Como era previsible, el 75 aniversario del 18 de julio, aquella sublevación de unos militares que habían jurado la constitución republicana, ha pasado sin pena ni gloria. Nada comparable a lo que hacía el franquismo durante los cuarenta años de dictadura. Desfiles, condecoraciones, inauguraciones, misas de campaña, grandes convocatorias y llamar a la caída de Bilbao, ”La Liberación de Bilbao”. Tuvieron cuarenta años para ensalzar a los suyos. Hoy se oponen a que se investigue en qué lugares están enterrados los republicanos, los llamados rojo separatistas.
La dictadura franquista, conviene repetirlo, creó aquella ETA de los años sesenta como violencia de respuesta a una terrible y preferente violencia institucional ilegítima. Conviene pues recordar una vez más quien fue la partera de ETA.
También sería bueno buscar alguna reforma en el código penal para que nadie cuestione el origen de aquella dictadura. He escuchado hoy en un delirante debate en ETB, la culpabilidad de los republicanos en la propia sublevación cuando la reciente historiografía demuestra como, desde el día siguiente de llegada de la República, estaban los militares conspirando. No hay más que leer el libro de José Antonio de Aguirre, ”Entre la Libertad y la Revolución”, para constatar como el general Orgaz le pidió al diputado vasco el concurso de los mendigoizales, para una sublevación ya en marcha en 1932. Sin hablar de la militarada de Sanjurjo.
En su día Miguel Angel Aguilar, nos recordó el uso que hizo el franquismo del lenguaje:
“La primera cuestión nos remite al lenguaje, a su corrupción, como decía el inolvidado Arturo Soria y Espinosa cuando impugnaba que se llamara liberación a la entrada de la morisma en Madrid. Algún historiador en estos días ha lamentado que los sublevados en julio de 1936 usurparan el nombre de nacionales y terminaran aplicando el inmodificado Código de Justicia Militar a quienes permanecieron leales, a los que encausaron acusándoles de «auxilio a la rebelión». La confusión también fue interiorizada en el último parte de guerra firmado por Franco en Burgos el 1 de abril de 1939, que se inicia afirmando que, «cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares». O sea, que reconoce al adversario derrotado la condición de ejército, todo lo rojo que se quiera pero ejército, mientras que, del otro lado, los vencedores no pasan de ser meras tropas nacionales”.
Pero ¿Qué se puede esperar de una dictadura con heredero, puesto ahí por el dictador, y sin que éste haya condenado jamás aquella aberración que duró cuarenta años y que tan buenos dividendos dejó a la Casa Real. Y qué decir de los dos tipos de víctimas que nos ha dejado esta “modélica transición” sin que haya habido hasta ahora ningún acto institucional de reconocimiento de aquella tragedia. Las víctimas son solo las de ETA, que nació al parecer por generación espontánea.
Mejor no recordar el Comité de No Intervención, la falta de armas, el concurso de la aviación nazi y la fascista, los fusilamientos, la cárcel, el exilio, las requisas, el robo, la persecución al euskera, la incautación de periódicos y batzokis,….la ley de la selva total.
Y Franco, 75 años después, en el Valle de los Caidos!!!.