Martes 21 de junio de 2016
Estuve el lunes en la sala del Consulado en el Museo Vasco. Josu Legarreta, junto a Asier Vallejo y Magdalena Mignaburu presentaban una obra singular como es la recopilación de diversos Congresos, comenzando por el Mundial Vasco de 1956 y seguido por todo lo que atañe a los vascos de Argentina en relación con la CEVA (Confederación de Entidades Vascas de América), Congresos de Centros Vascos, Congreso de la Juventud, y cinco apéndices.
La sala estaba llena y dio comienzo el acto con la canción “El Roble y el Ombú” a cargo de los Cinco Bilbainos. Tras ella, Asier Vallejo dio comienzo al acto que tuvo las intervenciones citadas y al final un coloquio.
Intervine para puntualizar dos cuestiones y recordar a Basaldua, López Mendizabal, Astigarraga, Aldasoro, Irujo, Lasarte, Basterretxea y personalidades de este tipo que hicieron, en los duros años de la post guerra y el exilio, lo que es la colectividad hoy.
Alabé el trabajo de Legarreta y Mignaburu pero no la edición de un libro con tapas grises, pesadísimo (casi un kilo) y sin portada. Debe ser así la colección Urazandi, pero no es precisamente un logro.
Y discrepé de que al exilio se le llame Diáspora. Soy hijo del exilio no de la Diáspora. Ese es un muy digno término judío que va con la dura historia de este pueblo y no somos nadie para apropiarnos de este término.
En el prólogo del libro la Secretaria general de Acción Exterior lo explica de esta manera:
“Históricamente Argentina ha sido el principal destino de la emigración vasca y, a día de hoy, las vascas y vascos de este país continúan conformando la mayor y más importante colectividad de nuestra diáspora. Los datos al respecto son claros y contundentes.
Desde que el 13 de marzo de 1877 trece vascos (de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa) reunidos en el Café Milán de Buenos Aires fundaran el emblemático centro vasco «Laurak Bat», se han ido sucediendo las fundaciones de otras euskal etxeak a lo largo de la extensa República Austral hasta alcanzar las ochenta y cuatro que existen en la actualidad, algunas con más de cien años de historia. Argentina acoge así a cerca de la mitad de los centros vascos, euskal etxeak, que hay repartidos por el mundo.
Por otra parte, la presencia de la comunidad vasca en Argentina data desde el inicio mismo del desarrollo territorial y su conformación como nación. Hoy por hoy se estima que más del 10% de los habitantes de este país tienen algún ancestro vasco, lo cual supone más de cuatro millones de personas. La aportación vasca a Argentina es pues una realidad incontestable y motivo de orgullo para nosotros.
Si evidente es que la emigración vasca ha tenido un papel destacado en la conformación de Argentina, no es menos cierto, aunque sí menos conocido, que también lo ha tenido en Euskadi. Precisamente la recopilación documental realizada en este libro viene a arrojar luz sobre esta cuestión. Así tiene el valor de aportarnos una secuencia histórica detallada tanto de la contribución de la comunidad vasca de Argentina a ese país, como al devenir democrático de Euskadi, tomando como trasfondo los sucesivos congresos de los centros vascos – euskal etxeak.
A través de las páginas de esta obra de Magdalena Mignaburu y Josu Legarreta se observa que, en contraposición a lo ocurrido con otras colectividades, la vasco-argentina no ha entrado nunca (a pesar de la fuerte presión del entorno en algunos momentos históricos) en procesos irreversibles de dilución o pérdida de su identidad. Al contrario, la colectividad vasca de Argentina ha sabido conservar las tradiciones, las costumbres y los principios democráticos de organización social. Asimismo se comprueba que, además, en diversos momentos históricos los ha proyectado hacia el exterior. Y lo ha hecho con tres, cuatro, cinco y hasta más generaciones de distancia