Hace unos años, Jaime Mayor Oreja era un aliado estratégico del partido socialista. Tengo en mi retina la imagen del ministro del Interior de Aznar subiendo las escaleras del ministerio en Castellana 3, al lado de Pérez Rubalcaba que le reía las gracias con sonrisa de conejo. Al poco nació el Pacto Antiterrorista, y de allí vino la Ley de Partidos. Tras el atentado de la T-4 y el cálculo de Zapatero-Rubalcaba de dejar presentarse a ANV en diversos ayuntamientos, pensaron que era mejor quitarle la bandera del «antiterrorismo” al PP, y, con la fe del converso, no solo les quitaron la bandera sino hasta el mástil. Hoy el discurso del PSOE es el del PP, al que fortalece el silencio de HB, a la hora de tener un discurso propio sin tutelas, así como por la necesidad de ETA de justificar cincuenta años de muerte y extorsión para nada.
Pero ahora el PSOE está que echa humo contra Mayor Oreja. Éste en la recientemente celebrada Convención Nacional del PP celebrada en Sevilla, les dijo que no sabían “diferenciar entre crecer y engordar» acusando al PSOE y al gobierno central de estar abrazados «a la cultura de la muerte”. ¡Cría cuervos!.
Mayor Oreja es también aquel “demócrata” que dijo en 2007 a La Voz de Galicia: «¿por qué yo voy a tener que condenar al franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con normalidad y naturalidad?. Era una situación de extraordinaria placidez». Poco después hablando de su bisabuelo que, al parecer había conocido a Sabino Arana dijo “que representaba todo lo contrario que el fundador del PNV ya que prefirió que sus hijos no hablaran euskera en casa para que dominaran con solvencia el castellano». En definitiva que salieran del granero.
Algo parecido dijo Antonio Basagoiti cuando enfáticamente recomendó que, dado que el euskera no servía para nada, invitaba a los jóvenes a aprender inglés. Basagoiti forma parte del mismo partido que Mayor Oreja, el del caso Gurtel, dato que pretenden ignorar las nuevas vestales alavesas del PP, como si el caso Gurtel fuera algo de Pancorbo para abajo. Pero forman parte del mismo partido. En una entrevista a éste periódico le decía al Lehendakari: «No habría dejado que Rajoy me hiciera lo que Zapatero a López». Y lo dice el mismo que nos anunció que lograría convencer a los suyos en Madrid para que votaran el »blindaje», del Concierto Económico, pero resignado ante su fracaso dijo aquello de «que se presenten ellos».
Pero Basagoiti, mal que le pese, pertenece a esta derecha rancia que pasó de gritar en la calle «Pujol enano, aprende castellano» a estar fascinados con Aznar que hablaba catalán en la intimidad. Es el mismo Basagoiti que con gran trompetería visitó Euskaltzaindia, (Academia de la Lengua Vasca) con un sayal de limosnero penitente ante los pecados cometidos por la derecha contra el euskera y a la primera de cambio, sin pasar un mes, niega que el euskera pueda hablarse en el Senado. ¡Hombre, guarda un poco las formas, por favor!. Es la política del marketing barato, de la gente sin sustancia, de la que dice una cosa y hace otra. De la que toma a la gente por tontos, de la que cree que todo es imagen y usar un lenguaje cheli de garrafón. De la gente que en el fondo no defiende nunca a su país, porque ellos, antes que nada son buenos españoles. Y lo hace sin costo porque lo arropa a tope una Brunete mediática que le ríe las gracias y no le critica su inanidad, sus salidas de pata de banco y su discurso epatante aunque vacío. Del que se las da de gracioso y se echa un cuesco en la manguera del buzo. Pero es lo que hay y con quien pactará el PSE tras las elecciones de mayo como lo hizo hace dos años.
En relación a la utilización de las lenguas cooficiales en el Senado, no hemos sido nosotros los autores de la propuesta, ni tampoco CiU, ni el Bloque, pero una vez planteada en su día por Esquerra era impensable que nos negáramos a la utilización de nuestros idiomas si queremos que en Europa, sean considerados asimismo idiomas europeos. «¿Que andan pidiendo ustedes aquí si en Madrid ni les hacen caso?». Y, aunque el euskera donde tiene que hablarse es en Euzkadi, no está mal que se perciba en la Villa y Corte algo tan diferencial como un idioma cuyo origen se desconoce.
Para ser buen europeo, decían, hay que saber cuatro idiomas. El de la madre, el de la administración, el del país vecino y el… inglés. Me consta que casi todos los eurodiputados españoles saben o chapurrean, el inglés y el francés. Y en las siguientes elecciones europeas no habrá uno que no lo sepa. Sobre todo el inglés.
En Europa los idiomas mayoritarios son el inglés, el francés y el alemán. No lo es el castellano. No lo es el letón, no lo es el holandés y, sin embargo, en todos los plenos del Parlamento Europeo, en las reuniones internacionales, en Eurovisión, se usan 23 idiomas de forma normal y obligada, con su caseta acristalada y sus traductores. Y a nadie se le ocurre solicitar que solo se utilice el inglés, un inglés que todos saben, sino se da el hecho de que cada estado reivindica su traducción simultánea. En total más de mil intérpretes en plantilla y unos 3.000 trabajadores freelance acreditados. ¿Un anacronismo?. ¿Un exceso de nacionalismo?. ¿EI deseo de que no haya una sola lengua franca?. Todo eso y algo más.
Pero lo que con total naturalidad se usa y reivindica en Bruselas, en Estrasburgo o cuando los representantes de los parlamentos europeos se reúnen en Madrid, eso se considera un disparate si se pretende hacer lo mismo con las lenguas cooficiales del estado en el Senado, Cámara de representación territorial. Y se utilizan dos argumentos que no se usan en Bruselas: la traducción es cara y, todos sabemos castellano. Lo mismo podría decirse de las 23 casetas en Estrasburgo. Pero no se dice.
¿Es caro?. Según este criterio la democracia es cara y por lo tanto habría que eliminar elecciones, tribunales, actos oficiales, parlamentos y todo aquello que no sea estrictamente necesario para vivir. Alguien ordena y los demás obedecen. Con la convención de Sevilla del PP se pagan diez años de pinganillos. Claro está, nada hay más caro que una dictadura. En libertades, en dignidad, en pérdida de la propia autoestima de la sociedad.
¿Todos sabemos castellano?.
Pues si, pero si de un lenguaje útil y para todo el mundo se trata, aprendamos todos chino mandarín. Son más y si nos lo tomamos en serio y, si nos empeñamos, en dos generaciones hablaremos todos chino y nos evitamos el problema.
Ahora bien, ¿cómo se compatibiliza todo esto con la manoseada e idolatrada Constitución española que en su artículo 3-3 dice lo siguiente:
«La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección».
¿Respeta el PP al euskera cuando, tras aprobarse democráticamente la traducción simultánea en una Cámara de representación territorial abandona el hemiciclo, no se ponen el pinganillo, se ríen de la medida y organizan una intensísima campaña de desprestigio?.
No me extraña pues que una personalidad solvente como la de Jordi Pujol acaba de decir que el modelo autonómico español ha fracasado. «Desde hace unos años -dice Pujol- se ha ido consolidando un modelo homogeneizador de techo competencial muy bajo, con un poder político unificado, una centralización económica y una uniformización lingüística y cultural de signo castellano”.
El PSOE tiene en el gobierno Zapatero cuatro ministros gipuzkoanos. Son éstos: Jauregui, Pajín, Gabilondo y Garmendia. Cuatro. ¿Alguien les ha escuchado algo parecido a lo dicho por el ministro de Justicia de estar dispuesto a hablar en gallego?. Si bien es verdad que Leire Pajín, intervino en el pleno, cuando se aprobó la proposición, el mutis por el foro ha sido la característica de los ministros vascos, mientras se aprueban presupuestos millonarios para el Instituto Cervantes, impulsor mundial del aprendizaje del castellano por el mundo.
En Bélgica un debate de estas características hubiera sido impensable. Con tres idiomas cooficiales miden cada palabra y al príncipe heredero no se le ocurriría jamás, si quisiera mantener su opción al trono, escribir las felicitaciones de Navidad en inglés y francés sin las demás lenguas cooficiales de su estado. Pero aquí Felipe de Borbón, sí. Y encima se le recibe por todo lo alto.
La denuncia de Pujol es real. En 1980, para echarle agua al vino, se generalizó el proceso autonómico con un café para todos que se convirtió en achicoria para todos. Y hoy, éste estado no sabe qué hacer con sus autonomías porque en treinta años no solucionaron tres demandas y sin que sea un estado plurinacional, pluricultural y plurilingüe. De ahí que como hace treinta y cinco años digan a los nacionalistas en Madrid a la cara: “¡Hable usted en cristiano!”.