Recordarán ustedes como el muy ilustre D. Jaime Mayor Oreja contó como su bisabuelo, un coetáneo de Sabino Arana, «representaba todo lo contrario que el fundador del PNV y prefirió que sus hijos no hablaran euskera en casa para que dominaran con solvencia el castellano y en definitiva salieran del granero». Lógicamente ni él ni su hijo lo saben habiendo interrumpido la cadena histórica lingüística gracias a la clarividencia del bisabuelo Cebolleta que seguramente estos días tendría un disgusto de muerte al saber que España ha perdido la larga batalla emprendida hace más de una década para lograr que las patentes europeas puedan registrarse a nivel europeo en español. Los ministros de educación de la UE y el Parlamento Europeo han consagrado el inglés, el alemán y el francés como las tres lenguas oficiales para dicho registro. Bien es verdad que a pesar de que el gran idioma del bisabuelo le sirvió para salir del granero solo el 1,26 de las patentes europeas pertenecen a empresas españolas frente al 41% de las alemanas. Por lo que se ve la pataleta hispana, al ver su derrota, y de insistir en el «english only» no les ha servido de nada. Para este viaje no hacía falta salir del granero en Ibarrangelua.
Pero Mayor Oreja hacía bien defendiendo el castellano en Bruselas. Es lógico que un nacionalista español defienda el castellano, aun a sabiendas de que en Bruselas todos sepan el inglés, el francés o el alemán. Tiene razón en hacerlo como nosotros, los representantes del granero, tenemos razón en defender el euskera, el catalán, y el gallego en Madrid.
Ya escribí la opinión que me merecen los juegos de manos del Sr. Basagoiti, sucesor del Sr. Mayor Oreja en la conducción titiritera del PP de Vascongadas, diciendo que lo que más me chocaba era ver a gente seria riéndole las gracias.»Obras son amores y no buenas razones» nos dice la sabiduría popular y no hay que ser un lince para darse cuenta que la visita del presidente del PP a Euskaltzaindia, a mediados de diciembre, era un punto más en la agenda artística de hombre tan poco comprometido con lo vasco y con el euskera. Lo comprobamos cuando apoyó con pasión a Juaristi en sus cínicas y disolventes declaraciones, solo comprendidas por la Sra. Urgell, y sobre todo cuando poniendo cara de hombre serio leyó aquello de que «nuestra responsabilidad tiene que ser cuidar y promocionarlo para que siga vivo… Que nadie se atreva a dudar del compromiso que tiene este partido con el desarrollo del euskera… Vamos a trabajar para que cada vez haya más vascos acercándose a nuestra lengua, sin amenazas, ni dogmas, con libertad y pluralidad”. “Es hora de enterrar viejas disputas y malas prácticas», insistió Basagoiti. Y todos los académicos aplaudiendo.
Poco después se ha visto que la visita fue un mero montaje. No solo votaron posteriormente en contra de la utilización de las lenguas cooficiales en el pleno del Senado, sino pusieron el grito en el cielo por el costo de la traducción simultánea. En aquella oportunidad el Grupo del Senado del PP defendió que el euskera no saliera del granero y lo hizo por boca de un antiguo falangista madrileño, Juan Van Hallen, al que se le conocía en la universidad como Juanito Fan-Lange. Todo un detalle por parte de un partido que quiere que adoremos la constitución del 78 y nos arrodillemos ante ella, sin haber leído el artículo 3-3 que dice: «La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección». Y ya ven. Desde Juaristi hasta Van Hallen acabando en Astarloa. Sí, Astarloa, aquel que estuvo a punto de ser el primer Ararteko.
Y es que no hay peor cuña que la del mismo palo. Este sujeto, mala persona, que por su enfrentamiento con Rajoy está ahora sentado castigado en las alturas del hemiciclo, el PP ha tenido la mala entraña, ante la «ofensiva de los nacionalistas para que los idiomas cooficiales se utilicen asimismo en el Congreso”, de sacarlo al ruedo sabiendo que Astarloa por hacerse grato al oficialismo castellano tendría el pasado 22 de marzo una de esa intervenciones de traidor a su pueblo. Y no defraudó.
Ignacio Astarloa Huarte Mendikoa, nació en Madrid de padres vascos. Su aita, cuando le conocimos, daba clase de euskera en el batzoki de Madrid en el piso que allí tenía la Junta Extraterritorial del PNV al lado del Congreso en la calle de los Madrazos número 16, a escasos treinta metros de donde su hijo, desde la tribuna, trató de ensuciar el idioma de su padre. Cantante de Zarzuela, hacía el papel de “Santi” en “El Caserío” y era fundamentalmente una buena persona que vivía ensalzando a su hijo. Nosotros, lógicamente, le creímos.
Cuando dimitió el primer Letrado Mayor del Parlamento Vasco, D. Ramón Valera, el presidente Juan José Pujana ayudado por el letrado Karmelo Zamalloa, descubrió que había un mirlo blanco como letrado en el Congreso en Madrid que podía desplazarse a Gasteiz en comisión de servicios y ante aquella posibilidad contactaron con él y así llegó el ínclito Astarloa cuyas querencias políticas atisbamos en las cercanías del PNV porque así lo demostraba con el presidente y los parlamentarios. Allí estuvo del 85 al 87 pero cuando olió que el secretario general del Congreso Luis Cazorla iba a dimitir se puso en primer tiempo de saludo para que el presidente socialista del Congreso, Félix Pons le diera a él tan apetecible puesto. Fue entonces cuando comprobamos su camaleónico cambio de vestimenta al pasar de aquella suave simpatía al PNV, a una obsequiosa militancia socialista que no fue óbice ni valladar para que hiciéramos una gestión en favor de su aita ante el ayuntamiento de Bilbao con objeto de que le grabara una colección de «Bilbainadas» a las que Astarloa padre era tan aficionado.
Así las cosas, el PSOE pierde las elecciones en 1996 y al llegar a la presidencia Federico Trillo, lo primero que hace es despedir a tan pegajoso personaje que ponía en cuestión su mando de la Casa. Ante eso nosotros grandes ingenuos, pensamos que había sido la clásica vendeta del PP hacia las gentes del PSOE. Pero ¡oh sorpresa!. A pesar de los cantos de Astarloa a su vocación por la enseñanza le vimos aparecer de la mano del PP como Subsecretario de Justicia en el año 2002, para pasar a la Secretaría de Estado de Seguridad con Acebes entre los años 2002 a 2004, cogiéndole el 14 de marzo, el día de las bombas, haciendo campaña cunera en Bilbao a la que venía solo cuando había elecciones. Como se ve un eficiente Secretario de Estado de Seguridad y un hombre implicado en los problemas de Euzkadi, hasta el punto que había promovido la ley de partidos y cambiado el Código penal para que el Lehendakari Ibarretxe fuera encarcelado en el caso de convocar un peligroso referéndum. Majo el chico.
Bueno, pues éste gran funambulista, el pasado 22 de marzo, cogió el lanzallamas, bajó a la tribuna y tuvo a su cargo el discurso más ofensivo, más despreciativo, más asqueroso, contra la utilización de los idiomas cooficiales. Pilar Rahola que le conoció se lo echaba en cara en La Vanguardia: “Hoy estoy dolida porque tu intervención en el Congreso ha sido ofensiva. ¿Con mis ideas?. Por supuesto que no. Eso no sería ofensa, sino debate. Sin embargo el otro día no debatiste sobre ideas, sino que despreciaste vulgarmente y con aires de viejo conquistador de las Américas la lengua que hace siglos habla mi gente y que forma parte del patrimonio lingüístico del estado que dices defender».
“Pero la guinda la puso tu frase estelar, que reproduzco con fidelidad: «El uso de las mal llamadas lenguas propias está garantizado donde es lógico y natural, en los lugares donde se habla». ¡Ah, qué bello dislate, qué magnífico ejemplo de desprecio imperial!. Es decir, que después de hablar durante siglos un idioma, anterior al Mio Cid, a Isabel la Católica, a España y hasta a Manuel Fraga, resulta que no puede ser considerado «propio». Y luego esa displicencia de perdonarnos la vida en las reservas de indios, allí donde los pieles rojas hablamos las lenguas menores, ¡qué bello gesto de amor!. Podríamos cogerte la palabra y hacer lo propio con los impuestos que pagamos, ¿o es que somos buenos para pagar, pero no para hablar nuestra lengua?. En fin, querido Ignacio, ¡qué lástima!. Siempre pensé que eras el ejemplo razonable del otro lado del espejo. Me equivoqué. Sólo eres otro aprendiz de inquisidor lingüístico”.
Bueno pues esto es el PP. Que nadie se llame a engaño con las morisquetas de Basagoiti.