Carlos III de Euzkadi ¿O no?

Domingo 11 de septiembre de 2022

Viendo el funeral y traslado de los restos de Isabel II de Balmoral en Escocia a Londres, con exposición en Edimburgo, uno se pregunta ingenuamente si esto podría pasar con Felipe VI en Barcelona. Me da que los catalanes no estarían por la labor de organizar en Catalunya, un acto reverencial de esta categoría. Quizas más de uno lo habrá pensado en esta Diada.
No sé usted, pero yo he quedado impresionado por el tratamiento mediático dado al fallecimiento de Isabel II. Hasta ETB envió dos corresponsales, que con la persona habitual, hacían tres y todos vestidos de negro para informarnos a los vascos detalladamente de todo como si de la pandemia se tratara o como si todos fuéramos el Duque de Cornualles y Carlos III el rey de Euzkadi. Eso no hace ETB con ningún vasco y muchas veces, a gente muy señera, por ejemplo Ramontxu Kamblong, ni les dedica un segundo. Protestas y te dicen que ellos no le conocían. Una generación que evidentemente carece de curiosidad y de profesionalidad. Ante tanto elogio a la reina fallecida, ¿me puede alguien decir que prosperidad ha traido a sus súbditos?. Aparte de acumular riquezas y más riquezas, y de callar, saludar y usar orinales como sombreros, confunde que hablen de ella como si fuera la madre de todos los británicos con panegíricos de sonrojar, lloros y todo tipo de suspiros.
No entiendo esa sensación de placer que disfrutan algunas personas en la sumisión a una persona considerándose súbditos de una reina o rey.
Trato de ponerme en el lugar de ellos. Me imagino que somos un estado, el reino de Navarra, y se nos muere la reina que ha estado ahí 70 años y lo envolvemos todo con ese protocolo absoluto. Igual haríamos lo mismo. Le recuerdo a Otegi en Gernika casi con la boca abierta ante el acto de Jura de Urkullu como Lehendakari. Creo que ese protocolo es necesario si valoramos la institución. Lo hicimos en parte con el Lehendakari Leizaola. Se que hablamos de gente elegida y no parasitaria, pero los pueblos necesitan un poco de realismo mágico.
Me refiero a un Leizaola anciano, sin más poder que el inmenso peso simbólico de su representación y señorío con su sombrero y suaves maneras bajando del avión que le traía del exilio en 1979. La gente se volvía loca por tocarle.
Es la importancia de los símbolos y su poder de representación y en el caso del Lehendakari, cuarenta años de ejemplar exilio pasando estrecheces.
No hace falta una gran obra personal, sólo estar ahí y no estorbar ni ensuciar. O sea como la monarquía española pero al revés. Me hace gracia cómo le seduce a la derecha hispana todo este boato. Pero el prestigio de la británica contrasta con la rapiña de la española, aunque los británicos no resisten una lupa.
Con su pan (bread) se lo han comido los súbditos (british), que han aceptado esos privilegios por ser quien es. En todo caso, nada que ver con los sátrapas borbones, estando el Borbón mayor procesado en Londres por acoso. Ha pasado de la orden de laJarretera y de «mi prima Lilibeth» al banquillo.
Y ese apoyo de todos los medios del estado no es inocente: para ellos la defensa de la reina Isabel II y de Charlie III supone un apoyo incondicional a la corona española.
Defienden de forma subliminal las bondades y maravillas de tener una reina durante 70 años y una monarquía hereditaria.
Al igual que en España no se sabe cuál es el patrimonio de los Windsor.
Lo que tiene mérito es conseguir que la adoración al Rey o la Reina (con mayúsculas) pase a formar parte de los valores morales británicos en igualdad a los valores religiosos. Sin duda la identificación de la figura real con la del gobierno supremo de la Iglesia anglicana ha podido contribuir a ello (Enrique VIII no era tonto).
El caso es que de rebote y viendo el entierro de Isabel II, más de uno, comenzando por el «exiliado en Abu Dabi» estará pensando en el de Juan Carlos como broche de oro a la sacrosanta transición española, golpe de Tejero incluido. Vas a ver cómo la vieja guardia del PSOE junto a la más rancia derechona, imponen su espectáculo para enterrar con dignidad y trompetas a un indigno.
Yes. Es verdad. Me refería al montaje parafernalio que tiene un efecto de cohesión del país en momentos de zozobra y desorientación y tu como iconoclasta me imagino estás interesado por esta manipulación de sentimientos.
Lo de la parafernalia, no creo sea una necesidad real de los súbditos, pero si es una consecuencia natural de su cultura para la parte más tradicional de su sociedad. En realidad la parafernalia, los actos protocolarios son la liturgia ritual programada alrededor de la institución, de la forma en que los anglosajones saben hacer mejor que nadie. Pero no es sustancial, aunque si obligatoria, en tanto en cuanto que es la representación del valor que han conseguido dar a la institución.
Han creado una institución con un fuerte valor simbólico.
Y pienso que ese símbolo (la monarquía, la reina, el rey) es un instrumento del poder que han ido creando y fortaleciendo como un elemento fundamental y determinante de la identidad británica.
Lo que tiene mérito es conseguir que la adoración al Rey o la Reina (con mayúsculas) pase a formar parte de los valores morales británicos en igualdad a los valores religiosos. Sin duda la identificación de la figura real con la del gobierno supremo de la Iglesia anglicana ha podido contribuir a ello (Enrique VIII no era tonto).
El caso es que de rebote y viendo el entierro de Isabel II, más de uno, comenzando por el «exiliado en Abu Dabi» estará pensando en el de Juan Carlos como broche de oro a la sacrosanta transición española, golpe de Tejero incluido. Vas a ver cómo la vieja guardia del PSOE junto a la más rancia derechona, imponen su espectáculo para enterrar con dignidad y trompetas a un indigno.

Una Monarquía protegida por la censura

Sábado 10 de septiembre de 2022

Leo hoy a página completa en El País que los llamados periodistas de la transición Gabilondo, Ramírez, Prego, Urbano, Ónega…reconocen que su Pacto de Silencio favoreció la granujería de Juan Carlos de Borbón. Gente, por lo que dicen, muy hipócrita y muy culpable.
Hace quince años escribí este libro,»Una Monarquía protegida por la censura» que encargado por la editorial La Esfera de los Libros y que no se atrevieron a publicar haciéndolo Akal, concretamente el editor Javier Ortiz.
Nadie de estos listos me ayudó en nada. Ahi se denunciaba lo inmoral de la impunidad e inmoralidad de un sujeto como Juan Carlos de Borbón a quienes todos reverenciaban, reían sus gracias y miraban otro otro lado en relación a sus delitos.
Para colmo, y estando de cuerpo presente el Emérito en Abu Dabi, se habla del posible funeral de estado ya organizado en su borrador para un Juan Carlos que aspira un funeral de campanillas y popular como el organizado para la Reina Usabel II. Hay que ser cretino. No lo será porque a pesar de que PP y PSOE, junto a Vox y a toda la prensa cavernícola y medieval que padecemos, ni la izquierda, ni los nacionalistas, ni Podemos, permitirán que se trate con la máxima dignidad a un sujeto tan indigno.
Recuerdo que Juan Luis Cebrián, cuando fue director de El País, dijo que la Monarquía española no resistirìa un editorial de El País. Nunca lo hizo ni tampoco la Ser, siendo los grandes responsables de lo sucedido. Lo que lamento es que Iñaki Gabilondo, hijo de gudari, se prestara a tan indigno papel de gran encubridor, algo que ahora reconoce.

Juan Carlos, aprende

Viernes 9 de septiembre de 2022

Me imagino que en Abu Dabi Juan Carlos de Borbón estará viendo las imágenes de la concentración de ingleses de todas las edades, profesiones y partidos, compungidos ante el fallecimiento de la reina Isabel II. Setenta años de exposición sonriendo, dando la mano, viajando, saliendo al balcón y poniendo su cara en los sellos y en las monedas da para que la gente piense que algo de su vida se va con ella. Por eso Juan Carlos seguramente pensará que algo así estaba previsto para él pero ante el conocimiento de más que un rey era un gran granuja, en este momento procesado por acoso en Londres, pensará que hizo el primo o como dijo su amante Corinna ”este hombre no distingue el bien del mal”. De momento, ya se especula como será su funeral y entierro que me inclino será de estado pero sin el perfume del agradecimiento y admiración que está produciendo el de Isabel II.

Sabia lección para todos los cortesanos españoles, todos los partidos vertebradores de España que se pueden mirar en el espejo inglés y  donde ellos aparecen muy feos. Nada que ver la vida de una señora discreta, jamás conocida por sus opiniones, incluso, ni sobre el Brexit, y con una vida personal si no ejemplar, pues su familia se las trae, por lo menos discreta que es lo menos que se le puede pedir a un símbolo, a una estatua, algo que nunca entendió Juan Carlos y su Corte que creyeron que por ser un Borbón se les perdonaba todo. Pues no.

Isabel II leía en el Parlamento inglés lo que le ponía por delante el primer ministro de turno y con su voz aniñada, abría el curso parlamentario. Aquí nunca se sabe si lo que dice Felipe VI y antes Juan Carlos es de su cosecha, de la del gobierno o de ambos. En Londres los campos están delimitados. Al rey y a la reina solo le queda representar y hacerlo bien, aunque sea con esos sombreros que parecían orinales. Y además era cabeza visible de la iglesia  anglicana y de la Commonwealth, con lo que se demuestra que toda monarquía es prescindible, incluso la inglesa porque ya me explicarán los canadienses, los australianos o los neozelandeses como se  puede tener un jefe del estado en las antípodas y no pasar nada. Demuestra  que con firmar lo que sea cada cierto tiempo, y visitar el país cada diez años, la jefatura del estado está cubierta.

Estuve tres veces con la reina Isabel II. En la cena en el Palacio Real y en el Congreso en octubre de 1988 donde los socialistas le organizaron un periplo por Madrid, Sevilla, Barcelona y Mallorca y luego en Edimburgo cuando inauguró el nuevo parlamento escocés. Nada político que reseñar. Sobre su hijo Carlos ahora III  decir solo que se salió con la suya, lo mismo que Camila. A todos esos expertos en chismorreos cortesanos que cuando murió Lady Di dijeron que nunca se sentarían en el trono y que Camila nunca sería reina consorte, deberían prohibirles ocupar los platós y seguir engañando al personal con elucubraciones falsas. Había que ser muy tonto para pensar que Carlos y Camila no iban a ocupar el Palacio de Buckingham porque unos indocumentados que ocupan horas de pantalla diciendo bobadas les iban a condicionar su vida. Lo malo es que siguen ahí.

Se comportó con seriedad, clase y su gran secreto fue nunca opinar sobre nada. Ni sobre el Brexit, ni sobre el equipo de fútbol de su preferencia. Nada que ver con un rey patoso, mujeriego y comisionista.

Carlos III. A rey muerto, rey puesto.