Sábado 9 de julio de 2022
Recupero un trabajo que me solicitó en su día María Antonia Iglesias sobre cómo vivimos el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco y el inicio de la campaña contra el nacionalismo vasco democrático. Dejo el jueves del secuestro y el viernes de la agitación tratando de salvarle la vida y nos vamos a aquel fatídico sábado.
Sábado 12 de julio 1997.
Me cito en Sabin Etxea a las once con los diputados González Txabarri y Margarita Uria. Vamos andando por la Gran Vía al lugar de concentración. A la altura de la Plaza Albia, me aborda una persona. Me dice es valenciano y había salido de Valencia a las cuatro de la mañana. Sin detenerse, acababa de llegar, exclusivamente para la manifestación y en muestra de una solidaridad que agradecimos. Hacía calor. Pasamos a los bajos de la delegación del Gobierno Vasco en Bilbao. Allí saludamos a Cascos, Tocino, Pujol, Zaplana, Anguita, Ardanza, y un muy largo etcétera. Había mucha gente y demasiados organizadores. Al final hay dos cabeceras. Se había acordado que la manifestación la encabezaran los miembros de la Mesa de Ajuria Enea y el presidente Aznar. Nosotros estábamos en medio de las dos pancartas y unos y otros pedían que la suya se moviera. Cascos me dice: «Esto de las pancartas en Bilbao es más difícil de mover que el «Guernica». Al fin da comienzo la movilización. Mucho joven, muchas familias, mucha gente en las aceras y en los balcones, mucho grito de «Libertad» y mucha palmada de un pueblo, como el vasco, muy poco gestual. Impresionante. Lo nunca visto. Ante tal gentío y tal bloqueo, hago lo que muchos. No llegar al Ayuntamiento e ir a casa a verlo en directo por televisión. Aznar dio muestras de que no buscaba lo que él llamaba “la unión de los demócratas”. Aquella cabecera del Pacto de Ajuria Enea sin Aznar lo decía todo.
Todos los informativos hicieron hincapié en la importancia de la manifestación, las personalidades asistentes, la apuesta popular por la liberación del concejal, la sacudida del miedo. Y llegaron las cuatro de la tarde. Fatídicamente sonó el teléfono. Cerca de las cinco aparece en Lasarte un hombre maniatado y con dos tiros en la cabeza. Total estremecimiento. Llaman todas las radios. Llama TVE que realizaba un directo desde la terraza de los estudios en Bilbao. Al ir a la entrevista, veo, frente a la Universidad de Deusto, una manifestación de unas ochenta personas de HB. Marchan desenfadadamente. Celebran un aniversario y la cosa no va con ellos. Parecían de otro mundo. Cuando me toca hablar con Sáenz de Buruaga, les denuncio. Y sigo el periplo. Voy a Euskal Telebista, a Radio Euzkadi, a A-3 y al Ayuntamiento de Bilbao donde T-5 había improvisado un plato. El impacto había sido brutal pues si tras el juicio de burgos ,Franco no había fusilado a los condenados, ¿Cómo era posible que en 1997 se matara fríamente a un chaval de un pueblo con los ojos vendados, de rodillas y con dos tiros en la nuca?. Toda la tarde nos pasamos en la pura y estéril condena porque al mundo de HB le entraba por un oido y le salía por otro. A las nueve voy a la sede del PNV, en Sabin Etxea. Iba solo. Al pasar el puente un joven de HB, me insulta cargado de odio.
Llego a Sabin Etxea. El servicio de seguridad me abre la puerta. La oficina de prensa está abierta. El responsable, Javier Vizcaya, me sigue poniendo deberes. Hay que ir a A-3. Miguel Ángel Blanco, está moribundo. Y vamos a A-3. Allí está la responsable de Eusko Alkartasuna, Begoña Lasagabaster. Desde allí le llamo a Arzalluz. Comentamos la manifestación y la brutalidad del hecho. Me dice: «si no condenan este atentado no estarán legitimados para hablar de ningún derecho de nadie. Quienes defiende tantos derechos y se niegan a condenar el quitar una vida, y no por sus actos, si no por actos de otros; a un pobre, con todo respeto, concejal de Ermua del PP, que le ha tocado la ruleta de ETA, no están legitimados para reclamar nada. Y esto se lo vamos a decir cada vez más».
«No es que estos derechos de otros no existan, es que ellos no están legitimados a reclamarlos cuando niegan todos los derechos a otros -añadió-. Como ha dicho el Lehendakari, la misma vara de medir vuestros derechos y los de los demás».
En este sentido; recalcó que esto no es propiciar el aislamiento social de HB, «esto es auto deslegitimación. Nosotros no les echamos, pero si no comprenden los sentimientos normales del pueblo… Ha habido hombres y mujeres, que no entienden de política, pero vienen a la manifestación por el horror primario de ver que le van a matar. Y eso lo ve todo el mundo menos los dirigentes de ETA».
Añadió, además, que si los estrategas de ETA creían que iban a mejorar las condiciones de los presos con este secuestro e intento de asesinato, «han conseguido lo contrario. Estoy seguro que la percepción de la mayoría de los presos de ETA es precisamente ésta, que su situación ha empeorado. Con lo cual, una vez más se ve que los presos son un elemento de lucha y no hay ningún interés en mejorar su situación»».
Llego a casa arrastrando los pies. Las emociones, el calor, la tristeza y la intuición de que, una vez aclarada la terrible situación de Miguel Ángel, los disparos dialécticos iban a ir contra nosotros, me abruman. Desgraciadamente acierto.
Domingo 13
Salgo a comprar la prensa. Me quedo toda la mañana en casa. Me llama Fernando Delgado. Preguntas agresivas. Dejo la radio puesta. Una señora de Granada y uno de Valladolid, me ponen a bajar de un burro. Sigo con la radio puesta, Pilar Miró pide la dimisión de Ardanza, Arzalluz, Anasagasti y del Obispo Setién. Delgado asiente. Recuerdo a Miró cuando tuvo que dimitir por su affaire en TVE y cómo le defendimos. La misma que organizó la boda de la Infanta. Y no dice nada del silencio de la Casa Real. Ese si que fue un silencio clamoroso. Tres días de silencio. Nadie en la manifestación. Y sin embargo el Príncipe había tenido tiempo en Granada para bailar con la hija de Clinton, Chelsea. Pero el culpable, vuelve a ser el PNV. Desesperante. Interviene Joaquín Estefanía y dice que había que lograr que el PNV pasara al bando de los demócratas. No puedo más y apago. Pero vuelvo a encender la radio. Una radio que hasta las dos de la tarde había abierto sus micrófonos al público. Críticas durísimas contra el PNV, contra Setién, contra el nacionalismo vasco. Uno pide ir a las cárceles a matar etarras. Los más la pena de muerte. Indignado llamo a la emisora. No está el responsable. Le digo que una radio es un servicio público y que en momentos de tensión no se pueden abrir los micrófonos a gente exaltada. Llama también el presidente de la Ejecutiva de Bizkaia. Llama el jefe de prensa. Le dicen que así es la libertad de expresión. Sinceramente, fue el momento más duro. Aquella era la libertad de insulto.
Por la tarde acuerdo con el Diputado General de Bizkaia y con el presidente de la Ejecutiva del PNV de Bizkaia nuestra presencia en la capilla ardiente. Y llegamos a Ermua. El pueblo ardía en indignación. Sorpresivamente, la gente nos aplaude. Al parecer no escuchan las tertulias. Llegamos al Ayuntamiento. Estaban instalando la capilla. El calor era insoportable. La escalera no aguantaba más. Estaba los componentes de la Mesa de Ajuria Enea rindiendo homenaje. En eso el alcalde de Ermua, Carlos Totorica, me pide acompañe al Diputado General de Bizkaia y al Presidente de las Juntas Generales a pasar a la capilla ardiente, antes de abrirla al público. Llego junto al féretro. No deseo ver el semblante de Blanco. Y saludamos a Cascos, Acebes, Tocino, Arenas, Iturgaiz, Barrios… Y vuelta a Bilbao. Llegamos a la sede de Sabin Etxea. Arzalluz estaba en su despacho. Nos cuenta la segunda reunión de la mesa de Ajuria Enea. Comentamos muy preocupados la situación. Le narro lo oído en las tertulias. Se altera. No hay derecho. Sin embargo estaba contento. Le habían recibido muy bien y nadie le había dicho una palabra más alta que otra, sino todo lo contrario. «Es que hay muchísima gente nuestra Xabier, que está muy harta» le decimos, Tenemos que aguantar la ola.
A las ocho vamos a la Plaza Elíptica. Todo lleno. Nos abrimos paso. La gente le da palmadas a Arzalluz. Llegamos al centro, junto a la fuente, donde Gesto por la Paz, prepara la pancarta y el acto. Arzalluz saluda por primera vez a Monseñor Blázquez. Los periodistas pierden la noticia. Noscolocamos con la pancarta. Un chaval, que fue del PNV y ahora es del PP, lee en euskera y castellano, lo aprobado en Ajuria Enea. Se oye la provocación de una megafonía de HB. La gente está muy exaltada. Termina el acto. Encontramos mucha simpatía. Vuelvo a casa andando con Arzalluz. Somos vecinos. Pasamos el puente de Calatrava. Arzalluz se queda a comprar unos helados para la familia. Lovisto le había relajado.
Llego a casa. Me llama Ricardo Martí Fluxá, secretario de estado de interior. Me dice que la reunión del Pacto de Madrid pasa del mediodía del lunes, a las 4,30 de la tarde y que si quiero ir al funeral, me resuelven el viaje a Madrid en un avión especial. Le digo que el PNV va a estar muy bien representado y que iré por carretera.