La Rebelión de la Sal

Domingo 4 de febrero de 2018

Hace años, conocí a un viejo gudari que se presentaba como antiguo luchador en la guerra civil en el Batallón Rebelión de la Sal, del PNV. Era del Jagi-Jagi y todo lo que consideraba revolucionario le encantaba. Como me dijo que había luchado en dicho batallón le pregunté el porqué del nombre de Rebelión de la Sal. En dos platos me lo describió. “Fue un motín de pantalón largo que le costó la cabeza a los amotinados de Bilbao a cuenta de un impuesto a la sal. En cualquier otro país, en el centro de la ciudad, tendríamos un monumento a los amotinados. Por eso le pusimos ese nombre al Batallón, y bien que luchamos” me dijo.

El pasado fin de semana pasé delante de la Iglesia de San Antón, una zona que está quedando muy bien. El viejo hospital, antigua Escuela de Artes y Oficios y hoy con sus columnatas clásicas más parecidas a un parlamento, es hoy centro educativo, como la escuela de García Rivero del arquitecto Bastida, que en un país americano sería la sede de la presidencia por su prestancia, rodeados de casas refaccionadas, el mercado de la Ribera y la propia Iglesia remodelada hace unos años. Y, tras leer la placa que había en su pared y que hablaba de la Rebelión de la Sal, pensé: aquí debería estar la plaza dedicada a los amotinados de la Rebelión de la Sal.

Pero ¿Qué fue aquello?.

Corría el año 1634. Bizkaia o Vizcaya aún tenía conciencia de su identidad foral. Por eso encontró entre sus hijos viva resistencia a la tentativa del rey de España, Felipe IV, de obligarla al pago de un impuesto sobre la sal al que no estaba obligada en derecho.

Bizkaia era soberana. ¿Cómo, pues, iba a pagar las necesidades del rey y su corte si poco tenía que ver con el mismo? No eran súbditos aquellos bizkainos; no debían, pues, contribuir con su dinero al sostenimiento del reinado de Felipe IV que trataba de arrebatarle de esa manera, con impuestos, su soberanía. El Montoro de turno para sus deudas, se había inventado aquel impuesto.
Felipe IV había jurado respetar las leyes fundamentales de Bizkaia, una de las cuales (ley IV) decía que los bizkainos estaban exentos de pagar tributos al rey de España “así estando en Bizkaia como fuera de ella”. Al exigir Felipe IV que los bizkainos pagasen el impuesto de la sal, quebrantaba el juramento prestado y atentaba contra los usos y costumbres del Señorío.

En aquella ocasión fue el pueblo que demostró tener un espíritu rebelde. Enérgica fue su protesta, dado que exigió de sus representantes que resistieran a las injustas pretensiones del rey. No era la primera vez que se había visto a nuestros campesinos y tenderos asociarse entusiastas a todo movimiento social vasco de protesta contra injerencias reales, mucho más que las clases altas.

Pues bien. En 1634 las autoridades de Bizkaia, haciéndose eco de la voz popular, declararon al enviado de Felipe IV “que el monarca no tenía poder ni fuerza para conquistar a Vizcaya, respecto de que, aunque fueran importantes ejércitos de mar y tierra, la naturaleza de ella era tal que todos habían de perecer como les había sucedido antes a todos los reyes que habían enviado armas contra ella”.

Los complotados contra los designios reales no se fiaban de algunos bilbaínos, a los cuales veían demasiado inclinados del lado del rey. Nada nuevo. Tras la pelea y los motines hubo perdón teórico, pero de su perdón fueron excluidos varios ciudadanos cuya memoria, me comentaba aquel gudari que me envió una reseña, “debe ser para nosotros ejemplo y estímulo para proseguir la lucha. Nunca falta un traidor, un infame, que con tal de agradar a los poderosos se convierta en Caín de su pueblo y de sus hermanos”.
Un hijo de aquella Vizcaya foral y semifeudal, Juan Alonso de Idiáquez, duque de Ciudad Real y heredero de las casas de Butrón y Muxika, fue quien, en compañía de unos realistas apresaron sigilosamente a quienes sólo habían obrado movidos por el deseo de que se respetasen los derechos forales. He aquí los nombres de aquellos rebeldes: Martín Otxoa de Ayorabide, Juan de la Puente Urtusaustegui, Morga Sarabia, Juan de Larrabaster, los hermanos Juan y Domingo Bizkaigana y el sacerdote Armona. Los cuatro primeros fueron ahorcados en la cárcel de Bilbao el día 24 de junio de 1634. Los tres siguientes sufrieron también la horca en la plaza pública el 25 de junio, y el sacerdote Armona murió de la misma manera en la cárcel el 24 de mayo de 1634.
Como se ve, en aquella época no se andaban con chiquitas y lo que querían era dar un escarmiento. Hoy Montoro te pone multas, entonces te cortaban la cabeza.

Para terminar transcribo una opinión bien calificada por cierto. Se trata del escritor fuerista Fidel de Sagarminaga. Referente al suceso que comentamos dice en su obra El Gobierno y Régimen Foral del Señorío de Bizkaia:
“Puede ser revolucionaria la conducta de los alterados si por revolución se entiende todo lo que causa perturbaciones; pero entendiendo este calificativo como es usual y corriente, mal podrán llamarse revolucionarias las pretensiones de Morga, Arana, Armona y sus compañeros de martirio, porque nada hay en ellas punto a la letra de los Fueros… Si hubieran tenido otros medios para resistir a la Corona con fortuna, tal vez hoy diría la historia otra cosa”.

Es lo que había hecho el viejo gudari y por eso le habían puesto a su batallón el de La Rebelión de la Sal. Hoy sólo es un cartelito en una pared.

Homenaje a Kontxa Murgia en Oiarztun

Sábado 3 de febrero de 2018

Xosé Estevez es un gallego-vasco y un vasco-gallego a la vez que vive en Oiartzun, es catedrático de historia y un hombre inquieto y preocupado en resaltar los nexos de unión culturales, sociales y políticos entre vascos y gallegos.

Xosé me acaba de enviar este trabajo con unas letras previas donde me informa de las jornadas en homenaje a Kontxa Murgia, nacida en Oiartzun en 1806 y fallecida en Santiago en 1854, muy cerca de la Catedral. Desde el año 2000 por iniciativa y trabajo de Xosé tienen colocada una placa en euskera y gallego en la casa donde nació, que da la casualidad que es la Casa de Cultura actual y donde tendrán lugar los actos.

Pero para explicar quién era Kontxa Murgia me envía este tan interesante trabajo que animo a leer y sobre todo a acudir a los actos programados.

KONTXA MURGIA EGAÑA

Kontxa Murgia Egaña nació el 29 de enero de 1806 y falleció de “una lesión del corazón que no le dió lugar a recibir sacramento alguno”, según consta en la partida de defunción, el 13 de julio de 1854 en la calle de las Huertas, nº 13, no muy alejada de la Catedral, en Santiago de Compostela.

Procedía por parte paterna de los Murgia, noble familia de Astigarraga, patrona de su Iglesia, que cobraba pontazgo por el paso de Ergobia a los mercaderes y a los peregrinos jacobeos. La ascrndencia materna entroncaba con perosonajes de alcurnia, originarios de la zona de Aizarnazabal y Zestoa, que habían ocupado importantes cargos en el territorio histórico de Gipuzkoa, como el de Secretarios de la Provincia ejercidos por Domingo de Egaña y su hijo Bernardo Antonio de Egaña. Ambos escribieron dos importantes obras, cuya lectura resulta imprescincible para realizar la historia de Gipuzkoa.

Su padre, Domingo Murgia Azconobieta, natural de Irún, había obtenido por concurso la plaza de organista de la iglesia de San Esteban de Oiartzun el 17 de diciembre de 1797, según documento firmado por los vecinos fijosdalgo y conservado en el rico archivo municipal de la localidad. Se le concedió vivienda y huerta aneja en el antiguo hospital de peregrinos y actual Casa de Cultura, muy cercana al templo parroquial. En esa residencia nacería nuestra biografiada.

A los nueve años se trasladó a vivir a Tolosa, al conseguir el padre la plaza de organista de la Iglesia de Santa María el 1 de enero de 1815. Por eso, erróneamente, muchos historiadores gallegos y la propia acta de defunción situan su nacimiento en la villa foral.

En Tolosa Domingo Murgia se adscribiría al partido liberal fuerista, que lideraba el Conde de Villafuertes, Ladislao Zabala. La invasión en 1823 de las «Cien Mil Hijos de San Luis», a petición del voluble e incompetente Borbón, Fernando VII, termina con el Trienio Liberal y restaura el Absolutismo. Muchos liberales guipuzcoanos, entre ellos Domingo Murguía y su hija Concha, huyen hacia Galicia.

El padre pronto regresaría a su Gipuzkoa natal, pero la hija permaneció en la nación finisterral, donde contrajo matrimonio con el boticario José Martínez, falleciendo en Santiago de Compostela en 1854. Tendría dos hijos varones. Unos de ellos, médico naval, murió joven de una enfermedad tropical.

El primer hijo, Manuel Martínez Murguía (1833-1923), fue uno de los grandes del Resurgimiento gallego. Un extraordinario polígrafo, historiador, novelista, etnógrafo, el primer teorizador del nacionalismo gallego y primer Presidente de la Academia Gallega, desde la fecha de su fundación hasta su fallecimiento en 1923. Se casó, además, con la ilustre poeta, Rosalía de Castro, otra de las grandes del «Rexurdimento» junto a Curros Enríquez y Eduardo Pondal. El fue el impulsor de que su mujer diese a la luz impresa «Cantares Gallegos», el 17 de mayo de 1863, libro fundamental en la resurrección cultural de Galicia. Falleció el 2 de febrero de 1923 en A Coruña, donde yace en una humildísima y descuidada tumba junto a sus hijos Ovidio y Amara, muestra evidente del desastre global que padece actualmente Galicia.

Manuel M. Murguía, como gustaba de firmar, asegura en sus escritos que él comenzó a amar la patria gallega al ver cómo su madre, «que era de aquella Tierra donde ni se teme ni se miente», amaba su querida y lejana Patria vasca.

Los gallegos afincados en Euskal Herría, representados por la Asociación Cultural «Daniel Castelao», de Pasaia, celebramos anualmente un homenaje a esta insigne mujer, cuna indirecta del nacionalismo galaico. El 11 de noviembre del 2000, día de San Martín, El Diputado de Cultura de l Excma. Diputación Foral de Gipuzkoa, Luis María Bandrés, y el Alcade de Oiartzun, Xabier Iragorri, acogieron con entusiasmo la iniciativa de varias entidades gallegas de la emigración de colocar una placa en euskara y gallego en la Casa de Cultura. En ella se afirma: «Etxe honetan jaio zen Kontxa Murgia Egaña (1806-1854) Galiziako abetzaletasunaren aitzindaria izango zen Manuel Martinez Murgiaren ama.

Nesta casa naceu Concha Murgia Egaña, nai de Manuel Martínez Murgia, berce do nazonalismo galego”

Xosé Estévez.

Historiador.

Iñaki Iriondo se equivoca

Viernes 2 de febrero de 2018

Iñaki Iriondo, analista de Gara, ha publicado hoy viernes un trabajo con redoble de tambores en portada y en el interior titulado “Acabar con el símbolo puede derribar aquello que simboliza”. Este trabajo lleva las fotografías del Lehendakari Ibarretxe y del president Puigdemont.

Ya el título es una manipulación. Companys fue el símbolo, lo fusilaron, y lo que simbolizaba sigue vivo. El Lehendakari Aguirre fue derribado en Bilbao y murió en 1960 en el exilio. Lo que simbolizaba sigue vivo. Como frase es efectista pero carece de veracidad.

La tesis de fondo es que Ibarretxe y Puigdemont deberían ser intocables, igualando Iriondo a los dos líderes en su acción. Y se equivoca. Ibarretxe nunca se hubiera ido a Bruselas, hubiera disuelto el Parlamento vasco y desde Ajuria Enea habría evitado más daños de los necesarios y, desde luego, estoy seguro que no hubiera hecho las listas del PNV ante sí y porque sí como hizo Pigdemont con las de Junts per Catalunya.

Pero Iriondo, nuevo cofrade de la adoración presenta a un Ibarretxe para mi desconocido, quiere castigar al PNV manipulando la figura del Lehendakari que ya dijo claramente que él era del PNV y seguiría en el PNV. Iriondo, que hizo lo posible en su tiempo para acabar con el Lehendakari, ahora es uno de sus hooligans más entusiastas. Iriondo siempre acierta cuando rectifica. Y me alegra que se acuerde del Lehendakari con quienes estamos muy orgullosos.

Nada nuevo bajo el sol, pero conviene denunciar esta nueva manipulación. Una más.