre, la hecatombe que han provocado con sus políticas de expropiaciones, ataques a la propiedad privada, pillaje y corrupción. Lograron lo que parecía imposible: tener a la gallina de los huevos de oro -Pdvsa- al borde de la quiebra.
Al paso que va, puede pronto producir un millón de barriles al día, la misma cantidad que extraía en 1945, con la diferencia que hoy en este país viven más de 30 millones de personas. El pésimo manejo de esta empresa les impidió aprovechar el último incremento de los precios del crudo.
En resumen, las ofertas y las promesas hechas por Hugo Chávez en 1998 resultaron una estafa. Un fraude. Han provocado una catástrofe en el país. Lo que ocurre demanda a la dirigencia opositora lograr la unidad más amplia posible que permita a la brevedad salir de Maduro y la camarilla corrupta que lo acompaña.
Así vson todos los gobiernos que integran el ALBA, gobiernos sanguinarios, corruptos, criminales, asesinos, mafiosos, gánsteres, cleptocraticos, todo una estafa.