Conté como le llamé a Javier Rojo, presidente del Senado para que pusiera en marcha lo que aprobamos en la legislatura anterior cuando fallecía un miembro del Senado. Y eso se hizo al inicio del pleno de este pasado martes 8 de marzo, pero al acto le faltó emoción. Y Curiel no se merecía eso. Se merecía que hubiera sido una sesión conjunta Congreso-Senado, que hubiera estado Zapatero y Carrillo, que hubieran estado todos los medios de comunicación y que la noticia hubiera sido cabecera. Frente al desprestigio de la política y los políticos he aquí el ejemplo de que esto no es verdad. Se trataba de una vida dedicada al servicio público en el PC y en el PSOE y, en la hora de la muerte, recordar que Enrique vivía percibiendo un sueldo de 700 euros como profesor asociado. El cielo arriba y la tierra abajo.
El PSOE se ha portado muy mal con Curiel. Y al acto le faltó emoción. Joan Lerma estuvo bien, pero corto y es preciso señalar que al acto le faltaron los testimonios de otros portavoces porque todos los grupos apreciaban a Enrique Curiel. Y me dio pena su viuda en el palco. Mucho aplauso pero ¡que solos se quedan los muertos!. ¡Y los vivos!. Fue el caso de Enrique Curiel, un magnífico tipo.
He aquí la oración fúnebre de Lerma en recuerdo de Curiel:
Señor presidente. Querida Carmen, queridos familiares y amigos de Enrique.
La muerte se ha llevado pronto, muy pronto, a los 63 años, a Enrique Curiel, pero vivió una intensa vida que muchos tuvimos la alegría de compartir con él. Fue alumno comprometido en la lucha por las libertades en la Universidad Complutense de Madrid; fue y era profesor de Ciencia Política; fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid; diputado en Cortes y compañero nuestro en la anterior legislatura, y secretario general del Grupo Parlamentario Socialista del Senado. Pero fue sobre todo un gran dirigente de la izquierda española, de los que sufrieron personalmente la dictadura. Fue herido de bala en una manifestación y fue después capaz de construir una democracia para todos.
En estos momentos del adios nos vienen a la memoria muchos momentos compartidos: el día a día en este Senado y el diálogo con todos los grupos parlamentarios, con los que siempre tuvo una gran relación. Y también nos viene a la memoria su preocupación por la paz en el País Vasco, que fue una constante en su vida, o por las perspectivas de la izquierda internacionales que, como buen clásico, ocupaba muchas de sus reflexiones.
Se ha ido pronto, muy pronto, pero nos ha dejado mucha tarea hecha por la que él creía: la democracia, la libertad y la igualdad de oportunidades para todos. Le quedaban sin duda todavía muchas cosas por decir; las iremos averiguando poco a poco. Entre tanto, que sepa su familia y sus numerosos amigos que compartimos su dolor y su tristeza por esta enorme pérdida, y sobre todo, que sepan los ciudadanos que se ha ido un gran servidor público. En la memoria estará siempre con todos nosotros.
Gracias. (Fuertes y prolongados aplausos de la Cámara puesta en pie.)