Martes 9 de agosto de 2022
Ya sé que no llegaron en patera, en sentido estricto, pero muchos parecían aquellos dos botecitos que surcaron el Atlántico y lograron llegar a Venezuela como exiliados en una gesta que debería ser recordada porque no fue nada fácil.
El domingo 6 de agosto de 1939, a las 6:30 pm, los dos pequeños pesqueros, Donibane y Bigarrena, zarpan, saliendo de la barra del río Adour, posterior a la bendición en el muelle Des Alées Marines de Baiona, por parte del sacerdote exiliado Policarpo de Larrañaga, capellán del Sindicato de Pescadores (Euzko Tostarteko Bazkuna).
Tripulación del Donibane: Pedro Ruiz de Loizaga, de Mundaka, capitán; León Aguirregomezcorta, de Mutriku; José Bedialauneta, de Ondarroa; Pedro de Bernedo, de Ondarroa; Silvestre de Isasti, de Getaria; Francisco Valdivieso; Fernando de Echegoyen, de Bedia y Ramón Coscorrotza, de Lekeitio.
Tripulación del Bigarrena: José María de Burgaña de Mutriku, capitán; Antonio López Altonaga, de Mundaka; Emilio de la Hoz, de Getaria; Cosme de Goitiz, de Lekeitio; José de Zabaleta, de Ondarroa; Ricardo de Azpiritxaga, de Durango y Joseba de Arriandiaga, de Elantxobe.
Todos ellos marinos excepto Azpiritxaga y Echegoyen, oficiales del ejército Vasco hechos prisioneros y canjeados.
En alta mar descubrieron a un polizón a bordo del Bigarrena, se llamaba Miguel Marina Barredo, natural de Bilbao.
Tendría que tomarse en serio la posibilidad de que los tribunales españoles dicten sentencia contra el estado, continuación del de 1936 porque éste se declaró legal y como tal actuó, para la indemnización aunque sea tan sólo moral de quienes tuvieron que ir al exilio para salvar sus vidas. La limpieza ideologica a sangre y fuego hecha por el nacionalismo español contra el nacionalismo vasco fue un delito de lesa humanidad y no debe prescribir ni puede amnistiarse.
Pero no hay voluntad.