Este jueves se presenta Clandestina

Miércoles 12 de octubre de 2022

Este miércoles Xabier García Ramsden le ha entrevistado a Koldo Anasagasti, autor de la  historia novelada, CLANDESTINA. Ha tenido el buen detalle de recordar que antes de la actual Radio Euskadi, funcionó en Bilbao, Barcelona  y Bayona y por lo tanto cumpliendo 86 años, cuarenta en esta última etapa.

Entre 1965 y 1977, a fin de contrarrestar las mentiras de la dictadura del general Franco y poner voz al silencio de todo aquello que el régimen franquista no quería contar, emitió desde Venezuela la estación clandestina Radio Euzkadi.

Un grupo de jóvenes pertenecientes a EGI (Euzko Gaztedi Interior), alentados desde Donibane Lohizune por Joseba Rezola, vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio, y dirigidos por Jokin Inza, diseñó e instaló a 60 kilómetros de Caracas, en plena selva, dos transmisores, un grupo electrógeno y una gigante antena romboidal. Vigilando y operando ese precario dispositivo estuvo durante esos doce años un antiguo gudari, Ixaka Atutxa, hombre recio donde los hubiera, quien se ofreció a proteger, incluso con su propia vida, la emisora que hacía llegar al mundo, cada día, la voz de la Resistencia Vasca.

Este logro fue posible gracias a la entrega y al arrojo de los partícipes, a la connivencia de los diferentes gobiernos venezolanos y a la aportación económica de la comunidad vasca en ese país del Caribe.

Se imponía la discreción. Ninguna persona fuera del grupo debía conocer su ubicación, por eso se referían a la emisora con el nombre de “La Txalupa”, queriendo hacer ver que estaba situada en una embarcación en alta mar, y llamando Macuto al lugar físico donde se hallaba.

“Clandestina” es una gesta real, narrada en forma novelada. Un libro que relata un acto de resistencia frente a la dictadura que, a la vez, fue un ejercicio de libertad de expresión frente a la mentira oficial, durante doce años.

Este jueves se presenta a las siete en la sede de la Fundación Sabino Arana. Hay interés por la historia y por reconocer un trabajo que fue silenciado. Habrá mucha gente y estarán varios de sus protagonistas. Te esperamos. No será una sesión plúmbea sino ágil y muy interesante.

El gudari custodio de Radio Euzkadi

Martes 11 de octubre de 2022

Iban Gorriti

Ixaka Atutxa –cuarto por la izquierda– en ‘Macuto’, denominación dada a la sede de emisora. De idza a dcha: Berriozabal, Olabarrieta, Atutxa, Olabarrieta hijo, Ramos, Erkoreka, Etxearte.

A fin de contrarrestar las mentiras del régimen totalitario de Franco y poner voz al silencio de aquello que el dictador no quería contar, entre los años 1965 y 1977 emitió desde Venezuela la estación clandestina Radio Euzkadi. Miembros de EGI (Euzko Gaztedi Interior) consiguieron ponerla en marcha en unas cabañas en la selva venezolana, a 60 kilómetros de Caracas. Vigilando y operando ese precario dispositivo estuvo durante esos doce años un antiguo gudari, Ixaka Atutxa, “hombre recio donde los hubiera”, valora el escritor Koldo Anasagasti. Natural de Galdakao, se ofreció a proteger, incluso con su propia vida, la emisora que hacía llegar al mundo, cada día, “la voz de la Resistencia Vasca”. El libro “Clandestina” trata como línea argumental su vida y cinco de los supervivientes de aquella gesta hablarán sobre ello.

Isaac de Atutxa y Barrenetxea –como firmaba en las nóminas del ejército vasco– fue el combatiente número 32.784 de esta organización jerarquizada. Llegó a ser teniente de gudaris en la primera compañía del batallón Ibaizabal, unidad perteneciente al Euzko Gudarostea, y decimoquinta del Euzkadiko Gudarostea, adscrita a la disciplina del PNV.

Clandestina. Radio Euzkadi, un irrintzi desde Venezuela (editorial Círculo Rojo) , el nuevo libro de Koldo Anasagasti (Cumanamá, Venezuela, 1954) tiene a Atutxa como protagonista. El salón de Sabino Arana Fundazioa acogerá el jueves su primera presentación (19.00 horas). “Ixaka, a quien entrevisté en 1981, fue un hombre recio, echado para adelante, iletrado y totalmente entregado a la causa. Sin miedo a nada”, destaca Anasagasti, quien recuerda que después de luchar como gudari, ser detenido y pasar tres años en las cárceles de Franco, se sumó a las Brigadas Vascas que lucharon en la II Guerra Mundial en Francia con el sueño de aún poder liberar aquella Euzkadi del yugo franquista.

El PNV confió en un hombre que dilapidó una y otra vez todo su dinero y que poco antes de la puesta en marcha “estaba por las calles de Caracas en la indigencia”. Hasta entonces había trabajado cortando árboles en los montes vascos y vio Venezuela como un país de oportunidades. Aficionado a la bebida y las apuestas, ganó “mucho dinero en una de ellas”. Con aquel capital en el bolsillo abrió una carnicería en Caracas, hasta que su mal hábito del alcohol le causó quedarse sin clientela y acabar peor.

En ese momento, Jokin Inza –con el apoyo de Joseba Rezola– le propone hacerse cargo del cuidado y la vigilancia de la clandestina Radio Euzkadi. Viviría solo en plena selva. “Aceptó con tres peticiones: gallinas, gatos y un perro. Las primeras para avisar de los peligros de alimañas de la zona, los gatos para que se comieran a estas, y el perro para hacerle compañía”, pormenoriza Anasagasti.

Una vez aceptada la propuesta, se imponía la discreción. Cobraría 800 bolívares al mes y le proveerían de un machete y una escopeta. Ninguna persona fuera del grupo debía conocer su ubicación, por eso se referían a ella con el nombre de La Txalupa, para hacer ver que estaba situada en una embarcación en alta mar, y llamando Macuto al lugar físico donde se hallaba, haciendo referencia realmente a Santa Lucía. “Tenían un lenguaje encriptado para que no fueran descubiertos. De hecho, cada día se emitía una cinta que grababan en estudios de Caracas. Denominaban a la cinta talo. El libro Clandestina es una gesta real, narrada en forma novelada”, explica el autor.

Los primeros tiempos fueron muy duros para Atutxa. La soledad le pasaba factura. Por ello, el grupo EGI decidió visitarle todos los sábados y hacer una barbacoa con él. “Iban cinco o seis personas y cocinaban carne, mero, arepas… Y para él era un día grande en el que acababan jugando a mus”. Esa compañía regeneraba su ilusión. Entre semana, se acercaba al pueblo de al lado, a siete kilómetros. “Allí bebía sus cervezas y, cuando podía, iba de putas. En alguna ocasión, su Jeep cayó por un terraplén. Aunque con el paso del tiempo se redimió y la cosa fue a mejor”.

Atutxa se prometió a sí mismo que no volvería a su patria de nacimiento hasta que no muriera Franco. Y lo cumplió. Retornó en 1977, y vivió en el hogar de dos hermanas solteras. “Allí estuvo a cuerpo de rey”. En aquel tiempo, tramitó los documentos necesarios para cobrar la pensión por su lucha con el ejército vasco. Ixaka fue miembro del PNV, de Jagi Jagi y en la escisión del primero pasó a militar en EA. Nacido el 11 de abril de 1913, falleció el 26 de abril de 1993.

Tras el robo de la Delegación

Lunes 10 de octubre de 2022

En 1951, la sede del Gobierno Vasco en el exilio de Paris, por un acuerdo entre el gobierno de Franco y el gobierno francés de Pierre Mendes France, fue incautada y entregada a la embajada española a raíz de una sentencia de un tribunal del Sena, hecha en 1943 bajo ocupación alemana. Previamente en 1940 el edificio fue incautado por  la Gestapo. Lógicamente, bajo aquella opresión era imposible presentarse en un tribunal fascista, en el juzgado del Sena, alegando que la pertenencia no era española sino vasca. Y ahí sigue el palacete de la Avda. Marceau funcionando como Instituto Cervantes. Una auténtica vergüenza.

Y traigo aquí esta foto del número 50 de la Rue Singer ya que el Lehendakari Agirre se negó a negociar un edifico por otro, una ubicación por otra, e hizo un llamamiento a la colectividad vasca de Venezuela, en pleno auge económico, y se adquirió este hotelito, como así llaman los franceses a este tipo de edificios. Estaba en el centro de Paris y el Lehendakari Agirre pasó de su despacho de la Avda. Marceau a otro despacho en esta casa. Su fallecimiento en 1960 le ocurrió yendo todos los días al despacho de esta Delegación. Con el tiempo, la casa derruida para construir un edificio quedándose el Gobierno Vasco con el bajo D. Manuel de Irujo vivía en uno de sus apartamentos.

Cosas de la historia reciente, historia desconocida que confiamos que con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica se puedan susbsanar estos latrocinios.