Conocí al Bertsolari Jon Azpillaga en la cena de San Andrés de 1976. En un restaurant que hacía linde con Mutriku, abertzales de esta localidad y de la de Ondarroa con Santos a la cabeza celebraron con una cena día tan señalado. El dictador había fallecido el año anterior y la primavera comenzaba a llegar nuevamente a Euzkadi. En los postres habló Xabier Arzalluz, en aquellos primeros pasos para ir configurando las organizaciones municipales del EAJ-PNV. Le recuerdo también a Iñigo Aguirre y a Luis Mari Retolaza, pero por sobre todo a un hombrachón que con la mano en el bolsillo empezó a cantarnos unos bertsos alusivos a la salida de la clandestinidad, al valor del trabajo de hormiga, al fin de la violencia y al resurgir de Euzkadi tras la larga noche que a todos nos encandiló. Y pregunté por él. Se trataba de Jon Azpillaga que habiendo nacido en Pasaia y vivido en Berriatua y Ondarroa, residía en Mutriku aunque trabajaba en el puerto ondarrés. Había comenzado a actuar como improvisador en los primeros campeonatos de Bizkaia cuya txapela conquistó en 1961 y la retuvo hasta cedérsela a su amigo Jon Lopategi. Los dos marcaron una época de bertsolarismo en la década de los años setenta en los últimos años del franquismo llevando a plazas y pueblos de Euzkadi un bertsolarismo político y social comprometido y valiente y sobre todo nuevo para aquellos tiempos. Jon Azpillaga ha sido siempre un jelkide que nos ha acompañado durante estos treinta años en todos los homenajes, actos y fiestas organizados. Es un hombre de bien.
Y lo pongo como ejemplo de compromiso, honestidad, trabajo y valores. ¿Y a qué viene ésto?. Pues al contraste que me producen figuras recias y de una pieza como la de Azpillaga, frente a la ligereza fanática de algunos miembros de una nueva generación de bertsolaris con valores políticos y sociales absolutamente impresentables para decirse representantes de un abertzalismo constructor de país.
El pasado sábado 18 de diciembre Bizkaia dio el campeonato anual de bertsolaris al galdakaorra Arkaitz Estiballes de cuyos méritos no dudo y cuyo premio, aunque inesperado, seguramente fue merecido. No critico ésto. Si le critico que en la entrega de la txapela y cuando le dieron la makilla, ésta la ofreció a “la insumisión pacífica del pueblo de Ondarroa”.
En primer lugar hay que decir que el pueblo de Ondarroa no es solo lo que se nuclea alrededor de ANV, es mucho más. Cinco veces más. Primera puntualización. Y segunda. No condenar a ETA, ver volar la comisaría de la ertzaintza y alegrarse cuando estuvo a punto de producirse una masacre, contemplar impertérrito que a un abertzale como el presidente de la Gestora, Félix Arambarri, le queman el coche dos veces y le echan pintura amarilla en el portal y jactarse de ello, si eso es “la insumisión pacífica del pueblo de Ondarroa”, este chico debe mirarse como anda de educación, valores, respeto, y solidaridad. En el fondo un pobre hombre sin jerarquía de valores, por muy buen bertsolari que sea.
Por eso me quedo con los Azpillagas, gente comprometida bajo la dictadura, que respetan a los demás aunque no coincidan con ellos. Y para terminar un breve apunte sobre “la insumisión pacífica del pueblo de Ondarroa”.
Se acercan las Navidades y como es habitual en cierta tribu de Ondarroa, celebran estas fiestas cuyo slogan es “Paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad”, se dedican a destruir el mobiliario urbano que pagan los ondarrutarras a escote. Me refiero a la destrucción de papeleras previa introducción de petardos, y de en este caso concreto 19 de las 25 apliques de luz que iluminan Zubi Zaharra. Hay que recordar que todavía están sin pagar las últimas reparaciones de estos apliques, pues desgraciadamente no es la primera vez que ocurre con estas luces en sus dos años de vida. A esta gente lo que les gusta de verdad es la oscuridad, la noche y el apagar las luces, luces que, por cierto, no tienen ninguno de ellos en su corto cerebro.
Cuando ETA roba material informático en Francia, cuando nos marean con un comunicado milagroso que nunca llega como debería llegar, escucharle a este nuevo genio del bertsolarismo hablar del “insumiso pueblo de Ondarroa”, cuando parte de ese pueblo insumiso lo único que hace es apagar la luz, nos describe la empanada mental, la estulticia y la falta de ética de esta tribu urbana, afortunadamente minoritaria.
Buen tema para que un buen bertsolari como Azpillaga, en la Noche de Paz por excelencia, nos cante unos buenos bertsos. ZORIONAK.