Como vio Leizaola a su antecesor, Agirre

Martes 21 de abril de 2020

En la fotografía podemos ver al alcalde de Bilbao recibir a pie  la  escalera del ayuntamiento de Bilbao  al Lehendakari Leizaola que acababa de llegar de un exilio de  42 años en diciembre de 1979. El alcalde y toda la corporación, no solo querían honrar a un Lehendakari, diputado, fundador de la Universidad Vasca, la persona que hizo posible que Bilbao no fuera destruido en 1937 sino al alto funcionario del ayuntamiento que Leizaola había sido. Jefe de Hacienda  desde 1919 a 1925. Recuerdo como nos contaba lo que había supuesto para Bilbao el crack de la Unión Minera.

Jon Castañares, que había sido uno de los niños de la guerra en Inglaterra  estuvo muy cariñoso con Leizaola y quiso darle significado a la figura  Lehendakari entregándole en las escalinatas el bastón de mando del ayuntamiento, estando la guardia de gala, con maceros, así como la banda de txistularis que al llegar le entonaron el Agur Jaunak y al salir el Himno Nacional Vasco. En el despacho del alcalde firmó Leizaola en el libro de honor del ayuntamiento y Castañares le obsequió con unos gemelos y un alfiler de corbata en nombre de la Corporación. Estos obsequios llevaban estampado en oro el escudo de la capital bizkaina. Ante todo eso Leizaola pronunció unas emocionadas palabras de agradecimiento e hizo mucho hincapié lo que había significado Bilbao en su vida.

Bueno, pues nos toca traer a este homenaje al Lehendakari Agirre en el sesenta aniversario de su fallecimiento, el recuerdo que Leizaola hizo de su antecesor, ya que fue su jefe y su amigo, su compañero de fatigas y su guía. El juramento de Leizaola ante el féretro de José Antonio en el cementerio de Donibane bajo un paraguas resumía bien lo que estaba viviendo en aquel momento.

Leizaola, habló  y escribió mucho de Agirre. He aquí uno de sus testimonios. Un magnífico testimonio que describe en tres trazos, treinta años de lucha política con total entrega:

“Los treinta años de vida política de José Antonio de Agirre —1930 a 1960— se me presentan ahora, cuando aca­ba de morir tan inesperadamente y hallándose en plena acti­vidad, como formando la más armoniosa unidad que pueda ser imaginada.

Le veo de 1930 a 1931 en la Comisión política que al frente de la editorial de prensa «Euzko-Pizkundia» solicitó la voz de los nacionalistas vascos para que se decidiera sobre los rumbos que debían ser adoptados al salir de la dictadura de Primo de Rivera. Tenía entonces nuestro Lehendakari 26 años, y las actividades en que se había distinguido (los estu­dios, el deporte, las organizaciones juveniles católicas), así como su tradición familiar, le llamaban a puestos de con­fianza y dirección en los que no cesaría ya hasta su muerte. Fue aquella la primera consulta popular a la que está asociado su nombre. Con ella se fue a la instauración de las corrientes definitivas del nacionalismo vasco, tal como las vemos aún hoy, treinta años después.

El 12 de Abril de 1931 era elegido Concejal por el Muni­cipio de Getxo, y dos días más tarde Alcalde de ese complejo Ayuntamiento integrado por los diversos núcleos que se llaman Las Arenas, Neguri, Algorta y Getxo, éste último el más antiguo y más lejano de Bilbao. Un vecindario cuyos nombres de familia suenan en todo el mundo, por compren­der a hombres de negocios y a hombres de mar para quienes no había lugar de la tierra que dejara de ser interesante.

Ese día comenzaba su vida la II República Española, sa­liendo al exilio el Monarca que reinó en España desde el día mismo de su nacimiento en 1886, Alfonso XIII.

José Antonio de Agirre tomó entonces sobre sí una tarea gigantesca, la de lograr que Euzkadi, el País Vasco, viese re­conocida una autonomía política que había perdido en 1839 y de la que, sin embargo, quedaban aún restos visibles y no simples recuerdos.

La tarea que llevó adelante no fue la de redactar un texto de Estatuto, tarea que él, Alcalde —es decir Autoridad— dejó para grupos de personalidades de probada competencia y que funcionaron bajo la égida de la Sociedad de Estudios Vacos o de las Comisiones Gestoras de las Diputaciones Vascas, sino la de mover al pueblo para que tomase en sus manos los destinos del País, por el camino de ese Estatuto de Autonomía.

También en esto sería la clave un referéndum, como lo había sido en el otro plano. Pero aquí no se trataba de mo­ver a hombres convencidos que pedían orientación, sino a los no conformistas, a los escépticos y a los interesados en que nada se hiciera. Y éstos —sobre todo el segundo grupo— han sido siempre legión.

La obra de Agirre cerca de las Municipalidades, que su­man más de 500 en el País Vasco, cerca igualmente de las cuatro Comisiones Gestoras, de los diputados a Cortes del País no nacionalistas vascos, y finalmente del electorado mismo, hombres y mujeres, fue tal que no encuentro pa­labras para colocarla en el elevado lugar que merece.

Diputado en las Cortes de la II República Española du­rante toda la vida de ella, intervino en muchos debates parlamentarios, dando siempre verdadero ejemplo por la al­tura en la que se producía, por la tolerancia y el gran valor humano que demostraba, por lo medido y justo de la expre­sión y por el calor y la brillantez de sus discursos. Con todo, esta intervención parlamentaria (y aunque es seguro que, queriéndolo él, le hubiera llevado a grandes éxitos políticos de orden personal) la concibió siempre como enderezada a lograr el objetivo esencial de la autonomía política de los vascos obtenida mediante acuerdo de las demandas de éstos con las decisiones que el Parlamento español adoptara en su día.

¡Qué grandioso objetivo el de sus afanes! ¡Y qué esfuer­zo el realizado por él al servicio de tal causa!

Tarea cívica por esencia era la de lograr los votos de los Ayuntamientos y de las Gestoras vascas, los del electorado vasco en proporciones de quórum completamente excep­cionales. Y luego la de llegar a que el Parlamento español aceptase lo que le era demandado por los vascos.

Y él —no diré que sólo, pues otros hombres serán tam­bién recordados por nuestros compatriotas, pero sí que su acción fue la permanente y la decisiva hasta absorberle todo entero, haciéndole merecer que por ello se le llame Padre del Estatuto— no cejó hasta que lo sancionado primero por los electores de Alaba, Gipuzkoa y Bizkaia el 5 de noviembre de 1933 en el plebiscito previsto por la Constitución de la Re­pública Española de 8 de diciembre de 1931, y luego adopta­do como ley del Io de octubre de 1936 por el Parlamento es­pañol.

Fue la obra de un político de clase excepcional, y los hechos demuestran que por tales métodos deseaba él seguir adelante: la consulta popular, las elecciones, los debates en las Corporaciones, los acuerdos de Asambleas y Parlamen­tos.

Pero en Julio de 1936 la pura acción cívica se hizo impo­sible por la sublevación militar y la guerra civil española. Jo­sé Antonio de Agirre, sin embargo, no varió en su línea.

Antes de transcurridos tres meses, en virtud de aquel Estatuto por el que tanto había trabajado y que era, al fin, ley de Estado incorporada a su sistema constitucional, la con­fianza de los electores vascos, los concejales elegidos en 1931 por el sufragio popular, le elevaba a la condición de Presi­dente del Gobierno del País Vasco (Euzkadi) cargo que ha venido ejerciendo hasta su muerte.

Una segunda etapa de su vida, se desarrolló, pues, du­rante la guerra al asumir con la Presidencia las funciones del Departamento de Defensa en toda plenitud.

Viósele en ellas fiel a sí mismo, a su sentido de organiza­ción, a su inmensa capacidad de trabajo, realizando dos ob­jetivos verdaderamente arduos en aquellas circunstancias: el de hacer con las Milicias tan divergentes, un Ejército; el de hacerlas encuadrar y responder a un Estado Mayor de mili­tares de carrera y lograr que éste llevara un control verdade­ro de las tropas combatientes. Viósele también ajeno a toda veleidad de invadir el terreno de los otros Poderes, dejando que éstos llevaran los asuntos de su competencia (por ejemplo, los asuntos internacionales o los legislativos) según la entendieran y creyeran acertado, puesto que ellos eran los responsables.

José Antonio de Agirre no salió de territorio vasco mientras hubo guerra en Euzkadi: José Antonio de Agirre no salió prácticamente de su despacho sino para ir a los fren­tes. Gracias a eso pudo controlar la guerra en territorio vas­co como la controló. Porque comenzó por hacerse él mismo esclavo de la propia tarea.

Es obligado decir que durante el mes de Mayo de 1937, tras la destrucción de Gernika por la aviación al servicio de Franco en la tarde del 26 de Abril, ejerció también el mando militar en el cual cesó el 29 de Mayo. Y que ese período de operaciones registró una resistencia de las tropas vascas a la ofensiva enemiga (llevada bajo planes alemanes y con la par­ticipación en la ofensiva de tropas hitlerianas e italianas) que acepta la comparación con las más brillantes campañas de la misma clase.

Al término de la guerra, en Febrero de 1939, hizo frente, con el Gobierno, a las necesidades de los exiliados (campos de concentración, refugios, colonias) en países extranjeros y se vio ante el nuevo panorama de la guerra mundial en Sep­tiembre. Y en Mayo de 1940, con la invasión hitleriana de los países del Oeste de Europa, a través de Holanda y Bélgi­ca, se halló cortado de su pueblo y obligado a una clandesti­nidad dramática que terminó en la América del Sur en el ve­rano de 1941.

Reapareció, entonces, el hombre civil que era, al lado de los líderes de la democracia, dando forma a su pensamiento que no podía ser otro que el después extendido en el mundo bajo el nombre de democracia-cristiana, pues éste era el que auténticamente correspondía a las doctrinas del partido na­cionalista vasco del que Agirre procedía. Para la América de habla española, fue él desde 1942, el más autorizado porta­voz de esa ideología que tanto había de desarrollarse.

Después, acabada la guerra mundial, establecido en Europa, fue también uno de los más autorizados entre los sembradores y constructores de la idea europea democráti­ca. El y su pequeño equipo asistieron a los comienzos de la vida política de hombres de tanta historia posterior como De Gasperi y Adenauer y se contarán entre los que han prestado asistencia y calor con más asiduidad a los Congresos, Asambleas y Comisiones de los movimientos de opinión (demócratas-cristianos y federalistas, sobre todo) que en avanzada han ido señalando caminos para una auténtica construcción europea democrática.

Labor esta de los últimos quince años de la vida de José Antonio de Agirre que desembocaba en términos de la más perfecta unidad con la de sus comienzos en 1930.

Ahora, en 1960, seguía diciendo él que sólo de la volun­tad del pueblo, expresada por medio del sufragio libre, podían surgir los poderes públicos para los vascos y para los españoles —como para las distintas nacionalidades peninsulares— al sur del Pirineo, como también en Europa para las instituciones políticas que van siendo creadas.

Esto mismo seguía diciendo para el continente america­no y para el mundo entero. Su combate ideológico y político reclamaba la libertad auténtica para todos los hombres y to­dos los grupos o comunidades humanas, y dentro de ella nos asignaba a todos la misión de crear la sociedad que pueda «garantizar el trabajo al hombre honesto que quiere cubrir sus necesidades con su cooperación y el esfuerzo personal» y nos advertía «que no tendrá eficacia el esfuerzo social si éste no alcanza proporciones universales».

Este cometido social venía en él también de sus primeros días de vida pública e impregnaba el Estatuto Vasco por el que luchó desde la juventud. Así, el Mensaje de la vida pública del Primer Presidente de Euzkadi, el de José Anto­nio de Agirre y Lekube ha brillado, a lo largo de 30 años en la más armoniosa unidad concebible.

Así le vio de cerca Xabier Epalza a Agirre

Lunes 20 de abril de 2020

Coincidiendo con el veinticinco aniversario del fallecimiento de José Antonio Aguirre y Lekube, le pidió el Napar Buru Batzar a Xabier Epalza Aranzadi, que diera una pequeña charla sobre el primer Lehendakari ya que le había conocido y tratado. Epalza lo hizo y la tituló “El Lehendakari Agirre visto de cerca”.

Xabier Epalza, miembro de una acreditada familia nacionalista, tenía otros dos hermanos muy activos en el PNV y en el exilio, Txomin y Juan Manuel Padre  del escritor Aingeru Epalza, entre otros hijos, en su charla describe episodios en los que coincidió y hace un análisis preciso de su personalidad..

Su conferencia se publicó en 1984 en la revista Amaiur y dice así:

“Aquí y ahora, voy a procurar de alguna manera extractar o resu­mir lo que en la conferencia dije, de forma que el lector se forme una idea de la personalidad de Aguirre.

Le conocí a mis 11 años, el 12 de julio de 1.931. Aquel día fue en verdad glorioso para el por lo que luego diré y también, en cierto sen­tido, lo fue para mí, porque uno de mis entusiasmos de crío era precisa­mente la personalidad intrépida y activa del jovencísimo alcalde de Guecho y fue enorme mi satisfacción cuando mi madre me presentó a él inmediata­mente después de uno de los actos más emotivos de aquella jornada, que consistió en la entrega solemne de un bastón de honor de alcalde, en nombre de casi el ochenta por ciento de los alcaldes de toda Euskalherria, en el salón de sesiones del Ayuntamiento.

Se lo entregaban para premiarle de alguna forma su gestión al frente del movimiento de alcaldes que llevaba adelante el proyecto de es­tatuto vasco conjunto para todo el país. Ese día se despedían en Gernika los componentes de aquella minoría de diputados que habían salido elegi­dos veinte días antes en una conjunción de fuerzas de la derecha. Enton­ces pretendían ser tremendamente estatutistas y que luego se vio que en su gran mayoría, eran simplemente oportunistas.

En la tarde de ese día en la plaza de Gernika, se reunieron más de 15 mil personas, cifra que para entonces era importantísima. Hablaron a la multitud un conglomerado de personas totalmente distintas, en un ini­maginable mitin en que todos coincidieron en los mayores elogios a lo vas­co, a Euzkadi, al estatuto común para Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra y a la figura de Aguirre. Tanto es así, que José Luis Oriol y Uriguen ( ¡quién lo diría! ), después de repetir dos o tres veces la palabra «Euzkadi» , dijo: «el hombre es Aguirre…, su nombre quedará señalado con letras de oro sobre el roble de Gernika», lo que aunque dicho por un hombre que a los pocos meses se volvería contra todo aquello de la forma más escandalosa, no deja de ser una profecía respecto a Aguirre.

Como ya es historia, hay que señalar que muchos navarros na­cionalistas quedaron francamente disgustados porque en aquellas elecciones de 28 de junio de 1.931, se presentara como representante del PNV en Na­varra el propio Jose Antonio Aguirre, que ya salía por Vizcaya, y no Manuel Aranzadi Irujo, que ya había sido diputado a cortes con anteriori­dad a la dictadura de Primo de Rivera, y que era persona de una gran clarividencia y conocedor del terreno que pisaba y del pelaje de aquella derecha ( acaso con la excepción de Gortari y alguno más). Ese disgusto quedó claramente reflejado por Arturo Campion que al finalizar un home­naje que los vascos de Argentina le tributaron meses más tarde en el Centro Vasco de Pamplona (calle Zapatería, 50) y luego de agradecer el homenaje,  insospechadamente termino así: «… el dolor que me produjo ver que en las últimas elecciones a Cortes si bien estaba acertada y cumplidamente representado el Partido Nacionalista de Navarra, no se había incluido el nombre de algunos nacionalistas navarros que tantos sacrificios se han impuesto por la noble causa y que todos tienen el deber de enaltecer. No quiero con esto dirigir una censura a la junta del Napar Buru Batzar, pues no ignoro que ello se debió a la insidia de los enemigos políticos» …        clarísimo.

De esa época me gustaría evocar en esta semblanza, aquellos mítines cada vez más multitudinarios del partido, en los que, normalmen­te, el ultimo en hablar era Aguirre, tanto cuando empezaba en castella­no: «compatriotas», como en euskera la palabra » abertzale «, al di­rigirse a sus correligionarios. Las decía de una forma muy especial, so­nora, que llegaba y que tenía lo que se llama «garra», y todos esos mítines y concentraciones a los que yo asistía, los cuatro primeros aberri-egunas, varias veces en el frontón euskalduna de Bilbao, en Elizondo, en Durango, en Fuenterrabia, y a otros a los que lógicamente no llegaba, los iba plasmando en un cuaderno de tapas duras, que compré para ello, pegan­do los recortes de los periódicos y las fotografías. Empezado el infantil «trabajo» periodístico con un mitin en Tafalla del año 31, termina, glo­riosamente. (Diecinueve páginas del cuaderno) en agosto con aquel ine­narrable primer aberri eguna, el del 27 y 28 de marzo de 1.932 en Bil­bao, (unas ochenta mil personas). Fue el único que yo recuerde, en el que Jose Antonio no dirigió la palabra (el domingo, pero sí el lunes en un acto con banquete en Archanda), lo hizo, por Navarra al menos, don José Azkarate, el gran patriota de Aniz.

Y llegó la guerra civil. A nadie le pudo extrañar que fuese elegido como «lehendakari», por unanimidad de los alcaldes presentes en Gernika aquel 7 de octubre de 1.936, en el que bajo el árbol de Gernika, juró cumplir fielmente su mandato. «Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca». Es conocida la trayectoria de aquella guerra que se nos impuso. Los trabajos de aquel Gobierno Vasco que se mantuvo hasta el verano de 1.937 y el definitivo exilio de Aguirre el 4 de febrero de 1.939, cuando en una mañana nevada y por el monte, pasó la frontera de Cataluña con Francia acompañado de Companys, Tarradellas, Manuel de Irujo, Julio Jauregui y Miguel Jose Garmendia.

Finalizada la guerra civil, el 1 de abril de 1.939. se inició cinco meses más tarde la guerra mundial 1.939-45 , que comenzó, en Euro­pa occidental, con lo que se llamó la «drôle de guerre” (la extraña guerra), caracterizada por una absoluta paralización de acciones bélicas, situación que terminó brutalmente con la batalla «relámpago» -(«blitz» )- desencadenada por el ejército alemán el 10 de mayo de 1.940, que violando la neutralidad de  Luxemburgo, Holanda y Bélgica, hizo inútil la línea maginot. Derrotó a los ejércitos francés, holandés y bel­ga, así como al cuerpo expedicionario inglés llegado en socorro de aque­llos y que a los pocos días de llegar se veía obligado a reembarcar en Dunkerke.

Aquí fue donde volví a encontrarme con el lehendakari Aguirre – que había ido de París a Bélgica, el ocho de mayo, a visitar a su ma­dre y hermanos que allí vivían, con una convivencia y trato permanen­tes que duró siete meses tensos, trágicos y para mí inolvidables. Lo que nos sucedió en Dunkerke durante la batalla de Flandes, la muerte de dos de nuestros compañeros (una de ellas, Encarnita, hermana de José Antonio), los lugares donde Aguirre estuvo escondido en Bruselas y en Amberes (yo cursaba estudios universitarios en esta gran ciudad cercana a la frontera holandesa), las detenciones habidas, el cerco que se es­trechaba en torno a Aguirre, dirigido por una sección de la Gestapo –con acompañamiento de la policía de Franco (el mismo grupo que consiguió la detención y posterior fusilamiento de Companys, cerca de la frontera con Bélgica en donde había estado visitando a su hijo enfermo), etc, etc, todo ello está descrito con la discreción en cuanto a nombres pro­pios y camuflamiento de lugares que se  imponía, en el libro de Aguirre “De Gernika a Nueva York pasando por Berlín»,  publicado antes de acabarse la ocupación alemana. En enero de 1.941, Aguirre, que desde hacía varios meses poseía una completísima documentación a nombre de un supuesto ciudadano panameño, gracias a la maravillosa y generosísima ayuda prestada por el cónsul de aquel país, Guardia Jaén, decidió tras­ladarse a Berlín, el siete de enero de 1.941 y allí y en Hamburgo, tras importantes y peligrosas peripecias, consiguió trasladarse a Suecia el 14 de mayo con su esposa y sus dos hijos de muy corta edad, los tres con documentación venezolana concedida por el cónsul Sr. Araujo, y de allí, gracias a la ayuda de los vascos de América y en especial la de D. Manuel Intxausti, pasar a Brasil el 31 de agosto, y tras ser reci­bido en diferentes parlamentos, entre ellos el de Uruguay, como huésped de honor, trasladó su residencia a Nueva York, siendo nombrado profesor de la universidad de Columbia.

Unas breves pinceladas para tratar de describir algunas facetas de la personalidad del hombre Aguirre.

Una importante característica suya: el valor, tanto en su fa­ceta de valor físico, como la de valor cívico, que no siempre suelen ir juntas, pero en él lo estaban. Tenía en todo momento un enorme sentido de su responsabilidad hacia su pueblo, hacia su familia, por ejemplo, hacia sus 47 compañeros, hombres, mujeres, niños, sacerdotes, estudian­tes, que le acompañaban en aquellas trágicas andanzas por Flandes, en­tre muertos, incendios, desolación y hasta hambre. No tenía miedo al peligro aunque era prudente si se trataba de los demás y, acaso, un poco aventurado cuando el riesgo era propio.

Carácter recio. Seguridad en su propio criterio, desde luego, pero sabía escuchar y le gustaba hacerlo, y recababa la opinión de los demás aunque supiera o creyera saber que sabían menos o estaban menos informados que él.

Era, eso sí, tremendamente optimista, acaso en exceso. Pero creo que todo le hizo falta.

Era hombre de una gran fe religiosa, un cristianismo practicante que conjuntaba con el amor a su pueblo. Por otra parte, muy am­plio, muy tolerante. Contestando a la afirmación que alguien le hizo (con aportación de una cita de Georges Bernanos, creo que de su obra — «los cementerios bajo la luna»)- de que Franco pudría todo lo que toca­ba y que al escudarse por puro oportunismo tras los más elevados princi­pios cristianos, religiosos, morales y éticos, en muchos de los cuales no creía, produciría por pura reacción simplista en muchos vascos una descristianización del país. Contestaba que aparte de que siempre había habido en nuestra tierra un determinado tipo de volteriano intelec­tual pero que «por mucho que se empeñen los de Franco, no conseguirán arrancar a los vascos 1.300 años largos de tradición y de vivencias cristianas y vascas, en simbiosis, que están incrustadas hasta en la to­ponimia y en los apellidos».

Como característica muy marcada, hay que señalar que Aguirre se sentía lehendakari de todos los vascos, incluso de los que no esta­ban con él. Constituyó su gobierno procurando que en él estuvieran repre­sentados todos los grupos que defendían el estatuto y el esfuerzo bélico de la contienda, incluyendo incluso al partido comunista, lo que cons­tituyo  una novedad en la Europa occidental y consiguió algo más extra­ño, todas las decisiones que se tomaron en ese gobierno durante los 9 meses de su poder efectivo (en el destierro duro muchos años), lo fue­ron por unanimidad y muchas fueron gravísimas,

Hay que resaltar el afecto y respeto que sintieron por él la mayoría, sino todos, los miembros de su gobierno no abertzales: Toyos, Gracia, Aznar, Iglesias, Aldasoro, Espinosa (cuya carta de despedida al lehendakari antes de ser fusilado por los franquistas es una verdadera joya) y Astigarrabia, que fue expulsado del partido comunista por «aguirrista».

Ninguno de ellos era del PNV, ni mucho más allá, pero todos sabían que valorando como valoraba Aguirre su fidelidad al partido y acaso por ello mismo, pues así lo potenciaba, tenía que sentirse presi­dente de todos, pues de todos era el país.

El espíritu de «lo social», lo tenía clavado. Como él decía y lo subrayaba:  “el sentido histórico de la dignidad humana y de la libertad» , «el sentido democrático, el sentido social y el de la libertad de los pueblos» , son títulos de conferencias por América del Sur en especial y que como dice   Solagaistua, que no es del partido, en un muy interesante artículo hace poco tiempo, que «en los años 40, en la América latina, totalmente manejada por el caciquismo y el caudillismo más brutal, atreverse… a alzar su voz para gritar dignidad humana, libertad del individuo y de los pueblos y solidaridad humana …. nos dan, no solo la valentía y honradez moral e intelectual de José Antonio Aguirre, sino su gran talla de líder político a nivel internacional y su gran visión de futuro».

Y como una cosa es predicar y otra es dar trigo, Aguirre predicó con el ejemplo. Hoy esto podrá estar desfasado para unos y ser ta­chado de «paternalismo» por otros, en su empresa, la que en parte era de su familia y que el dirigía. «Chocolates Bilbaínos», instauró, creo que por primera vez en este país y en casi todo el mundo – en 1.930-.

El reparto de beneficios entre los asalariados, allí en Bilbao, en la calle del Tívoli. Esto a la derecha … le ponía a mal traer … y creo que a la izquierda también.

En resumen,  su vida,  sus ideales, que hoy no he podido más que reducirlos a trozos de anecdotario, pueden sintetizarse en el slogan que él mismo confeccionó creo que para las últimas elecciones generales de 1.936,  «Por la libertad vasca, por la civilización cristiana, por la justicia social «.

Xabier Epalza Aranzadi

La Primavera Roja. Cuanto peor, mejor

Domingo 19 de abril de 2020

Recuerdo el día, la hora y el lugar. Fue en La Casilla en el mitin de cierre de la campaña en favor del Estatuto de Gernika en octubre de 1979. Pedíamos el SI y en la tribuna estaban veteranos de la República como La Pasionaria, y del PNV como Manuel de Irujo, Dña. Concha Azaola, Manu Robles Arangiz y varios más. Robles Arangiz era el presidente de ELA-STV. Toda una vida dedicada al sindicato sufriendo persecución por ello. Me dio la mano, que tenía la fuerza de una tenaza, y me dijo. ”tu aita y la gente de Juventud Vasca trabajó muy bien en Soli. Eran personas de principios”. Aquello se me quedó grabado. Hoy seguramente ni Robles Arangiz ni mi aita se verían reconocidos en esta ELA que aprovecha una tragedia como la que vivimos para  traspasar todas las líneas rojas. La última ocurrencia, confío sea de muy corta vida por su desmesura, es interponer, por parte de ELA y LAB sendas demandas ante el Tribunal de Justicia del País Vasco y el juzgado de los Social de Navarra  contra el Gobierno Vasco y el Ejecutivo navarro por considerar que han puesto en peligro  la vida y la salud de miles de trabajadores en la actual situación de crisis sanitaria. Es la anunciada primavera roja, con tácticas, discursos, y demasías increíbles como esta que demuestran que no son sindicatos al servicio de los trabajadores vascos sino de su odio ideológico  mientras buscan  la ruptura de una continuidad sindical sensata  y centrada en las reivindicaciones obreras, cayendo en el discurso político más absurdo, radical, envenado que pueda darse como si esas premisas  pudieran tener un recorrido. En tiempos de crisis los inteligentes buscan soluciones y los inútiles, culpables.

El mismo día en el que LAB presentaba esta agresión al entendimiento, enviaba un telegrama a Maduro solidarizándose con su revolución ante los ”ataques del presidente Trump”, el mismo al que Bildu felicitó por su victoria electoral. Anteriormente Mikel Noval se paseó por Bilbao en una manifestación haciendo lo mismo. ¿Es este el modelo de sociedad que propugnan para Euzkadi?. Deberían decirlo pues en este nuevo telegrama de adhesión a la dictadura chavista  se olvidaban totalmente de las víctimas de la satrapía venezolana en un país sin asistencia sanitaria, con agua una hora al día, sin suministros alimenticios, con una inseguridad e inflación galopante, sin gasolina en un país petrolero y todo al parecer por culpa de Trump cuando hay 22.000 soldados y funcionarios cubanos, que chupan diariamente de la menguante vaca petrolera y todo eso en una Venezuela  arruinada, con cinco millones de emigrantes  y  con Maduro acusado de narcotráfico y de vender su riqueza nacional. Pues bien, eso es hoy  la cúpula  de ELA y LAB, aplaudidores de una dictadura sin alma y acusando ante el juzgado a Urkullu y Chivite. ¿Se puede actuar de forma más cainita  en  la actual  coyuntura  y  hacerlo con semejante  deriva  inmoral y antidemocrática?. Pues parece que si. Conclusión: Esto no es sindicalismo sino una organización política antisistema. Lo reconocen ellos mismos cuando su propuesta es  solo la huelga por la huelga.

En este clima ha  sido noticia el comentario del gobierno Sánchez de propiciar una especie de Pactos de la Moncloa para abordar, como en octubre de 1977, la situación límite que nos va a ocasionar la pandemia. Ante el comentario y, como  una bala, Otegi ha dicho enfático que si le llaman no irá. Es la misma postura que tenía  HB en 1977, solo que haciéndolo 43 años después demostrándonos que no han aprendido nada, que no han olvidado nada. Se olvidan que hay un consejo que dice que el que  tiene rabo de paja que no se acerque a la candela, a la lumbre. Pues Otegi con semejante rabo de paja no aprende y sigue mostrándose como aquella fuerza antidemocrática que consideraba que ir a Madrid era una traición para la ideología totalitaria que esgrimían aquellos años.

Recuerdo perfectamente aquellos pactos. Le acompañé a Juan de Ajuriaguerra a la estación de Abando. Elegido diputado, Suárez le había llamado para hablar de un país en bancarrota, de cómo desatascar una economía empobrecida, un paro creciente, unos hidrocarburos de precio imposible y una litigiosidad política que daba todo menos confianza. Y allí estuvieron Ajuriaguerra, Kepa Sodupe e Iñigo Aguirre. La diferencia con hoy es que otro era el contexto ya  que ETA existía y mató a un policía en plena celebración de la reunión. Los tres volvieron inmediatamente a Bilbao, redactamos un comunicado de condena, y volvieron a Madrid. Ajuriaguerra tuvo que dar codazos para salir en la foto, mientras hablaba en la reunión de la pesca y la industria vasca y Suárez, posteriormente, les invitó a comer, pero no se quedaron. Todos, incluso los sindicatos y Carrillo hicieron posible aquel acuerdo. Fraga no suscribió dos puntos pero su AP era minoritaria y no quería quedarse fuera de la foto. Hoy, ¿alguien piensa que con esta ELA, con esta LAB, con Bildu  pueden hacerse operaciones de concertación parecidas en una situación tan crítica?. Sería creer en huevos de helicóptero. ELA y LAB, que tanto se quejan de falta de información, no acuden a las reuniones del CRL donde están las Cámaras, la Patronal y los sindicatos y donde se deberían debatir estos asuntos si de verdad  tuvieran buena voluntad y les importaran algo Euzkadi y no propiciaran, como lo hacen, una política de tierra quemada.

Otro asunto de inquietud es, en virtud de la crisis que estamos viviendo, el peligro claro de recentralización que solo demuestra que el estado autonómico no está asumido por los partidos de ámbito estatal y por la Administración del estado. El lehendakari lo viene denunciando en cada videoconferencia. Pasó tras el 23F, todo un golpe militar que acabó pagando ese estado autonómico naciente  con aquella ley orgánica  de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), cuyo este espíritu sigue vivito y coleando y a la menor oportunidad salta como un rayo. Y  lo digo no solo por la iniciativa contra las políticas activas de empleo, solo posible de reconducir gracias a que si siguen por ese camino, se quedan sin  el apoyo parlamentario del PNV, sino, por ejemplo, la actitud de una señora, irritantemente  insoportable como está siendo la ministra de Defensa, Margarita Robles. Hay gente que pierde la sindéresis cuando le dan un cargo de relevancia. No era ella la más indicada para amonestar públicamente al president Torra y menos como ministra de Defensa, desde un  ministerio que todavía no ha reparado  simbólicamente haber secuestrado, juzgado en una causa  cuyas acusaciones  todavía no se han  retirado  y posteriormente  haber fusilado, asesinado, al president de la Generalitá Luis Companys. Un poco de mesura hay que exigirle a esta señora, viniendo  además como viene de Jueces para la Democracia. No solo metió la pata gravemente con  su afirmación sobre los cadáveres en residencias, sino por su debilidad en ceder a las presiones para marcar la presencia  del ejército  español en Euzkadi y en Catalunya, sin ninguna necesidad, cuando saben de sobra que esas fumigaciones la han podido hacer los bomberos, la ertzaintza o cualquier otro cuerpo. Que una “progre “caiga en ese movimiento  tan de Vox indica a las claras que tiene que decirles: “Tranquilos muchachos que el ejército estará en todas partes porque España es Una”. Le faltó decir lo de Grande y Libre. Ha sido muy lamentable el excesivo protagonismo de esta  juez en  esas ruedas  de prensa llenas de militares, guardias civiles y policías repletos de chapas, medallas y entorchados como si fueran arbolitos de navidad.

Lo que si ha estado bien ha sido el trabajo de los profesionales de Osakidetza, amén de un gobierno como el vasco que ha estado en su punto. En 1984 Xabier Aguirre siendo consejero de un gobierno monocolor del EAJ-PNV, gracias al denostado estatuto, convirtió el Insalud en Osakidertza. Tenía de Viceconsejero una personalidad  de la valía y calidad humana de Andrés Aya Goñi, un  hombre muy curtido, vocacional, cristiano, activo en Medicus Mundi y que veía a la Sanidad como  un servicio universal y gratuito. Él, junto a José Mari Bengoa, un médico que trabajó junto al Lehendakari  Aguirre en Sanidad Militar, que exiliado en Venezuela, trabajó en un pueblecito y eliminó los contagios de los mosquitos, que fue representante de Venezuela en la OMS en Ginebra, que vivió en Washington y puso toda su experiencia tan fantástica al servicio de la creación de una Osakidetza que ha estado a la altura. Eso es hacer país y no lo que hacen los de puño en alto  denunciando al Gobierno Vasco en un juzgado y anunciándonos primaveras rojas que solo son atentados contra la convivencia y tan peligrosos como el virus de marras.