Hace 35 años se reunieron en Moncloa

Domingo 6 de enero de 2012

Un país serio que tuviera seis millones de parados, y un rosario de huelgas de médicos, enfermeras, personal sanitario así como huelgas de jueces y personal de justicia, y a punto de ser rescatado, con un presidente que explica, muy de vez en cuando, que ha de incumplir de pe a pa su programa electoral de gobierno, debería tener un gabinete de crisis y propugnar con todos los partidos, sindicatos, patronal y representantes legislativos una especie de nuevos Pactos de La Moncloa, como aquellos del 25 de octubre de 1977 que fueron firmados por Adolfo Suárez, como presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo por UCD, Felipe Gónzalez por el PSOE, Santiago Carrillo por el PC, Enrique Tierno Galván por el PSP, Josep María Triginer por el PSC, Joan Raventós por Convergencia Socialista, Juan de Ajuriaguerra por el PNV y Miquel Roca por CIU. Manuel  Fraga, por Alianza, Popular, no suscribió el acuerdo político, pero sí el económico. Aquella gente estuvo a la altura del desafío que tenían ante sí.

El objetivo de aquellos pactos fue el de procurar la estabilización del proceso de transición al sistema democrático, así como adoptar una política económica que contuviera la galopante inflación que alcanzaba el 47%, un horror.

La coyuntura económica era grave después que la crisis del petróleo de 1973 alcanzara de lleno a España, y el desempleo, que durante el franquismo quedaba ocultado por la emigración a Europa, y que con la crisis ya no admitía más, comenzaba a producir  el retorno de los emigrantes. La inflación había superado la frontera del 40% a mediados de 1977. Se hablaba de fuga de capitales y los empresarios, acostumbrados al corporativismo que vivían bajo el franquismo así como aquel constante intervencionismo recelaban de la nueva situación política y de los nuevos interlocutores sociales y los sindicatos de clase, que lógicamente exhibían una retórica reivindicativa que, algunos la tomaban por revolucionaria.

Todo este panorama se puso encima de la mesa, para abordar su solución entre todos.

Recuerdo haberle acompañado a la estación de Abando a Juan de Ajuriaguerra y como tuvo que volver a Bilbao al producirse un atentado de ETA. Pero retornó a La Moncloa y ahí se le puede ver  a Ajuriaguerra asomando su cabecita en el centro de la foto. Y es que él lo tenía muy claro. Nos decía: “Si España va bien, Euzkadi irá bien. Si España va mal, Euzkadi irá mal. Tenemos que ser los mejores en todo pero trabajemos con los pies en la tierra porque nuestra sociedad nos pide resultados”.

Con seis millones de parados, a punto de ser rescatados, con una indignación social creciente, sin paga de navidad, convirtiendo el Congreso y el Senado en Cámaras apisonadoras para aprobar a la carrera Reales Decretos Ley, sin discusión presupuestaria (de 2830 en el Senado no se ha admitido ninguna enmienda), con una mayoría absoluta que ni explica ni busca acuerdos con nadie, con lo mejor de la juventud buscando salidas en el exterior y la única salida que se les ofrece la tienen en la T-4, con el país incendiado y pidiendo a los enfermos crónicos que paguen la ambulancia, con un ministro de educación que es un pirómano y que lo único que sabe hacer es provocar, con un congreso rodeado varias veces y una clase política en desprestigio creciente, con el ex presidente de los empresarios en la cárcel y con escándalos continuos de éste tipo, mientras algunos generales vociferan y piden una intervención militar en Catalunya, no sé como Rajoy no ha llamado a La Moncloa a todos los que deberían buscar hacer un análisis compartido de situación, estudiar la terapia adecuada y aplicarla conjuntamente.

Curiosamente e inmersos en este caos, el miércoles 11 de diciembre, se produjo en el Parlamento Vasco el debate de Investidura del nuevo Lehendakari. Y, al día siguiente su elección.

Estábamos en Madrid en la discusión presupuestaria y pude comprobar en las distintas conversaciones mantenidas así como viendo y escuchando a la mayoría de los medios  que aquel acto parlamentario, no interesaba a nadie. Por una parte me alegré. No somos noticia porque ETA ya no actúa. Es un avance. Por otra me preocupé. En este Madrid político lo que se impone es la superficialidad política. Tiene que haber sangre, tiene que haber exclusión y desencuentro, alguien tiene que echar en el escaño de un consejero un saco de cal, para que lo vasco sea noticia cuando lo que menos define lo vasco es la sangre y la bronca.

Pero eso es lo que hay. Un inmenso agarrotamiento en la clase política española que no se ha dado cuenta que la sociedad ha cambiado, que está viviendo una crisis muy aguda y que de seguir así, la ola les va a pasar por encima.

Al capitán de un barco no le debe importar las condiciones de la mar, ni la cercanía de la costa, sino no tener rumbo, no saber dónde tiene que ir. Y me da que hay mucho toro bravo, mucho pirómano, mucho esencialista, mucho cruzado pero poco personal con las ideas claras, los pies en la tierra y el rumbo definido. Y ante este panorama, que nadie se extrañe que en Euzkadi la gente quiera prepararse su bote salvavidas porque el capitán del Titanic no termina de darse cuenta que tiene un iceberg ante sus narices.

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