Iñigo Urkullu es un tipo serio, sin concesiones al chascarrillo. Lo suyo es el rigor, el dato, el punto de equilibrio, las cosas en su sitio. Es un dirigente político predecible, algo estimable en ésta sociedad del espectáculo en la que Obama dice un día que reconocerá al estado palestino y luego hace lo contrario o sale por televisión con la noticia jubilosa de la muerte de Bin Laden.
Patxi López y Urkullu no son muy compatibles. El uno es el folio en blanco, el otro el folio con diez puntos. El uno promete una cosa y hace la contraria, el otro cumple lo dicho aunque le corten un brazo, y aunque dijera al inicio de la campaña que había que sonreír, él lo hace muy poco.
Para unos son virtudes, para otros defectos. Para mí son las cosas necesarias en un político que quiere ser respetado. Sobre todo en la Villa y Corte.
Este jueves, Fórum Europa, le organizó en Madrid, como hace seis meses, un desayuno en el Ritz. A salón lleno. Y con gentes representativas. Herrero de Miñón, el ex presidente del parlamento Europeo Enrique Baron, el presidente de los notarios vascos, Ángel de Juanes, y el astronauta Feijoo, Arturo Campo, el director de Iberdrola San Pedro, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, Javier Echenike, el director de Caf, Andrés Arizkorreta, la secretaria de Confebask Nuria López de Gereñu, el de Cebek Txema Vázquez Eguskiza, el empresario Mario Armero, la delegada Irune Aguirrezabal, los comunicadores Rafael Ansón y Sanchís, el director de El País en Euzkadi Gastaca, el miembro de la Delegación Juan Aguado, empresarios como Juan Ignacio Unda y García Egotxeaga, embajadores, periodistas y gentes de casa como Ortuzar, Bernardo, Atutxa, Rementeria, Azpiazu, Zubia, Beloki, Aurrekoetxea, Marga Uria, Greaves, Gotzon Bilbao.
Urkullu domina ya las tablas madrileñas. Habla claro, responde a todo, no hace concesiones a nada y no se va por las ramas. Y lo mismo contesta una pregunta sobre temas económicos que sobre condenas judiciales o política de transferencias. No deja nada en el tintero.
Desde luego no te ríes con él pero sales como cuando sacamos aquel slogan dedicado a Ardanza: “el país en buenas manos”. Y de eso se trata. Para divertirte te vas al Club de la Comedia.
Después del desayuno comió con periodistas del Grupo, Foro Arekuna, gente muy avezada y a la noche abrió la campaña en la cena en Vitoria de candidatos. Hablaron Olabarría, Tapia, Erkoreka y cerró Urkullu.
De lo dicho por Urkullu destacamos lo siguiente.
Recetas contra la crisis. Urkullu volvió a apostar por la estabilidad ante la amenaza de una nueva recesión y el aumento del paro en el Estado, que roza los cinco millones de desempleados. Además, abogó por la internacionalización de las empresas, por dar un impulso a la política industrial -que vive una traumática situación en Ezkerraldea, donde el paro se desboca, y donde el cierre de Babcock se ha sumado a la pérdida de fuelle de La Naval-, a las prestaciones sociales -con un Gobierno vasco que las recortará en un 7% el próximo año- y a la estabilidad presupuestaria. Tras echar en falta unos acuerdos políticos y sociales que en época electoral se presentan como una quimera, confió en que la situación pueda reconducirse tras los comicios. El PNV ya puso sobre el papel su apuesta por aparcar los intereses partidistas cuando tendió la mano a Zapatero y a sus presupuestos para evitar un adelanto electoral que hubiera desembocado en las agitadas aguas de la intervención económica de Europa.
Y lo hizo a pesar del lastre que podría haber supuesto colaborar con un cadáver político como comenzaba a serlo el presidente español. Sin embargo, fruto de su interlocución, logró 18 competencias para la CAV inversiones para proyectos estratégicos y tiempo para avanzar en materia de paz. Además, Urkullu afianzó su posición de interlocutor entre abertzales y no abertzales, y actuó como correo entre Moncloa y el integrante de la izquierda abertzale histórica Rufi Etxeberria. Así, consideró «paradójico» que se haya tachado a los denominados nacionalistas periféricos de insolidarios, máxime cuando el PNV ya apostó por el acuerdo en los Pactos de la Moncloa de 1977 o tras el 23-F. Por ello, dejó un recado para Rajoy. «Se podrá tener la mayoría más absoluta que quepa en el escenario electoral, pero la salida de la crisis sigue pasando por un nuevo acuerdo político y social de amplísima base», zanjó.
