Éxito en la presentación del libro sobre el policía Pedro Urraca

Jueves 30 de mayo de 2013

El martes a las siete y media en FNAC se presentó el libro de la periodista catalana Gemma Aguilera  «Agente 447. El hombre que secuestró a Lluís Companys». En primera fila estaban Itxaso Aututxa, José Antonio Pastor, Ibone Bengoetxea, Teniente de Alcalde y Presidenta de EUDEL, la concejala Oihana Agirregoitia, Josu Erkoreka, Fede Bergaretxe, Fernando García Makua, Juan Antonio Zárate, Ramón Sota, Josune Ariztondo, Javier Batarrita, Roberto Lertxundi, Josune, Gontzal Mendibil, Ekain Rico, Ander Landaburu, Andoni Olabarri y un elenco de gentes interesadas en este asunto oculto en cincuenta años. Irune Zuluaga excusó su asistencia. También se excusaron Javier Madrazo y el concejal Mariano Gómez.  Presentó el acto Jaume d´Urgell y organizó la estancia y los contactos Iñigo Landa. Con éxito.

Contó la periodista cómo había llegado donde Urraca. Resulta que cada 15 de octubre en Catalunya se recuerda el fusilamiento de Lluís Companys en los fosos de Montjuich y siempre, al recordar aquella triste historia aparece Pedro Urraca el siniestro policía que lo había detenido, fotografiado y viajado con él a España, para la farsa de su juicio y su posterior fusilamiento. Y no era fácil. En el PNV, nuestros mayores de París, desde Aguirre a Landabaru pasando por Irujo y Rezola siempre habían querido saber algo de la vida del policía o incluso su imagen desconocida. Nadie conocía su rostro. Fue condenado a muerte en 1947 en Francia por haber robado a la viuda de Jean Moulin, jefe de la Resistencia francesa. Y se le ocurrió revisar una a una las esquelas del ABC por espacio de diez años teniendo en cuenta que debía ser mayor. Y dieron con ella. La había puesto su mujer y hablaba de su hijo, de su nuera y de su nieta. Pero salvo su mujer Elenne Cornette no hubo más familiares en aquel funeral patético ya que padre e hijo no se hablaban.

De ahí buscaron a Urraca en el cementerio de la Almudena por si había sido enterrado allí. Y no hubo forma de encontrarlo. Pero el enterrador les sugirió buscaran en los incinerados, práctica muy minoritaria en aquellos tiempos. Y allí estaba ya que las cenizas las había llevado su esposa a París. En París costó un mundo dar con el apellido de la esposa de Urraca ya que él, tras la guerra mundial había cambiado su apellido al segundo Rendueles y su mujer también. Pero dieron con él, lo metieron en varias páginas de internet y salió un señor retirado que en un Campo de Golf de Murcia arreglaba mecánicamente cosas a los golfistas ingleses que iban allí a jugar en sus vacaciones.

Haciéndose pasar por un familiar dio con el hijo que no quería hablar de su padre. Tras mucha insistencia logró no solo hablar sino que le entregara varias cajas que tenía en el garaje y donde se encontraban 150 fotografias, una de ellas vestido con uniforme de la Gestapo, y todos sus diarios desde 1924. Una joya con la que Gemma ha reconstruido la vida de este canalla que secuestró varios líderes republicanos, socialistas y nacionalistas, denunció la red Álava, impidió a Rafael Pikabea subir a su barco en Marsella, hostigó a Alcalá Zamora, trató de secuestrar a Mariano Ansó, lo hizo con Rivas Cherif, Julian Zugazagoitia, Cruz Salido, Sbert y anduvo tras la pista del lehendakari Aguirre y Manuel Azaña. Robaba a los judíos, la Gestapo era su base de operaciones así como el edificio incautado del Nº 11 de la Av. Marceau donde estaba la Delegación del Gobierno Vasco en París bajo el coronel Antonio Barroso, en definitiva un angelito que se fue acomodando a los tiempos. Republicano en la República, franquista y nazi bajo ocupación alemana, anticomunista cuando la Guerra Fría y cazador de miembros de ETA desde el consulado de Amberes. Como para hacer varias películas.

El libro se lee muy bien, tiene fotografías y la periodista contextualiza los hechos para que la gente sepa de qué se está hablando.

Por la mañana lo habíamos presentado ante la prensa en el Edificio de la Bolsa de Bilbao y tras este acto habíamos ido a los locales de la Fundación Sabino Arana. Aguilera conocía la sede de Artea no la de Bilbao, al lado del funicular. Y había viajado y conseguido los primeros papeles sobre Urraca en la Fundación ya que la Delegación fue su base de operaciones contra «los rojos» y al huir al entrar los aliados en París dejó todo el archivo que parte está en Salamanca, parte en la Fundación y ahora todo el material de Urraca en el Arxiu Nacional de Catalunya. Allí departió con la directora Irune Zuluaga, Iñaki Goioaga y Eduardo Jauregui.

Hay material para un libro de aquellos siniestros años en Paris bajo ocupación alemana y con un policía de tan acertado apellido y bajo la protección del embajador Lequerica y de Serrano Suñer. Lequerica quiso llevárselo a Estados Unidos, pero prefirió quedarse en Europa y, para colmo de aventuras, su mujer tuvo una relación amorosa con León Degrelle, aquel nazi belga de Rex que huyendo aterrizó en la playa de la Concha. Toda una historia.

 

Un comentario en «Éxito en la presentación del libro sobre el policía Pedro Urraca»

  1. Leeré el libro con interés.
    Nuestra incivil guerra ha dado personajes curiosos en lo humano y tétricos en sus actuaciones aunque no sóo ha dado ese tipo de personajes.
    Uno de ellos puede ser este agente 447, que puso al golpista y pusilánime abogado Companys en manos de los vencedores, facilitando el que un hombre gris y escasamente interesante para la vida colectiva de los catalanes, quedara investido de la condición de «mártir» tras su fusilamiento. Los nacionalistas catalanes han exprimido y siguen exprimiendo hasta el agotamiento esa condición de represaliado de quien fuera responsable del golpe antirrepublicano del 6 e octubre de 1934, entre otras desastrosas actuaciones políticas.

    Y otro de esos personajes tétricos es el barcelonés Jaime Ramón Mercader del Río asesino de Trotski por cuenta de la policía política de Stalin en México en 1940 y que acabó sus días en la Habana en 1978 arropado por el castrismo y como «héroe» de la URSS.

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