Viernes 11 de marzo de 2022
Doy cuenta de dos muy interesantes conferencias, una el miércoles y otra el jueves, de esta semana. Dos apuntes del mayor interés sobre la Memoria reciente y la pasada. Dos caras de la misma moneda del quehacer vasco. Winnipeg y los trabajos investigativos de Selma Huxley. Hoy hablo del Winnipeg.
El miércoles en Gogora, su directora Aintzane Ezenarro, presentó, junto a Julia Castro y el autor Josu Txueka, y en su sede el libro “2.000 del Winnipeg, Diario de a bordo”.
La sala estaba llena, eso si, ningún cargo político, parlamentario, concejal, diputado. No va con ellos. Una triste evidencia sobre todo por Txueka comparó fotográficamente la tragedia que se había vivido tras la guerra, con sus marchas, sus penurias, sus campos de concentración con la situación que se está viviendo en la actualidad en Ucrania. Con la diferencia que hace 80 años había un Comité de No Intervención y aquí por lo menos Europa está reaccionando.
Josu Txueka habla casi como aquel Félix Rodríguez Lafuente, es decir con entusiasmos siendo muy descriptivo y haciendo incursiones a la ironía y al humor, por lo que la hora y media se pasó volando. Contextualizó lo que fue la guerra, las vicisitudes de un gobierno vasco errante, su capacidad de organización en la derrota, los hospitales y albergues que creó, que la invasión alemana liquidó. Contextualizó asimismo la situación política francesa, la postura de sus autoridades, las penurias de aquella gente obligada a exiliarse y refugiarse y ante una nueva guerra la organización del exilio continental y dentro de este marasmo, la figura de Pablo Neruda y su encargo de llevar a Chile trabajadores, unos 2000, familiares incluidos.
Pablo Neruda, premio Nobel, dijo que la palabra Winnipeg era una palabra que tenía alas. Bello resumen. Hace poco encontré una carta de Landaburu a Lasarte sobre una reunión de Neruda con Lasarte dando cuenta de lo que pretendían, de la que se hizo eco Iban Gorriti en uno de sus divulgativos trabajos dominicales, que están muy bien.
Txueka dio cuenta de lo que había encontrado en los archivos de París. Nada menos que toda la colección de información diaria a manera de boletín que sacaban, editaban, copiaban y pegaban en un mural en el barco durante una larga travesía que duró un mes. Era un boletín enriquecido con las noticias que los telegrafistas les suministraban por lo que estaban al tanto de todas las vicisitudes de la guerra. Fueron casi los primeros en enterarse del pacto Hitler-Stalin.
Pregunté cuántos de esos 2000 eran vascos y me contestó que unos 300. Y se dio el caso de que dos personas que estaban en la conferencia hablaron de sus abuelos y de sus vicisitudes y tras la conferencia les dieron a Julia y a Josu información sobre toda la aventurera vida que tuvieron que llevar. Fue una anécdota hermosa.
El libro está a la venta con sus fotografías, la copia del boletín y los nombres de los expedicionarios. Ojalá este libro se presente en Chile. Es preciso ir recuperando gestas de categoría como éstas que Chile las tienen como muy suyas y aquí se desconocen.


