Lunes 28 de agosto de 2023
Por Mikel Ortiz de Arratia
– ¡Atreveos, atreveos! – dijo Rubiales-
¡Yo no dimito!.
Y la corte de los cobardes le aplaudió.
Y todos pensaron que solo los cobardes
insultan y condenan al Rey muerto.
Y todos pensaron que tenían mucho que
perder si le combatían ¡Ay, del árbol
caído…! Nadie quería hacer leña, porque
de sus frutos vivían y a su sombra
medraban. Era más fuerte el interés y el
miedo, que el agradecimiento. Esa virtud
de frágil memoria. Y sucedió, lo que
acontece en los campeonatos vascos de
perros pastor. Las ovejas, rondando y
rondando la entrada del redil, acosados
por el perro, incansable en seguir las
instrucciones del amo pastor. Silencios,
aplausos tímidos, complacientes,
aplausos negados, ausencias expectantes
del resultado asambleario, escritos
aislados, comunicados corales. Todo
desde lejos. También el Gobierno. Y el
Gran Dogo de la FIFA y la Opinión
Pública. Todos avanzando de reojo,
dan la puntilla. Y la primera oveja –
una, de nombre Hermoso y determinante-
cruza la abertura del redil, y el
rebaño fuenteovejuno penetra en el
círculo y la corriente se hace valiente
y penetra a saco en la defensa
numantina de Rubiales. Cabecillas de
banquillo, aplausos señeros de su
guardia de corps, hacen el signo romano
de la condena a muerte. Y por fin, la
cobardía unida “le da al moro muerto
la gran lanzada”. La fortaleza cae
desmochada, los tibios se encienden
y los fríos ahora arden. Y la historia
personal de los cortesanos se empezará
a escribir con ellos como historiadores
y la ciudadanía relatora, perpleja del
devenir de una institución, sostenida
por el poder ilimitado, el miedo generado,
la codicia desmedida y la impunidad,
mil veces culpable. Que no queden ni
los restos; en ellos pervive el bacilo
que volvería a enfermar el cuerpo.
La Federación Española de Futbol
no debe volver a ser el refugio de más
canallas y corruptos.