Lunes 20 de abril de 2020

Coincidiendo con el veinticinco aniversario del fallecimiento de José Antonio Aguirre y Lekube, le pidió el Napar Buru Batzar a Xabier Epalza Aranzadi, que diera una pequeña charla sobre el primer Lehendakari ya que le había conocido y tratado. Epalza lo hizo y la tituló “El Lehendakari Agirre visto de cerca”.
Xabier Epalza, miembro de una acreditada familia nacionalista, tenía otros dos hermanos muy activos en el PNV y en el exilio, Txomin y Juan Manuel Padre del escritor Aingeru Epalza, entre otros hijos, en su charla describe episodios en los que coincidió y hace un análisis preciso de su personalidad..
Su conferencia se publicó en 1984 en la revista Amaiur y dice así:
“Aquí y ahora, voy a procurar de alguna manera extractar o resumir lo que en la conferencia dije, de forma que el lector se forme una idea de la personalidad de Aguirre.
Le conocí a mis 11 años, el 12 de julio de 1.931. Aquel día fue en verdad glorioso para el por lo que luego diré y también, en cierto sentido, lo fue para mí, porque uno de mis entusiasmos de crío era precisamente la personalidad intrépida y activa del jovencísimo alcalde de Guecho y fue enorme mi satisfacción cuando mi madre me presentó a él inmediatamente después de uno de los actos más emotivos de aquella jornada, que consistió en la entrega solemne de un bastón de honor de alcalde, en nombre de casi el ochenta por ciento de los alcaldes de toda Euskalherria, en el salón de sesiones del Ayuntamiento.
Se lo entregaban para premiarle de alguna forma su gestión al frente del movimiento de alcaldes que llevaba adelante el proyecto de estatuto vasco conjunto para todo el país. Ese día se despedían en Gernika los componentes de aquella minoría de diputados que habían salido elegidos veinte días antes en una conjunción de fuerzas de la derecha. Entonces pretendían ser tremendamente estatutistas y que luego se vio que en su gran mayoría, eran simplemente oportunistas.
En la tarde de ese día en la plaza de Gernika, se reunieron más de 15 mil personas, cifra que para entonces era importantísima. Hablaron a la multitud un conglomerado de personas totalmente distintas, en un inimaginable mitin en que todos coincidieron en los mayores elogios a lo vasco, a Euzkadi, al estatuto común para Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra y a la figura de Aguirre. Tanto es así, que José Luis Oriol y Uriguen ( ¡quién lo diría! ), después de repetir dos o tres veces la palabra «Euzkadi» , dijo: «el hombre es Aguirre…, su nombre quedará señalado con letras de oro sobre el roble de Gernika», lo que aunque dicho por un hombre que a los pocos meses se volvería contra todo aquello de la forma más escandalosa, no deja de ser una profecía respecto a Aguirre.
Como ya es historia, hay que señalar que muchos navarros nacionalistas quedaron francamente disgustados porque en aquellas elecciones de 28 de junio de 1.931, se presentara como representante del PNV en Navarra el propio Jose Antonio Aguirre, que ya salía por Vizcaya, y no Manuel Aranzadi Irujo, que ya había sido diputado a cortes con anterioridad a la dictadura de Primo de Rivera, y que era persona de una gran clarividencia y conocedor del terreno que pisaba y del pelaje de aquella derecha ( acaso con la excepción de Gortari y alguno más). Ese disgusto quedó claramente reflejado por Arturo Campion que al finalizar un homenaje que los vascos de Argentina le tributaron meses más tarde en el Centro Vasco de Pamplona (calle Zapatería, 50) y luego de agradecer el homenaje, insospechadamente termino así: «… el dolor que me produjo ver que en las últimas elecciones a Cortes si bien estaba acertada y cumplidamente representado el Partido Nacionalista de Navarra, no se había incluido el nombre de algunos nacionalistas navarros que tantos sacrificios se han impuesto por la noble causa y que todos tienen el deber de enaltecer. No quiero con esto dirigir una censura a la junta del Napar Buru Batzar, pues no ignoro que ello se debió a la insidia de los enemigos políticos» … clarísimo.
De esa época me gustaría evocar en esta semblanza, aquellos mítines cada vez más multitudinarios del partido, en los que, normalmente, el ultimo en hablar era Aguirre, tanto cuando empezaba en castellano: «compatriotas», como en euskera la palabra » abertzale «, al dirigirse a sus correligionarios. Las decía de una forma muy especial, sonora, que llegaba y que tenía lo que se llama «garra», y todos esos mítines y concentraciones a los que yo asistía, los cuatro primeros aberri-egunas, varias veces en el frontón euskalduna de Bilbao, en Elizondo, en Durango, en Fuenterrabia, y a otros a los que lógicamente no llegaba, los iba plasmando en un cuaderno de tapas duras, que compré para ello, pegando los recortes de los periódicos y las fotografías. Empezado el infantil «trabajo» periodístico con un mitin en Tafalla del año 31, termina, gloriosamente. (Diecinueve páginas del cuaderno) en agosto con aquel inenarrable primer aberri eguna, el del 27 y 28 de marzo de 1.932 en Bilbao, (unas ochenta mil personas). Fue el único que yo recuerde, en el que Jose Antonio no dirigió la palabra (el domingo, pero sí el lunes en un acto con banquete en Archanda), lo hizo, por Navarra al menos, don José Azkarate, el gran patriota de Aniz.
Y llegó la guerra civil. A nadie le pudo extrañar que fuese elegido como «lehendakari», por unanimidad de los alcaldes presentes en Gernika aquel 7 de octubre de 1.936, en el que bajo el árbol de Gernika, juró cumplir fielmente su mandato. «Ante Dios humillado, en pie sobre la tierra vasca». Es conocida la trayectoria de aquella guerra que se nos impuso. Los trabajos de aquel Gobierno Vasco que se mantuvo hasta el verano de 1.937 y el definitivo exilio de Aguirre el 4 de febrero de 1.939, cuando en una mañana nevada y por el monte, pasó la frontera de Cataluña con Francia acompañado de Companys, Tarradellas, Manuel de Irujo, Julio Jauregui y Miguel Jose Garmendia.
Finalizada la guerra civil, el 1 de abril de 1.939. se inició cinco meses más tarde la guerra mundial 1.939-45 , que comenzó, en Europa occidental, con lo que se llamó la «drôle de guerre” (la extraña guerra), caracterizada por una absoluta paralización de acciones bélicas, situación que terminó brutalmente con la batalla «relámpago» -(«blitz» )- desencadenada por el ejército alemán el 10 de mayo de 1.940, que violando la neutralidad de Luxemburgo, Holanda y Bélgica, hizo inútil la línea maginot. Derrotó a los ejércitos francés, holandés y belga, así como al cuerpo expedicionario inglés llegado en socorro de aquellos y que a los pocos días de llegar se veía obligado a reembarcar en Dunkerke.
Aquí fue donde volví a encontrarme con el lehendakari Aguirre – que había ido de París a Bélgica, el ocho de mayo, a visitar a su madre y hermanos que allí vivían, con una convivencia y trato permanentes que duró siete meses tensos, trágicos y para mí inolvidables. Lo que nos sucedió en Dunkerke durante la batalla de Flandes, la muerte de dos de nuestros compañeros (una de ellas, Encarnita, hermana de José Antonio), los lugares donde Aguirre estuvo escondido en Bruselas y en Amberes (yo cursaba estudios universitarios en esta gran ciudad cercana a la frontera holandesa), las detenciones habidas, el cerco que se estrechaba en torno a Aguirre, dirigido por una sección de la Gestapo –con acompañamiento de la policía de Franco (el mismo grupo que consiguió la detención y posterior fusilamiento de Companys, cerca de la frontera con Bélgica en donde había estado visitando a su hijo enfermo), etc, etc, todo ello está descrito con la discreción en cuanto a nombres propios y camuflamiento de lugares que se imponía, en el libro de Aguirre “De Gernika a Nueva York pasando por Berlín», publicado antes de acabarse la ocupación alemana. En enero de 1.941, Aguirre, que desde hacía varios meses poseía una completísima documentación a nombre de un supuesto ciudadano panameño, gracias a la maravillosa y generosísima ayuda prestada por el cónsul de aquel país, Guardia Jaén, decidió trasladarse a Berlín, el siete de enero de 1.941 y allí y en Hamburgo, tras importantes y peligrosas peripecias, consiguió trasladarse a Suecia el 14 de mayo con su esposa y sus dos hijos de muy corta edad, los tres con documentación venezolana concedida por el cónsul Sr. Araujo, y de allí, gracias a la ayuda de los vascos de América y en especial la de D. Manuel Intxausti, pasar a Brasil el 31 de agosto, y tras ser recibido en diferentes parlamentos, entre ellos el de Uruguay, como huésped de honor, trasladó su residencia a Nueva York, siendo nombrado profesor de la universidad de Columbia.
Unas breves pinceladas para tratar de describir algunas facetas de la personalidad del hombre Aguirre.
Una importante característica suya: el valor, tanto en su faceta de valor físico, como la de valor cívico, que no siempre suelen ir juntas, pero en él lo estaban. Tenía en todo momento un enorme sentido de su responsabilidad hacia su pueblo, hacia su familia, por ejemplo, hacia sus 47 compañeros, hombres, mujeres, niños, sacerdotes, estudiantes, que le acompañaban en aquellas trágicas andanzas por Flandes, entre muertos, incendios, desolación y hasta hambre. No tenía miedo al peligro aunque era prudente si se trataba de los demás y, acaso, un poco aventurado cuando el riesgo era propio.
Carácter recio. Seguridad en su propio criterio, desde luego, pero sabía escuchar y le gustaba hacerlo, y recababa la opinión de los demás aunque supiera o creyera saber que sabían menos o estaban menos informados que él.
Era, eso sí, tremendamente optimista, acaso en exceso. Pero creo que todo le hizo falta.
Era hombre de una gran fe religiosa, un cristianismo practicante que conjuntaba con el amor a su pueblo. Por otra parte, muy amplio, muy tolerante. Contestando a la afirmación que alguien le hizo (con aportación de una cita de Georges Bernanos, creo que de su obra — «los cementerios bajo la luna»)- de que Franco pudría todo lo que tocaba y que al escudarse por puro oportunismo tras los más elevados principios cristianos, religiosos, morales y éticos, en muchos de los cuales no creía, produciría por pura reacción simplista en muchos vascos una descristianización del país. Contestaba que aparte de que siempre había habido en nuestra tierra un determinado tipo de volteriano intelectual pero que «por mucho que se empeñen los de Franco, no conseguirán arrancar a los vascos 1.300 años largos de tradición y de vivencias cristianas y vascas, en simbiosis, que están incrustadas hasta en la toponimia y en los apellidos».
Como característica muy marcada, hay que señalar que Aguirre se sentía lehendakari de todos los vascos, incluso de los que no estaban con él. Constituyó su gobierno procurando que en él estuvieran representados todos los grupos que defendían el estatuto y el esfuerzo bélico de la contienda, incluyendo incluso al partido comunista, lo que constituyo una novedad en la Europa occidental y consiguió algo más extraño, todas las decisiones que se tomaron en ese gobierno durante los 9 meses de su poder efectivo (en el destierro duro muchos años), lo fueron por unanimidad y muchas fueron gravísimas,
Hay que resaltar el afecto y respeto que sintieron por él la mayoría, sino todos, los miembros de su gobierno no abertzales: Toyos, Gracia, Aznar, Iglesias, Aldasoro, Espinosa (cuya carta de despedida al lehendakari antes de ser fusilado por los franquistas es una verdadera joya) y Astigarrabia, que fue expulsado del partido comunista por «aguirrista».
Ninguno de ellos era del PNV, ni mucho más allá, pero todos sabían que valorando como valoraba Aguirre su fidelidad al partido y acaso por ello mismo, pues así lo potenciaba, tenía que sentirse presidente de todos, pues de todos era el país.
El espíritu de «lo social», lo tenía clavado. Como él decía y lo subrayaba: “el sentido histórico de la dignidad humana y de la libertad» , «el sentido democrático, el sentido social y el de la libertad de los pueblos» , son títulos de conferencias por América del Sur en especial y que como dice Solagaistua, que no es del partido, en un muy interesante artículo hace poco tiempo, que «en los años 40, en la América latina, totalmente manejada por el caciquismo y el caudillismo más brutal, atreverse… a alzar su voz para gritar dignidad humana, libertad del individuo y de los pueblos y solidaridad humana …. nos dan, no solo la valentía y honradez moral e intelectual de José Antonio Aguirre, sino su gran talla de líder político a nivel internacional y su gran visión de futuro».
Y como una cosa es predicar y otra es dar trigo, Aguirre predicó con el ejemplo. Hoy esto podrá estar desfasado para unos y ser tachado de «paternalismo» por otros, en su empresa, la que en parte era de su familia y que el dirigía. «Chocolates Bilbaínos», instauró, creo que por primera vez en este país y en casi todo el mundo – en 1.930-.
El reparto de beneficios entre los asalariados, allí en Bilbao, en la calle del Tívoli. Esto a la derecha … le ponía a mal traer … y creo que a la izquierda también.
En resumen, su vida, sus ideales, que hoy no he podido más que reducirlos a trozos de anecdotario, pueden sintetizarse en el slogan que él mismo confeccionó creo que para las últimas elecciones generales de 1.936, «Por la libertad vasca, por la civilización cristiana, por la justicia social «.
Xabier Epalza Aranzadi

Cuantas más crónicas y testimonios sobre José Antonio de Agirre leo, particularmente en este Blog, más me apasiona su figura política y humana.
Enhorabuena de nuevo.
Eskerrik asko, Iñaki.