“Mientras leía informaciones sobre el vicelehendakari ohia, Mario Fernández (Goian Bego), localicé por casualidad un debate histórico del que había oído hablar muchas veces a nuestros mayores.
Teniendo en cuenta la época que vivimos, impresiona el nivel”
Desde que hace ahora dos años se aprobó la ley de Memoria Democrática al calor de la aprobación de la Constitución, el gobierno entrega una serie de reconocimientos a víctimas significativas del oprobioso régimen franquista. No es ocioso mantener la llama del recuerdo sobre aquella barbaridad.
Traigo aquí a colación a Julián Zugazagoitia, bilbaíno, concejal del ayuntamiento de Bilbao, director de El Socialista, ministro del gobierno de Juan Negrín, autor del imprescindible libro “Guerra y Vicisitudes de los españoles” quien fuera fusilado tras ser capturado villanamente en Francia junto al president Companys, Rivas Cherif y demás “rojos” perseguidos por aquella brutal dictadura.
Le vi a su nieta mexicana en televisión agradecer el reconocimiento a su abuelo y me trajo a la memoria esta fotografía de cuando la viuda de Zugazagoitia, junto a los Consejeros del primer Gobierno Vasco Aznar, Nardiz, Monzón y el diputado Julio Jauregi viajaron en el vapor Nyassa a ese exilio mexicano. Allí la viuda del ex ministro pudo rehacer su vida y 85 años después el gobierno español recuerda su figura. Nunca es tarde pero en Bilbao, a su ex concejal, también se le debería recordar. No sé si tiene dedicada alguna calle pero la merecería.
Conocí a Mario Fernández en 1980. El lehendakari Garaikoetxea lo designó como Consejero de Trabajo. Se juntaban en aquel ejecutivo una serie de exitosos profesionales que dieron el paso como Uriarte, Etxenike, Egotxeaga, Robles, Caño, Renobales, Retolaza, Agirre, Lasagabaster, Ormazabal….Fue un gobierno de lujo en medio de aquella tormenta política, mientras ETA mataba y mataba, para iniciar una andadura. En aquel entonces yo era parlamentario vasco y dirigía la revista Euzkadi del PNV. Y le encargué al alevín de periodista en la época, Koldo Mediavilla que le hiciera una entrevista que fue portada, en junio de 1980. Lo llamábamos “ministro de trabajo”, tratamiento que luego se apeó. Y la entrevista se tituló con sus palabras. ”Lo primero en desterrar en las relaciones laborales es la violencia tanto verbal como física”. Y es que a la conflictividad máxima de la época se unía lo que habíamos vivido en el Parlamento Vasco cuando trabajadores de Nervacero nos tuvieron retenidos hasta la madrugada.
No fueron años fáciles sino muy duros y de asfixiante confrontación agudizada tras el intento de golpe de estado del 23 F. Aquella asonada militar apoyada por el rey tuvo como consecuencia la aprobación por parte de los partidos españoles de la LOAPA.
Consideraban que al parecer Suarez había ido muy lejos con la Autonomía Vasca y por tanto había que embridarla con esta ley orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. Fue un pacto entre el presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González. Un torpedo en la línea de flotación del Estatuto de Gernika que logró el que 45 años después sigamos con el Estatuto sin cumplir.
Martin Villa era el ministro de Administración Territorial y, cosa rara hoy, aceptó hacer un debate el 21 de octubre de 1981 en aquella televisión de canal único ya que no existían las televisiones privadas. Fue un mano a mano entre el Ministro y el Consejero, que ganó por goleada Mario Fernández y nos insufló verdadero optimismo. Había una comunión absoluta en aquel momento Partido-Gobierno.
Reproduzco dos comentarios de dos amigos que recuerdan aquel debate:
1.- ”Todavía recuerdo la ovación que recibió de todo el personal que trabajábamos en Lakua cuando llegó al comedor tras regresar de Madrid y ganarle por goleada al entonces ministro del Interior, Rodolfo Martin Villa.”.
2.- ”No se me olvida aquel debate. Lo vi en un bar cerca del campo de fútbol Ipurua en Eibar. Mi cuadrilla viendo el partido y yo gozando de la goleada política que Mario le metió a Martín Villa.”.
Posteriormente me tocó dirigir la campaña de 1984 y él fue a quien llevamos a todas partes. No defraudaba.
Pena ante el fallecimiento y nostalgia de unos tiempos de amanecer en ese momento altruistas donde había una fuerte conexión partido-gobierno que nos hizo imbatibles. Luego todo se estropeó, pero queda el recuerdo de aquellos momentos de ilusión y esperanza. Y del trabajo bien hecho.
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